Tres días habían pasado desde el entierro del abuelito. Heidi había recogido casi todas sus cosas de la cabaña de los Alpes, dejándola cerrada y vacía y volvió al pueblo junto con Niebla y sus cabritas. Por ahora, no se sentía con ánimos para volver a vivir allí arriba. Clara comprobó que al día siguiente del funeral, Heidi ya no llevaba ropa de luto. Cuando le preguntó el motivo, Heidi le sonrió y respondió:
-Porque mi abuelo no lo querría. No le gustaba que estuviera triste y el luto sólo me haría recordar a cada segundo que él se ha ido.
Clara la dejó entonces, sin preguntarle más. Le gustaba la fortaleza que desprendía Heidi, lo estaba llevando bien.
Hans y ella se instalaron en la casa del pueblo junto a Heidi. Curiosamente, Clara veía a Hans muy feliz. Cada mañana se levantaba temprano y se iba con el cabrero, Juan, hasta casa de Pedro donde le veía trabajar. Según contaba, Pedro le estaba enseñando algunas cosas. Clara se reía contándole a Heidi que aquello debía ser una gran experiencia para su prometido, que nunca antes había tenido que trabajar usando sus propias manos. Mientras Pedro y Hans pasaban la mañana juntos, Clara y Heidi se quedaban en el pueblo. Heidi le enseñó a su amiga lo que estaba estudiando y la llevó a una de sus clases, para que conociera a los niños. Clara miraba asombrada lo bien que se desenvolvía su amiga como profesora.
Estaba orgullosa de Heidi. A pesar de su juventud lo enfrentaba todo con una pasión que dejaba sin aliento.
Después, a la hora de comer, Pedro y Hans volvían y almorzaban juntos y por la tarde paseaban por los alrededores, le contaban a Hans alguna de las muchas aventuras que habían corrido los tres amigos durante su juventud.
Aquella mañana, Clara se levantó sonriente. Podría vivir toda su vida en aquel lugar, lejos de su trabajo en la empresa de su padre, lejos de la ciudad y su bullicio. Lástima que no podría ser así nunca.
Se levantó. Hans ya se había marchado, y Heidi estaba sentada en un banco de la cocina, leyendo un libro tranquilamente, mientras con el rabillo del ojo vigilaba lo que tenía al fuego.
-Buenos días.- saludó.
-¿Qué tal has dormido?- le preguntó Heidi, cerrando el libro y levantándose para servir el desayuno para ella y para Clara. Heidi había estado esperándola para ello porque Clara no se fiaba de ella. Últimamente no estaba comiendo mucho y Clara revisaba todas sus comidas para asegurarse de que su amiga se alimentara.
-Mejor que en mucho tiempo.- sonrió.-Extrañaba este lugar.
Heidi se echó a reír.
-¿Desde cuándo el heno es mejor que las plumas de tus almohadas?
-¿Bromeas? ¡Es maravilloso!
Heidi puso los ojos en blanco y le dio un bocado a su tostada.
-Bueno...- dijo entonces Clara.- ¿Cuándo pensabas decírmelo?
Heidi frunció los labios.
-¿Decirte qué?
-Lo tuyo con Pedro.
Heidi se atragantó y tuvo que beber leche antes de ahogarse.
-¿Qué?- exclamó. Clara sólo la miró con la ceja alzada. - ¡No hay nada entre Pedro y yo!
-¿Tú te has fijado en cómo te mira? ¿Es que estás ciega?
-No hablas en serio.
-No podría hablar más en serio.
-Clara... te equivocas, de verdad, Pedro sólo me ve como su amiga. Soy más pequeña que él, nos hemos criado juntos...
Clara le tomó de las manos y la obligó a mirarla a los ojos. Heidi se fijo en lo azules que eran los ojos de Clara.
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Heidi, ¿qué pasó después?
FanficTodos nos quedamos con la duda.... ¿qué paso después? Pedro, Heidi, Clara... Descubre mi versión leyendo ésta historia y no dudes en comentar!