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Algunas personas dicen que el ser humano es el único animal incapaz de encontrar la felicidad, ya que nunca nos damos por satisfechos. Siempre nos quejamos, da igual la situación en la que estemos. Yo he deseado no haberme quedado en coma y poder recordar mi vida. Y tengo delante a Eric, que lo único que quiere es olvidar su pasado.

- Eric... yo no sé que decir.

- No hace falta que digas nada, simplemente quiero que entiendas por qué te necesito tanto y por qué he actuado como un psicópata. Te debo la vida. Y te lo agradeceré todos los días que me queden.

- ¿Ya ha parado el bullying?

- Sí, al llegar a mi antiguo instituto la noticia de mi intento de suicidio, se asustaron. Pensaron que mi padre podría emprender acciones legales hacia ellos y pararon.

- Menos mal.

- Por eso te preguntaba si recordabas algo Helen, quería saber si me recordabas. Pasé mucho tiempo contigo...

- Pues no lo recuerdo, lo siento, pero lo aprecio mucho.

Eric comenzó a preguntarme sobre mi vida. Quería conocerme. Yo sólo contestaba lo que me habían dicho, y le preguntaba sobre la suya.

En poco tiempo nos hicimos muy amigos. Me agradaba su compañía y a él la mía. Pasaba tardes en mi casa, y alguna vez iba yo a la suya. Un día, aprovechando que mi madre estaba trabajando, fuimos a mi casa a ver una película.

- ¿Que tal "Titanic" ? - Me preguntaba Eric mientras buscaba entre los cd's que había debajo de mi televisor.

- A menos que quieras que muera de aburrimiento, no.

- Está bien, está bien... ¿y "El Señor de los Anillos" ?

Yo simplemente lo miré, y el lo entendió.

- Me rindo, escoge tú.

Yo me levante del sofá con cara de satisfacción y me puse a buscar una película que valiera la pena. Mientras tanto, Eric fue a preparar unas palomitas con azúcar. Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me percaté de la presencia de Eric hasta que éste ya estaba encima mía.

- ¡Me vas a matar del susto! Sabes que no me gustan estas bromas, imbécil.

- Vale vale, perdón, no pude contenerme. -me dijo mientras levantaba las manos en señal de rendición.

Una vez comenzada la película, de repente oímos un ruido que provenía del desván.

- Eric, basta de bromas, quiero ver la película.

- No he sido yo.

- Venga, no me vengas con tonterías.

- Helen, te juro que no he sido yo.

En ese momento mi sonrisa se esfumó, como se esfuma la ilusión de una niña al decirle que papa noel no existe.

- Viene del desván. Debería ir a mirar. - dije en un acto de valentía, cuando en el fondo estaba deseando que fuera él.

- Te acompaño.

Subimos las escaleras intentando hacer el menor ruido posible. Al llegar al desván, Eric entra primero.

- ¿Donde está la luz? No veo una mierda.

- Gracias Eric, si hay un asesino ya sabrá que estamos aquí, genio -susurro- no se dónde está el interruptor.

Cuando la luz ya está encendida, entro. No se por qué, pero siempre me han puesto nerviosa los espacios oscuros.

- Aquí no hay nadie, miedica. Que imaginación tienes...

- ¡Pero si fuiste tu el que quiso acompañarme!

- Porque soy un galán.

Ahora que me doy cuenta, nunca he subido aquí arriba desde mi vuelta. Me pregunto si antes pasaría mucho tiempo en el desván.

- Aquí hay un montón de cosas. Bueno, deberíamos bajar, quiero ver la película.

Cuando íbamos a irnos, veo una caja con mi nombre.

- Eh, esto es mío.

- ¿Qué es?

- No lo sé, ayudame a abrir la caja.

¿Cuantas personas se necesitan para abrir una caja? Por lo visto, más de dos: después de estar un buen rato intentando abrir la caja, por fin lo conseguimos.

Se me hiela la sangre. Mi pulso se acelera y comienzo a ventilar. Eric me mira preocupado mientras yo cojo una fotografía.

- ¿Estás bien? ¿Que pasa?

- Eric yo... yo conozco a esta chica. La recuerdo.

Amnesia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora