Día 120

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Michael estaba esperando en la puerta del hospital al que Rowan le había dado la dirección y también el horario. Se quedó sentado en una se las sillas de sala de espera de brazos cruzados esperando a que ella pasara por aquella puerta. Según Rowan, le había indicado el día anterior, que ese es al hospital que suele asistir y que iba a pedir un turno más o menos a esa hora que suponía que se lo iban a dar. Michael bufó y pensó que iba a estar sentado ahí por horas pero después de veinte minutos, ella entró al hospital algo insegura. Apenas la vio, Michael se paró y fue hasta ella. La llamó por su nombre y se sobresaltó, notablemente estaba nerviosa, muy nerviosa. Él tenía que ir a la embajada horas después para poder sacar el pasaporte nuevo y poder emprender viaje a Inglaterra como lo tenía planeado desde un principio, de todas formas, podía ser que el trámite se alerde un poco y lo tenga recién al otro día pero no había que perder las esperanzas.

Para poder salir del hotel que los dos hombres de su equipo habían conseguido, él le dijo que tenía que quería salir y no se iba a hacer mucho problema porque se iba a encargar de que no lo reconozcan, era bueno en el camuflaje, además la cantidad de gente que transitaba en Nueva York era tanta que ni iban a mirarlo. De todas formas, lo mandaron en un auto privado para que llegue sin problemas al hospital, fue un acuerdo entre él y el chofer porque no le dijo nada a los demás de su destino, también le contó que iba a llamarlo para que venga a buscarlo y el chofer asintió. Es por eso que Michael fue puntual, quería ser puntual pero aparentemente la muchacha no lo fue.

—Hey, llegaste tarde. —él le dice mientras se dirige a recepción.

—Eso pasa cuando tomas el transporte público y tienes problemas para salir. —sonrió exageradamente y se volvió a la recepcionista— Tengo un turno con el doctor Wesley, a las tres y media.

Ella presentó una tarjeta y la dejó sobre la mesada, la chica la agarró y miró la pantalla de su computadora.

—Acá está, señorita O' Gorman. —respondió devolviéndole la tarjeta de la obra social— Segundo piso sala ocho.

—Gracias. —ella sonrió y fue a buscar el ascensor. Michael la siguió.

—Así que Rowan O' Gorman, ¿eh? —mencionó el chico de pelo rojo mientras esperaban al ascensor.

—Mierda, ahora sabes mi apellido. —ella hizo un mohín y Michael rió.

—Bueno, el mío es Clifford, estamos a mano. —las puertas del ascensor se abrieron y ellos entraron, estaba vacío.

—¿Y quién te preguntó? —comentó mientras apretaba la tecla del segundo piso.

—Ay, otra vez te comportas como una amargada. —Michael se quejó con el ceño fruncido— Yo de muy buena onda te acompaño en este momento tan importante... Eso de que te esperé por casi media hora y tienes el turno en una media hora más.

—Fue por las dudas, el transporte público es lerdo y tuve que pasar por mi casa a buscar dinero.

Rowan contestó todavía sin mirarlo. El elevador se paró y los dos salieron de allí, Michael se dejó la capucha puesta, todavía corría riesgo de que lo reconocieran aunque lo dudaba ya que había mujeres grandes y hombres de la misma edad, como casi todas pasando los treinta.

—¿Había alguien en tu casa? —él preguntó mientras le seguía los pasos.

—Mi mamá. —respondió a secas.

—¿Te preguntó dónde estuviste todo este tiempo?

—No, parece que no le interesa demasiado. —se encogió de hombros— Me di una buena ducha y aquí estoy.

Billie {Michael Clifford}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora