¡¿Un apocalipsis?!... y yo ¡¿en la escuela?!

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Capítulo 1.

Argentina, Buenos Aires, Pilar.
09:30 AM

     Era un día soleado, nadie se esperaba lo que pasó.

     En la escuela las preceptoras corrían de salón a salón evacuando, obviamente la evacuación de casi todos los salones fue un desastre total ya que nos empujábamos, gritábamos y reíamos pensando que era una evacuación de practica, no sabíamos que el apocalipsis, el fin de la humanidad se venía hacia nosotros.

     Nos dan mascarillas y nos suben a camiones mientras se escuchaba desde hacía minutos una sirena que ponía nervioso a más de uno. Algo claramente no andaba bien. Todos subíamos a los camiones, nos ponían los cinturones, no respondían a nuestras preguntas y los camiones se empezaron a mover.

     Todo esfuerzo fue en vano, se vio una luz y luego la destrucción total de la vida a la que estábamos acostumbrados.

     Se produce un sordo sonido, los camiones volaron por la onda expansiva pero...sobrevivimos milagrosamente, aunque claro, no todos. Lo único que puedo decir es que me desgarra el corazón ver las lágrimas de las mellizas Guada y Mili caer sobre el inmóvil cuerpo de su hermano menor. Voy y llorando me dicen que no escuchaban sus latidos, las abracé y rezamos juntas por su hermano caído. Las dejo para que se despidan de él mientras se colocaban sus mascaras y me voy a donde están las demás chicas y mis compañeros.

     Algunos chicos de mi salón sacaron fotos, como yo, ya que se veía la famosa "Nube hongo" producida por la explosión de una bomba nuclear.

¿Cómo es posible que una bomba nuclear haya explotado y no morimos todos en el acto?—le pregunto a mi amiga Miku, enseñándole mi celular para no tener que sacarme la mascara.

No sé. —Escribió ella en su celular, para luego mirar la nube.

     Nos sacamos fotos con la nube e irónicamente pensé <<Sobrevivimos al 2019>>.

     Luego de discutir que hacer, decidimos que debíamos irnos de la escuela y ver que había ocurrido porque uno no puede confiar realmente en el gobierno, así que mis amigas y yo nos fuimos al centro de la ciudad. En total eramos 14, o más bien 16, si contamos mi novio Julián y su amigo Pablo, quienes convencimos de que viniesen con nosotras.

     Todos juntos nos fuimos sin que nos vieran las preceptoras ni los soldados hacia nuestros salones, para buscar las llaves de nuestras casas por las dudas. Encontrándolas, corrimos al centro, pero antes de irnos no me olvidé de tomar unos aparatos que medían la radiación en el aire, que estaba en uno de los camiones volcados.

     Yo no confío en los militares y mis amigas tampoco. Son fieles, y que ellas confíen en mí es algo que no tiene palabra. Si tuviese que describirlo en una palabra o mejor dicho dos, sería amistad verdadera.

     Mientras nos adentrábamos mas al centro una niebla empezaba a cubrir nuestras vistas, lo cual lograba que se nos empañaran las lentes de la mascara antigas y el aparato mostrara números altos, no creí que eso fuese bueno. Les muestro el artefacto a los chicos y dejamos de ir en esa dirección, caminamos un par de cuadras, la neblina se había calmado un poco, los números habían bajado y estaba todo muy tranquilo...demasiado.

     Le pido a mi mejor amiga, Vicky, que me prestara su teléfono. Al preguntarme para qué, le respondo que es una sorpresa. La verdad es que no es buen momento, pero esto de tener a tus amigos con máscaras de gas en la calle y sin personas alrededor, realmente no es algo de cualquier día. Es entonces que cuando me lo entrega, procedo a sacarles a todos una foto juntos. 

Sobrevivir por un futuro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora