Como os contaba, los planes de mis padres para pasar el verano no eran precisamente para tirar cohetes. Para colmo, tuvimos que viajar en barco y luego alquilar un coche para desplazarnos por la isla. ¡Con lo que me marea a mí cualquier transporte que no sea el tren! Así que ya os imagináis... Llegué al apartamento que habían alquilado mis padres ¡más blanca que una hoja de papel! Además, no paraba de pensar en lo sola que iba a estar ese verano sin mis amigos... Llevaba sólo dos días en la isla y ya no podía más, ¡la desesperación estaba acabando conmigo! Pasar tanto tiempo con mis padres era más que aburrido, así que decidí ir a dar una vuelta por el puerto para distraerme un poco. Iba caminando cuando de pronto un cartel llamó mi atención: «¿Te gusta bailar? ¡No lo dudes y haz de tu verano un verano diferente! ¡Diviértete aprendiendo salsa con nosotros!» La verdad es que pintaba bien, así que cogí un papelito con la dirección y fui a la escuela para informarme mejor. Esa misma tarde ¡me apunté! Sin duda, ¡una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida! Cuando llegué a casa se lo expliqué todo a mis padres y por suerte ¡no les pareció mala idea! Esa noche no conseguí pegar ojo, estaba nerviosa, las clases empezaban al día siguiente y ¡no sabía lo que me iba a encontrar! Lo cierto es que cuando entré en la clase me sorprendió ver a tanta gente joven y a un chico en particular. ¡Era súper guapo! ¡¡¡Nunca había visto a nadie igual!!! Sin duda, fue ¡amor a primera vista! ¡El verano ahora sí que prometía!