Cuando el corazón late por otra cosa

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Pasamos muy buenos momentos. Conforme los días pasaban, la relación de los tres se hacía inquebrantable. Ya no hacía falta que mirara a mis demás compañeros para buscar un grupo en el que hacerme pues los tenía a ellos. Su llegada me salvó de la soledad total.

Admito que teníamos fallos. Míos, más que de ellos. O eso creo yo. El mayor de esos era cuando teníamos clase de educación física.

Eli amaba esa clase a diferencia de otras chicas robustas que había conocido. Se le iluminaba la cara y era la primera en ir a cambiarse para salir.

-Ella siempre fue hiperactiva -me dijo Tiago una vez que nos estábamos cambiando. Cerro la puerta de su taquilla-. Le gusta hacer deporte y salir a correr los fines de semana.

-Eso es bueno -sonreí.

-Tal vez... el problema es que su cuerpo no aguanta para todo lo que quiere hacer.

Ese día teníamos que hacer una carrera en relevos. Eran equipos de a cuatro así que a nuestro trío añadimos una chica que solía estar sola. Primero saldría Tiago, después Emma, seguiría Eli y al cierre, yo.

Correr me gustaba mucho, pero no cuando era en competencia. Algo cambiaba con solo agregar ese factor.

-¡Hey, tranquilo! -me sobresalté con la gran palmada que recibí de Eli.

Su rostro estaba rojo por el sol, sus mejillas llenas gracias a su amplia sonrisa. Mire un poco más abajo y note que con su mano libre estiraba la camisa para hacer que no se notaran sus kilos de más. No parecía afectada por eso, sin embargo. Parecía muy feliz.

-Solo corre como si no hubiera nadie siguiendote.

Pensé mucho en esa frase mientras estaba en mi posición. Escuche el pito que daba señal de arranque. Tiago tomó la delantera frente a los otros tres niños. Cada uno correría cien metros y pasaría el bastón para hacer conexión.

Emma lo recibió sin problema y salió a correr, aumentando la distancia entre sus competidores. Mire a Eli que ya estaba en posición. Salió. Estaba una tras de la otra. Emma estiro el brazo igual que Eli. Sus manos estaban cerca y el bastón quedó en manos de su receptor.

Lo peor fue cuando el bastón se cayó. Eli tuvo que frenar en seco y con una cara de angustia, regresarse a recogerlo. Los demás lo vieron como una oportunidad para recuperarse.

-¡Eli, apurate! -le grite algo molesto. Estaba estresado al ver como todos la pasaban y perdiamos la ventaja.

Ella corrió con todas sus fuerzas y logró llegar al tiempo que los otros. Yo corrí el último tramo de forma que pudiera liberar mis emociones. Funcionó pues fuimos los primeros.

-Bien hecho, Charlie -Tiago chocó las palmas conmigo.

-También tú lo hiciste bien -sonreí más tranquilo.

-¡Oye gorda! ¡qué te pasa! ¿acaso no puedes sujetar bien un bastón? ¡casi nos cuesta la carrera y la nota!

Emma estaba frente a Eli, totalmente enojada. No hizo ni el intento de calmarse.

-Primero, no me llames así, tengo un nombre. Segundo, tu eres la que mojo el bastón con su asqueroso sudor. Y tercero pero no menos importante, ¡¡me divertí a pesar de todo!!

Estaba hablando con tanta seriedad que cuando menciono el tercer punto y sonrió echándose a reír sabía que seguía siendo la misma de siempre. Yo reí.

La clase terminó un poco antes de lo habitual. Como encargado, me quede a limpiar con los pocos que ayudan. Igual no usamos muchas cosas. Me quede un poco más afuera para terminar de calmarme. No quiero que pase lo mismo con Emma.

De camino al vestidor, escuche un llanto.

Me asome a la puerta pues no sería tan descarado con entrar al baño de mujeres y que alguien me pillara.

Era Eli. Lloraba con la cabeza baja y cubriéndose la cara con las manos. Había dejado correr la llave del grifo como si el ruido cayendo en la cerámica pudiera cubrir sus sentimientos.

Pasó un minuto para que se calmara y con el agua acumulada en el lavamanos, se enjuago la cara y los ojos.

-Soy fuerte -dijo decidida- puedo hacerlo mejor. No debo dejarme.

Con ambas palmas se golpeo los costados de la cara. La figura de una mano roja quedo impresa en sus mejillas.

No sé exactamente qué pasó esa vez. Pero algo se había movido dentro de mí y me decía que no debía tratarla diferente, pero sí ayudarla con algo.

Ella Siempre Fue LindaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora