Please be true

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En ese parque, entre la fricción de las cadenas viejas y oxidadas con los tubos del columpio apropiado, estaba en una felicidad contenida extraña y nerviosa, apresurada. Como si la hubiese deseado desde hace tiempo y hasta este momento la pude palpar pero se sentía tan fría, nada cálida, estructurada, planeada. Estaba oscureciendo pero mi vista se adaptaba al escenario nublado de color azulado y gris que se encontraba frente a mí. Me mecía cada vez más fuerte, más fuerte, hasta tener la cara helada y entumecida. De repente algo llamó mi atención y calló el ruido emitido por los columpios, se pauso la tierra.

Mi vista se clavó en un pino tupido que daba la sensación de ser grueso y suave, hasta que bajé la mirada y vi una figura que inmóvil me observaba, tenía una mano delicada sobre el tronco del pino y estaba ocultando la mitad de su cuerpo. El viento jugaba con su cabello largo hecho trenza y sus ojos azules brillaban más que la luna... Se acercó a mí lentamente y yo no dejaba de mecerme en el columpio, mis piernas y mis brazos dejaron de responderme por completo y en su lugar me obligaron a impulsarme con más fuerza. Mi corazón estaba alborotado como nunca antes y jadeaba de dolor. Aquella persona seguía viniendo hacia a mí y recordé las figuras del muelle, cerré los ojos violentamente quedándome muda, sorda, y finalmente caí al césped sin sentir el trayendo del aire y ni siquiera el dolor del choque que hicieron crujir mis huesos y recuperar la audibilidad.

Sin embargo, en ese pequeño parpadeo en el que las sombras estaban frente a mí en el muelle transcurrió en tiempo indescriptible, y me consumían esas sombras. Las llamé en un idioma que ahora no recuerdo pero ellas parecían no darse vuelta y si me oían ignoraban mis alaridos y seguían caminando en una dirección en la que las podía ver por toda la eternidad. Me encontré en la nada, un agujero negro se hizo más grande debajo de mis pies y escuché un zumbido que se introducía en mis oídos hasta chocar con algo. Desperté. Ya no estaba en el parque, pero estaba a mi lado, esos ojos azules, ese cabello castaño.

- Hola Ana. Te extrañaba. -dijo aquella voz en una naturalidad casi falsa.

Esperé, yo no dije nada, estaba tumbada en el sofá observándola de lado y ella miraba fijamente mi frente, como si pudiera descifrar mis pensamientos o analizando la anatomía de mi cerebro. Tenía tantas ganas de besarla, quería tomarla de los brazos y acercarla a mí, sentí el frenesí contenido que me calentó enseguida y todo centímetro de mi cuerpo había vuelto a su temperatura habitual. Ella se sacudió un poco, y yo me levanté lentamente ante la incomodidad de sus ojos sobre mis torpes movimientos. Seguí sin decir nada y el azote de una puerta que se encontraba sus espaldas me alertó, escuché las risas de dos niños que salieron uno corriendo tras el otro por la puerta principal que daba a la calle. Dejaron la puerta abierta y la luz del alumbrado público se filtró más al interior, iluminando por completo mi cara y las manos de ella sobre sus rodillas. Recordé un evento de mi niñez con Verónica, el último más importante.

Siempre ha tenido el cabello largo, hasta la cintura, las manos delgadas y finas, los ojos azules pero tan ardientes. Recordé las figuras que hacíamos usando el cañón de su papá con nuestras manos. Ella ponía los elepés que su madre, y me invitaba a bailar sola frente a ella, me observaba desde su cama fascinada por mis movimientos y cantando con su voz dulce las canciones de Sinatra. Usábamos imágenes que encontrábamos de lugares que deseábamos visitar y museos que le prometí ir conmigo algún día. Le extendía la mano y bailábamos como dos enamoradas, nos reíamos y nos sonrojábamos al imaginar el escenario que creábamos en su habitación.

- Esta es tu canción Verónica - dije mientras bailábamos y le cantaba con mi inglés incipiente:

Fly me to the moon. Let me play among the stars. Let me see what spring is like on a, Jupiter and Mars. In other words, hold my hand. In other words, baby, kiss me...

Recuerdo que cerré los ojos y deseé que Verónica y yo estuviéramos siempre juntas, la imaginé en el baile de graduación conmigo, la imaginé siendo sólo sentimientos y dentro de ese pequeño viaje fuera de la realidad me despertó su voz cantando la última parte de la canción. Me tomó con ambas manos el cuello y comenzó a llorar. No estaba segura si así fue en realidad, pero mi recuerdo se había formulado de esa manera, la sostuve, la llevé a la cama y la cobijé. Sus mejillas estaban ruborizadas, sus pecas la hacían ver adorable y besé toda su cara suave. Ella sólo murmuró un gracias y se quedó dormida.

Yo me acosté en el suelo pero creo que esa noche no pude cerrar los ojos. Estuve pensando en el futuro, estaba pensando en que esos momentos de felicidad absoluta no durarían para siempre y que el tiempo consumiría cada parte de lo que Verónica y yo formábamos. Tuve tanto miedo. ¿Cuánta felicidad es permitida, no la estaba gastando toda ya? Esa noche el tiempo me pareció traicionero, comencé a verlo de otra manera y sin quererlo me fui distanciando de esa relación, incluso culpé en mi mente a Verónica por hacerme tan feliz.

Quise volver a abrazarla pero no pude verla después de esa noche. Sólo a escondidas. Seguí toda su vida, su primer novio, cuando su madre murió, cuando se mudó y no pude irme tras ella. Conseguí un trabajo de medio tiempo y siempre que tenía el dinero exacto, tomaba un autobús e iba a verla a su nueva escuela, tanto como fuera posible. Siempre hermosa, no era una chica guapa, pero para mí era más guapa que cualquiera. Cuando la veía salir con su novio universitario se me partía el corazón y todo terminaba cuando ella se subía a su auto y se alejaban. Ni siquiera sabían que estaba allí, y sentía una adictiva melancolía metafísica de no formar parte de aquel escenario. Un día le perdí el rastro. No aparecía en el directorio, no encontraba a sus amigos, no había ninguna pista y yo pensaba más en el suicidio en esa época.

Si no tenía a Verónica, no tenía nada. Recurría a los recuerdos de la niñez y cada acto de ella hacía a mí lo trasformaba en los más ruines sentimientos. Se burlaba de mí, se aprovechaba de lo que pudiera darle, no era lo suficiente. Pero luego, después el tiempo y yo nos fusionamos y construimos una manera extraña de cómo apañárnolas, sólo nosotros dos. Lloré, me torturé de mil maneras y Verónica apareció en muchas de mis realidades alternas disfrazadas de distintos personajes, al principio la amaba tanto, la deseaba y la hacía mía... Pero luego, luego la odié y la hice sufrir tanto como yo. Le preguntaba a gritos por qué me había dejado. Era obvio que ella no respondía nada. Yo no tenía qué responderme.

- You are all I long for. All I worship and adore. In other words, please be true. In other words, in other words. I love you. - dijo ella, tomando mi mano, regresando a su lado con el alumbrado público ahora en su cara, a sus ojos azules, a su trenza en el cuello.

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