Prólogo

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Aquella noche de verano.

Nos encontrábamos en el año 1973, lleno de luces de colores y alucinógenos siendo consumidos por el cúmulo de personas que se encontraban en el mismo lugar que nosotros. Nunca me había gustado la compañía, incluso habiendo estado contigo toda la vida... jamás me acostumbré del todo a estar con otra personas varias horas al día. No quería que me malinterpretaras, yo te quería... pero la soledad era como un suspiro que me aliviaba internamente, mientras me sentía perdido en el universo y lo único que podía hacer era decir cosas que no sentía.

Llegó un momento en el que me sentía como un ciego que estaba aprendiendo a observar los pequeños detalles de la persona a la que ama, o como un niño que nunca ha sabido decir una palabra y ahora intentan enseñarle, en contra de su voluntad.

Lo único que podía ver en ese instante, en la noche que comenzó todo, fueron luces opacas de diferentes colores fosforitos, aunque a mí me parecieron los colores más tristes y vacíos que jamás pude llegar a ver.

Quizás era porque, como mi madre solía decir, tenía un sexto sentido para saber cuándo algo malo (o bueno) se avecinaba. Nunca supe clasificar ese momento en ninguno de esos dos bloques, y sigo sin saber hacerlo.

Me encontraba solo mientras todos mis compañeros recorrían el lugar con la mirada, como si de lobos que buscan a su siguiente presa, se tratasen.

Se hizo tarde y de verdad que mi cerebro me avisó de que era hora de volver a casa y si yo le hubiera hecho caso en ese instante, nunca hubiera pasado esto y no sabría todo lo que me enseñaste. Sé que tampoco hubiera descubierto el significado de "amor", al igual que el de "placer" si no me hubiera quedado un rato más.

Igual por eso mi cerebro se sintió como si dejara de funcionar y decidí quedarme. Quizás por eso lo siguiente que hice fue reír y consumir eso que vosotros solíais llamar "placer" mientras las personas sensatas y yo seguíamos llamándolo "droga".

El significado de las palabras puede ser subjetivo, porque a lo que yo llamo droga, tú lo puedes llamar de una forma completamente diferente. Es por eso que tú te empezaste a convertir en mi droga. Eso era lo que menos quería, pero sucedió y ya no había vuelta atrás.

La música retumbaba en mi cabeza, como si una multitud de tambores se hubieran colocado en frente de mí y hubieran comenzado a tocar las sinfonías más horrorosas del mundo, todos a la vez.

Ahí fue cuando mi cerebro me dio el segundo y último aviso de que debía irme ya y regresar a mi hogar (si así se le podía llamar). Pero no. Odio desobedecer, pero ahí en ese preciso momento sabía que si me iba nada cambiaría y yo quería que algo cambiase. Que todo cambiase.

Y como si de un relámpago se tratase, ahí estabas tú sonriendo a la nada con unos ojos verdes infinitos y unos rizos castaños que me hicieron perder la poca cordura que me quedaba al verte sonreír, mas tu mirada estaba perdida.

Te giraste y me sonreíste mostrando tus colmillos de depredador, sonriendo a tu siguiente presa. ¿Por qué fui yo? Aún sigo sin saberlo. Mantuve la mirada todo el tiempo, fascinándome por lo hermoso que eras, aun estando completamente drogado.

Ahí fue cuando mi obsesión llegó a tal grado que quería conocer todo, absolutamente todo sobre ti, que hicieras conmigo lo que tú quisieses y yo no me iba a quejar de nada.

Estaba despierto, pero soñaba contigo. Estabas desnudo frente a la hoguera y te dabas la vuelta para mirarme a los ojos mientras recitabas sin pena alguna unos versos de Charles Bukowski.

Ojalá me hubiera quedado quieto y no hubiera decidido avanzar para alcanzarte, ojalá no hubiera hecho caso omiso a las suplicas de mi cerebro diciéndome que me fuera allí.

Pero lo misterioso siempre ha sido tentador, y tal y como Hume nos decía... los seres humanos nos dejamos manipular por las pasiones, y la razón solo es una pequeña parte de nuestra vida.


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