Parte 30 La Torre de Astronomía.

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La imagen era imponente para una y relativamente adecuada para el otro, entraron de la mano, ya era una costumbre, y al parecer ellas se buscaban casi sin conciencia de sus dueños, se daban ánimos, se sorprendían, se acariciaban, cualquiera diría que tenían vida propia, si el resto de sus cuerpos estaban cerca, ellas sentían un magnetismo que las atraía mutuamente, las acercaba, hasta que estando juntas les era difícil, muy difícil separarse, así desde que llegaron el día anterior, solo se separaron para ir a dormir unas a la torre de los leones y las otras a congelarse al fondo del lago, en las mazmorras de las serpientes. ¡Que placer sentían ellas ahora juntas!

_Es bellísima_dijo la castaña, sonriendo para si y para su acompañante.

_Está bien, y tiene los colores de mi casa.

_Oye, que también tiene los colores de casa._ dijo atropelladamente.

_Si, tienes razón tiene los colores de casa,_ la mano que no tenía ningún agarre se escurrió por la cintura de la chica, pidiendo permiso para explorar su abdomen, su flanco, y llegar a la quebrada de su espalda, justo antes de encontrarse a la línea que lleva al sur, allí se alojó, cómodamente en ese pequeño hueco, extendió sus dedos para tocar más piel, para permitirse mayor calidez y así puesta tomó valor y fue haciendo presión, presión que desencadenó una tormenta eléctrica en el cuerpo de la castaña al terminar de escuchar la frase del rubio,

_ si de nuestra casa, tuya y mía, _la plata de sus ojos se derretía en lava mientras ella se dejaba acercar a tal hoguera, la pasión, se olía, acortaba las distancias, estremecía sus cuerpos y su mentes no estaban funcionando ya a toda máquina, el seguro por sobrecalentamiento se había activado y la desconexión estaba muy cerca, y si se daba ahora, ya no habría vuelta atrás,

_ven, veamos que más hay aquí. _Draco supo por las oleadas de calor de su cuerpo, que moría por besarla ya y por las corrientes aleatorias de los pensamientos que estaban surgiendo en su mente, que si lo hacía ni Merlín lo separaba de ese cuerpo en los próximos cuatro meses, ya nadie sabría en el colegio qué sería de ellos, se amotinaría en SU TORRE con ella, haciéndole el amor de continúo y por su amor había prometido esperarla. Si un Malfoy se jacta aún de algo, es de no quebrar sus promesas, acarició su rostro, vio la decepción del beso que no obtuvo en sus ojos, pero la jaló sonriendo hacia el interior de la torre, realmente deseaba descansar.

La puerta de entrada daba a un pequeño salón, donde había una cartelera llena de papeles pinchados en ella, que luego Hermione revisaría cuidadosamente, unos pasos delante, en la pared frente a ellos, calentaba la torre una gran chimenea replica de la que se encontraba en la sala de Griffindor, para disfrutar ese calor a hogar, un par de sofás de cuero negro enfrentados a una mesita baja, con revistas muggles y mágicas idéntico al de sala verde y plata, a la derecha una mesa amplia, en la podrían estudiar, comer, y jugar (Draco aleja esos pensamientos de tu mente) allí en la pared detrás de la mesa separados por ventanas de piso a techo, estaban las entradas a sus dormitorios, bien camufladas con forma de biblioteca.

Hacia el otro lado un bureau de estudio, con papeles y plumas, y una mesita de ajedrez con dos sillones acorde, la sala era realmente cómoda, elegante, pero sin exagerar, tenía mucho más que lo podían necesitar para pasar los últimos cuatro meses de colegio allí.

Juntos se encaminaron a una de la bibliotecas ambos dijeron su nombre a la vez y la puerta reveló a quien pertenecía ese dormitorio...  

  

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La Apuesta de Mrs. MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora