Mente

2.1K 213 74
                                    

—Pacifica... Resiste, por favor... Voy en camino... No dejaré que ese monstruo te lastime...

La visión de Dipper comenzó a volverse borrosa y pesada, su cabeza le daba vueltas, sudaba frío y sentía unas tremendas ganas de querer vomitar. Cada paso representaba un sufrimiento eterno para el desvalido chiquillo de doce años, el cual comenzó a perder cada vez más y más sangre. No obstante, su objetivo estaba fijo. Encontrar a Pacifica era la máxima prioridad para salvar a su hermana, a sus amigas y detener el genocidio del temible Doctor Anderson de una vez por todas. Mientras tanto, Pacifica aun en cuclillas, se aferraba a sí misma, tratando de convencerse por todos los medios posibles de que nada de lo que había escuchado pudiera haber provenido por parte del propio Joey. La joven Northwest cerró los ojos por un lapso de dos segundos y al abrirlos nuevamente; se percató de que se encontraba cercada por aquellas criaturas de aspecto deforme y poco más que repugnante. Pacifica quiso correr, pero sus piernas permanecieron sin responder ante las órdenes de su cerebro y ante sus instintos básicos de supervivencia. En cambio, optó por apretar fuertemente los dientes y desmoronarse a través de un llanto desmesurado. Sin embargo, justo cuando una de aquellas criaturas estiró su deforme brazo para alcanzarla; una luz muy brillante se interpuso entre Pacifica y el engendro, consiguiendo que este último y el resto de ellos retrocediera.

—¡Corre, Pacifica! ¡Corre! —Dijo una voz proveniente de aquel destello luminoso.

La anonadada mirada de Pacifica lo decía todo. Ella no sabía explicar exactamente lo que acababa de suceder, pero aquella cálida y tranquilizadora voz la había provisto del coraje y del valor necesario para escapar de ahí con los movimientos de sus extremidades prácticamente íntegros. Dicho y hecho, cuando Pacifica emprendió su escape; la brillante luz de origen desconocido se desvaneció a través el aire, dejando libres a las criaturas, las cuales no demoraron en ponerse en marcha para capturar a su presa.

—¿Qué fue eso? —Se preguntó mientras corría—. No entiendo nada... ¡Quiero irme a casa!

Pacifica continuó huyendo sin tener una dirección o ruta específica a dónde ir. En cambio, se encontraba tan ocupada formulándose cientos y cientos de preguntas en su cabeza, que no prestó atención al camino, ya que al llegar a una intersección en el laberinto; se estrelló de frente contra algo que la tumbó al suelo. Cuando Pacifica recobró el sentido luego de sobarse ligeramente la cabeza, lo primero que sus ojos miraron fue el cuerpo maltratado de Dipper frente a ella.

—¡Dipper! —Gritó de felicidad.

—¿Pacifica? —Dijo el joven Pines, incorporándose levemente para quedar sentado sobre el suelo aún confundido por el encuentro.

—No sabes lo feliz que estoy de verte. —Dijo, soltando lágrimas de felicidad para inmediatamente abrazarlo con todas sus fuerzas y finalmente darle decenas de besos directamente en los labios—. Nunca te vuelvas a separar de mí. ¿Entendiste, tontito?

—Descuida... No lo haré... —Afirmó, aún confundido, pero con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Dónde diablos te habías metido? ¡Oh dios mío! ¿Qué que te pasó en el brazo? —Le cuestionó, cambiando repentinamente el propósito de la conversación al notar la profunda herida—. Estás sangrando mucho... Hay que hacer algo pronto... Trata de no moverlo.

—No te preocupes. —Se puso de pie con dificultades, aún con la ayuda de Pacifica—. Al menos tú estás bien. Eso es lo que importa.

—¿Qué estás diciendo? Tú eres alguien importante para mí también. Es gracias a ti que aún sigo con vida.

—Te equivocas. —Su voz comenzó a debilitarse poco a poco—. Es gracias a mí que estas atrapada en este infierno... Si no hubiera tenido la estúpida idea de invitarte a una aventura con nosotros, no tendrías que estar pasando por todo esto. Es por eso que voy a sacarte de aquí, a Mabel, a Candy y a Grenda... Las sacaré de aquí aún así me cueste la vida.

El Juguetero Siniestro [Dipcifica] [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora