Enigma

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—¿Y ahora qué? —Preguntó la chica rubia.

—Supongo que debemos seguir por este nuevo camino. —Dijo, al señalar el oscuro pasillo que por instinto debían seguir para continuar con su travesía—. Pero antes necesito hablar muy seriamente contigo. Necesito que me aclares lo que dijiste allá atrás. Si no me equivoco y basándome en tus palabras... Tú también tuviste un hermano gemelo... ¿No es así? Entonces dime, Pacifica... ¿Qué fue lo que ocurrió con él? ¿Acaso tuviste algo que ver?

Pacifica sintió las palaras de Dipper como si fueran una corriente de electricidad de diez mil voltios.

—No... No quiero hablar de eso... —Pacifica evitó la mirada de Dipper a toda costa—. Además... Este no es el mejor momento para conversar de ese tipo de cosas.

—Espera... ¡Pacifica! —Dipper trató de detenerla al colocar su mano sobre el hombro derecho de la chica.

—¡Déjame en paz, cabeza de mono! —Se giró furiosa, apartando la mano de Dipper al momento de sentir el contacto—. ¿Qué no lo entiendes?

Dipper agachó la mirada.

—De acuerdo... Lo siento... —Dijo con voz entrecortada—. No era mi intención.

—No importa... Será mejor que continuemos. —Finiquitó, dándole la espalda al joven.

En ese momento, la compuerta que los dos niños habían cruzado previamente para ponerse a salvo de semejante e infernal destino volvió a cerrarse, dejándolos completamente a oscuras, pero únicamente por un par de escasos segundos, ya que un trazo sobre el suelo elaborado de flechas iluminadas aparecieron de la nada; tal y como había sucedido mientras ambos se hallaban perdidos en aquél laberinto. Acto seguido, ambos jóvenes supieron exactamente qué hacer.

—¡Vamos! —Anunció Pacifica, avanzando.

—Sí... —Dipper respondió, siguiendo sus pasos.

El recorrido duró mucho menos del que se esperaba a pesar de que ninguno de los dos había dicho o tratado siquiera de pronunciar una sola palabra. Al llegar al final del camino, Dipper y Pacifica se toparon de frente con otra compuerta más, la cual se abrió de forma automática para darles paso a una habitación exactamente igual a la anterior en términos de proporciones, pero con la abismal diferencia de que en esta ocasión, abarcando el centro de la misma; se encontraba una enorme bañera con una tela húmeda y bastante sucia cubriéndola por encima. Más allá de la bañera, se encontraba sobre el suelo, una pequeña hielera parecida a la que se usan en los hospitales para preservar frescos los órganos de los donantes. Y por último, más allá de la hielera; una puerta de metal amordazada por gruesas cadenas siendo sujetadas por tres colosales candados. Entonces, al entrar, la compuerta se cerró herméticamente por detrás de ellos.

—¿La tercera prueba? —Dipper suspiró.

—Supongo que esa bañera de ahí tiene algo que ver. —Dijo Pacifica, desesperanzada—. ¿Y por qué está cubierta con ese trapo mugroso? ¿Y por qué huele tan mal? —Se tapó la nariz con su antebrazo—. Esto me da muy mala espina.

—Nunca saldremos de este lugar si nosotros no damos un paso adelante. ¡Espera, Pacifica! ¿Ya viste eso? —Dipper señaló y se encaminó hacia la bañera en cuestión, percatándose de cómo sobre el suelo, a los pies de la bañera; se hallaba una nueva grabadora junto con otra pequeña cinta, la cual, al igual que la cinta anterior; tenía escrita de forma fría y misteriosa la frase: "Reprodúceme" en una nota adjunta. Sin embargo, lo que realmente sacó a Dipper fuera de lugar, fue la fotografía instantánea que se hallaba adherida a la grabadora con una cinta adhesiva. Una fotografía en la cual se observaba a Mabel; con su rostro magullado y a punto de ser el blanco de una potente escopeta de cazador controlada por un mecanismo de cadenas y cuerdas.

El Juguetero Siniestro [Dipcifica] [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora