Capítulo 1

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Me desperté allí, donde siempre, donde solía hacerlo los últimos tres meses, donde empezó todo. Aquella casa. Aquella adinerada y entrañable casa. Era cautivadora, demasiado, para ser sinceros.
Era tan silenciosa que me estallaban los oídos.

No había nadie, nunca lo había. Siempre estaba sola, o al menos eso parecía. Pero mi teoría allí era que las apariencias siempre engañaban, porque, al fin y al cabo mi instinto me repetía una y otra vez que yo presenciaba siempre otras almas y que aquella no iba a ser una excepción.

Aún así, nunca gritaba, ni pedía auxilio, siempre me las arreglaba yo sola para salir de allí. Lo cierto es que nunca sabía cómo lo hacía. Y aquello me aterraba. Tenía miedo por si alguna vez no lo conseguía y me quedaba allí atrapada, en la noción del tiempo, en la esencia de lo eterno.

Decidí levantarme de aquel helado y suave suelo, repleto de un mármol con apariencias antiguas. Debía ponerme en marcha cuanto antes y averiguar cómo salir de allí.
Lo único que conseguía recordar siempre de aquel lugar era una regla básica y esencial: -cuanto más tiempo transcurra, más débil te volverás si sigues en aquel misterioso hogar- alguien me las había susurrado al oído de la nada alguna vez.

Todo estaba oscuro, salvo una tenue luz que me rescataba de mi agobio y soledad, situada en el techo de aquella familiar habitación. Estaba ya familiarizada con ella porque siempre despertaba allí, y me aterraba el pensar que probablemente nunca sabría el porqué.

Giré el pomo de una puerta hecha de madera justo cuando me levanté y la vi situada a mi izquierda, tardé un poco debido a que mis humedecidas manos no hacían más que temblar, pero finalmente lo conseguí.

Y qué es lo que ahora debía hacer?
Aquello era una especie de juego maldito o algo así?
Pues ninguna gracia tenía, y seguramente el ser que me hubiese escogido, no me conocía de nada, porque si así fuera, sabría que yo no estoy capacitada para esta clase de cosas.

Contemplé un largo y oscuro pasillo, esta vez no iluminado por nada, ni siquiera por otra tenue luz como la habitación anterior, y es que, aunque abriera ésta de canto a canto, no iluminaría ni la cuarta parte de lo que ahora iba a recorrer. Así que, por precaución, me pegué a la pared derecha y arrastré mis pies lentamente, de forma que si me chocaba contra algo, haría el más mínimo ruido posible.

Finalmente, después de unos dos eternos minutos, toqué con mis propias manos lo que llegaba a ser otra puerta, esta vez blindada con cristal. A través de ella pude observar que ésta si que estaba iluminada y no por una luz tenue, sino por una mucho más potente.

Justo cuando la abrí, pude apreciar lo que venía siendo una mesa alargada, repleta de velas sobre ella, situada en el corazón de aquella sala, informándome que era un comedor y que, probablemente, en poco tiempo, una familia iba a cenar, así que realmente yo allí sobraba. Aún así, decidí examinarla un poco, antes de marcharme. Era enorme, tanto que me vendría un largo rato si la quería observar entera. Pero no me hizo falta, porque algo me llamó la atención mucho más que los muebles y objetos que en ella residían. Era una silueta de un joven de espaldas, intuí que tendría sobre unos dieciséis años, como yo. Se encontraba histérico, lo pude notar por sus pies, no hacían más que temblar, posiblemente estuviese pasando por la misma situación que yo.
Lo llamé, y justo cuando iba a girarse, todo se desvaneció, tomando forma de la habitación en la que todos los días dormía, en mi real casa, en la que vivía a diario.

De una pesadilla, un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora