Capítulo 7

45 4 0
                                    

Desperté en la habitación de siempre. Sí, esa habitación tan sencilla que simplemente destacaba por su escasa luz tenue situada en el techo, de una tonalidad amarillenta.

Era la primera vez que me paraba a reflexionar por qué una habitación podía ser tan simple y carente de la mayoría de muebles que todas ellas contenían. Tan sólo incluía un cuadro de un hombre mayor en una de las paredes, y en otra un espejo alargado de unos tres metros, en el que podías contemplar tu silueta perfectamente si se te antojaba. Ya está, nada más. Era extraña, pero también era extraño el hecho de que siempre despertase allí. Aunque en realidad, si nos paramos a reflexionar, el simple hecho de repetir siempre la misma pesadilla repleta de soledad -aunque ya no- también era extraño de por sí.

Tantas preguntas sin respuesta, tantas cosas que averiguar, la mayoría de ellas sin sentido...

-Mi futura amiga -la voz de Arthur me sacó de mis pensamientos. Cómo lo echaba de menos apenas haberlo visto tan sólo dos veces. En un acto reflejo, después de haber sonreído involuntariamente, observé a través del espejo buscándolo, pero fruncí el ceño porque no se le veía, y justo cuando me giré, ahí estaba, en una esquina de la habitación apoyado en la pared: el joven alto de cabello rubio con sonrisa irónica y una pizca egocéntrica, y con unos ojos verde esmeralda tan enigmáticos, que daría lo que fuese por navegar a través de ellos, solamente para averiguar lo que ocultaban-. 

-Hola, Arthur. Vaya, si ya sé tu nombre. Qué extraño, pensaba que nunca me lo dirías. -sonreí irónicamente. En definitiva lo nuestro era hablarnos siempre con sarcasmo-.

-Vaya, siéntete afortunada, pues últimamente desconfío de todo el mundo. Por cierto, has averiguado algo durante el tiempo que has estado en la otra dimensión?

-Sí, algo he averiguado, pero no sé si es importante o no. El caso es que no tengo pensado decírtelo hasta que me cuentes por qué no aparece tu silueta en el espejo -lo desafié con la mirada mientras me levantaba, porque ya se quitaba la suficiente altura de mí como para que encima le retase estando yo sentada-.

-Eso me gustaría saber a mí. Tantas preguntas sin respuesta... tantas cosas que averiguar... -abrí los ojos lo que más pude al percatarme que estaba diciendo lo mismo que había repetido yo en mi mente varias veces segundos atrás-.

-Acaso puedes leer mi mente?

-Ya quisiera yo, pero hasta ahora que yo sepa no tengo superpoderes. Dejémonos de chorradas y pongámonos a la acción. Necesito que me cuentes ya lo que has averiguado.

-Mi amiga Alice, lleva varios días ignorándome e incluso llorando desde que le dije que te vi. Esta mañana me ha preguntado tu nombre, pero yo obviamente le he mentido.

-Sabía que no me fallarías, algo bueno resalta en ti y espero no equivocarme. No sé qué se traerá tu amiga entre manos, pero como te he dicho anteriormente, no me fío un pelo de nadie, a excepción de ti, claro está -me guiñó un ojo mientras se acercaba lentamente a mí, lo más probable era que quería ganar nuestro desafío de miradas y sonrisas irónicas, pero yo no lo iba a dejar-.

-Pues me alegro entonces. Escucha, ya has podido deducir que siempre acabo desapareciendo de aquí al poco tiempo de haber aparecido, así que necesito que me ayudes a averiguar cómo permanecer todo el tiempo que quiera, ya que sino, difícil me resultará ayudarte.

-De eso quería hablarte. Durante los días que has estado ausente, he podido averiguar ciertas cosas. Una de ellas ha sido que he encontrado este valioso papel en el que pone una fórmula para que seas inmune a esa debilidad que siempre presencias. Encontré una caja en uno de los despachos de esta mansión con varios números que teclear para poder abrirla. Intenté hacerlo, pero a mí no me deja, quizás a ti sí, por eso deberías intentarlo. Toma, aquí está -me prestó la caja rectangular y la coloqué en el suelo, ya que no había ninguna mesa donde poder dejarla-.

-Está funcionando. Y ahora tengo que beber de este frasco?

-Sí, aunque yo de ti tomaría de momento una sola gota, no nos podemos fiar.

-Está bien -coloqué el frasco de unos quince centímetros boca abajo hacia su tapón para que pudiese caer un poco de ese líquido transparente, y finalmente bebí de él-.

Justo después de haber tomado solamente una gota, pude sentir un fuerte dolor de cabeza. Empecé a tambalearme y finalmente, caí al suelo a causa de un desmayo.

De una pesadilla, un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora