Capítulo 2

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A partir de ese día el niño no volvió a sonreír. No soportaba estar separado de su madre, un profundo dolor había aparecido dentro de su corazón desde el momento en el que la alejaron de su lado.

El muchacho que se encargaba de cuidarlo le acercaba comida todos los días, sin embargo hacía caso omiso ante esto. Estaba demasiado deprimido como para preocuparse por algo tan insignificante como comer.

Si seguía de esa forma podría morir.

En la asamblea del centro, se reunieron las principales personas a cargo del liderazgo del pueblo. El tema principal era Damián, teniendo a un supuesto demonio cautivo en la prisión subterránea, debían estar al tanto de todo lo relacionado con este.

—El chico no demuestra interés alguno en comer —dijo el joven que se encargaba de vigilarlo—. Si sigue de esta forma no durará más de una semana.

—¿A qué se debe esto? —preguntó el jefe de la policía—. Después de todo, tú lo vigilas la mayor parte del tiempo, Max.

—Desde que Ana fue forzada a alejarse de él, comenzó a adoptar este comportamiento —aclaró Max—. Separarse de ella le ha afectado mucho.

—No es para menos... Después de todo es su madre —objetó el oficial con tono de voz compasivo.

—Tenemos que encontrar la manera para hacerlo comer, no importa si debemos obligarlo, no queremos que muera —comentó el doctor un tanto preocupado.

—Veo muy difícil esa posibilidad, ni siquiera levanta la vista cuando voy a vigilarle de cerca —agregó Max un tanto preocupado.

Se hizo un silencio muy incómodo en la habitación, la tensión se podía sentir en el aire, pero todo esto fue interrumpido por un ruido bastante molesto.

—No necesitamos que coma —dijo el alcalde después de aclararse la garganta.

—¿De qué está hablando, señor alcalde? —preguntó incrédulo Max—. ¡El chico morirá!

—Ese es el plan —explicó el hombre, con una sonrisa maliciosa dibujada a lo largo del rostro—. Morirá sin necesidad de que lo asesinemos. ¡Es la oportunidad que hemos estado esperando!

—No podemos hacer eso —dijo Max—. ¿Qué se supone que le diremos a Ana? ¿"Decidimos dejar morir a tú hijo"?, ¡No podemos hacerle eso a Damián!

—Max, es suficiente —dijo el jefe de la policía con una voz firme.

—¡Está es una verdadera injusticia!, ¡Se está atentando contra la vida! —protestó en cuanto se levantó de su asiento.

El oficial de policía suspiró. Intentar razonar con Max sobre ese tema era imposible, su sentido de la justicia era el correcto, sin embargo no era el que se usaba en ese pueblo. Era demasiado joven para entender ciertos temas.

—Si no eres capaz de obedecer  las órdenes dadas, será mejor que te retires.

Inmediatamente, se dio cuenta de que nadie en esa sala pensaba apoyar su punto de vista, todos estaban sometidos ante las ideas del alcalde. Bajó la vista, y segundos después volvió a ocupar su lugar. Dentro de sus ojos se podía distinguir un completo enojo y desaprobación sobre todo el asunto.

—Me parece que todos estamos de acuerdo —dijo el alcalde—. Tienen estrictamente prohibido decirle algo acerca de esto a Ana.

Nadie, a excepción de Max, tenía nada que decir, era cierto que no querían matar a un niño, pero tampoco querían dejar vivir a un demonio. 

Al finalizar la reunión, mientras todos se levantaban y hablaban de temas triviales con sus conocidos, Max se dirigió de inmediato hacia la salida de aquel lugar, quería llegar cuanto antes a su propia casa, no creía soportar todo el coraje que sentía durante tanto tiempo.

Legado del caos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora