Capítulo 5

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La actitud de Ana había presentado un cambio muy drástico durante los últimos meses. Anteriormente se encerraba en su casa y no salía por ningún motivo, no le importaba que alguien estuviera llamando a la puerta, ella simplemente esperaba a que dejaran de golpearla y se marcharan por cuenta propia.

Jamás acudió al llamado, ni siquiera cuando su hermana llegaba a altas horas de la madrugada suplicándole que abriera, mucho menos aquella vez que su madre se dignó a pararse frente a su puerta y fingir preocupación. Las dejaba fuera, no se molestaba en disculparse con ellas, quería estar sola.

Si su hijo no era feliz, ella tampoco lo sería. Si su hijo estaba siendo obligado a vivir en soledad, ella se obligaría a sí misma a vivir en esta. Si Damián no podía experimentar la libertad, ella no tenía derecho a hacerlo. Todo esto provocado por un fuerte sentimiento de culpa que ella misma había creado dentro de su sufrimiento.

Sin embargo, de un momento a otro, todos sus vecinos pudieron ver como las ventanas de su casa volvían a estar abiertas, pudieron ver a Ana salir de su refugio, la vieron sonreír y volver a su vida cotidiana. Nadie se podía explicar el porqué, pero prefirieron no preguntarle nada respecto a su estado emocional, no querían que volviera a caer en aquella depresión que había estado consumiendo su vida.

Con el paso de las semanas, la forma de vida de Ana parecía volverse más movida, iba y venía todo el tiempo, de un lado hacia otro, nunca paraba.

Como resulta lógico, al notar todos estos cambios en su hermana, Cassandra decidió acercarse a ella para intentar entenderla mejor, para demostrarle su apoyo.

—¡Ana, abre la puerta! —Exclamó la mujer de cabello castaño, mientras golpeaba la puerta de la casa de su hermana­—. Por Dios, abre de una buena vez... Mamá ha decidido no acompañarme.

Los segundos pasaban, no parecía que Ana tuviera la intención de atender. No la culpaba, en realidad, esta tenía sus propios motivos. La chica estaba a punto de darse por vencida, cuando escuchó el sonido del candado siendo abierto, posteriormente, se encontró parada frente a su hermana.

—Hola, Cass —dijo Ana con una sonrisa en el rostro a la vez que se encontraba indicándole con su mano que entrara a su hogar—. Pasa, adelante.

Cassandra obedeció, entró a la casa de su hermana después de tantos años, miró a su alrededor, prácticamente nada había cambiado. La única diferencia era que el ambiente se sentía diferente a como ella recordaba, demasiado pesado, demasiado frío, demasiado triste. La última vez que había hecho acto de presencia en la casa de Ana había podido sentir la emoción y la alegría presentes por cada rincón de aquel lugar, pero también era cierto que en ese tiempo Marco estaba al lado de su hermana. Si tan sólo nunca se hubiera ido, las cosas para Ana no serían tan complicadas.

—¿Cómo has estado últimamente? —preguntó por fin Cassandra cuando se sentó en una silla de madera que se encontraba al lado de la mesa.

Ana había ido a la cocina por unas tazas y una tetera, al encontrarlas comenzó a preparar el té. Cassandra se levantó y se dispuso a ayudar poniendo la mesa, tomó las tazas y las acomodó frente a cada uno de los asientos. Una para su hermana y otra para ella.

—Bien, he pensado en que necesito un cambio en mi vida —soltó Ana con un ligero toque de entusiasmo en la voz, su hermana la miró con curiosidad, hacía mucho tiempo que no la escuchaba decir algo con emoción—. Probablemente emprenda un viaje, no tengo idea hacia donde iré, pero sé...

La voz de Ana se vio interrumpida por un comentario hecho por su invitada.

—Respecto a tú hijo... —agregó Cassandra, la expresión de Ana lo decía todo. No quería hablar de eso—. Sé que es difícil, pero debes de poder superarlo algún día.

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⏰ Última actualización: Apr 24, 2016 ⏰

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