Sus ojos eran los mas preciosos que alguna vez hubiera visto. No eran azules ni verdes. Solo marrones. Pero no era el color lo que los hacía únicos, sino lo que estos escondían detrás. El brillo que llevaban consigo. Las estrellas reflejadas en ellos en una fresca noche a la luz de la luna. Lo que los hacían perfectos eran los sueños que resguardaban, esos que estaban a flor de piel, pero no podían salir. Lo especial en sus ojos era la forma en que cuando él sonreía, ellos danzaban, la forma en que miraban el horizonte, pensando en cosas tan lejanas. Lo indescriptible en sus ojos provenía de su alma, tan pura que se reflejaba su corazón en ellos. Y me siento afortunada por haberlos visto, porque pocos han de tener esta suerte de poder vivir con esos ojos clavados en sus recuerdos, con esos ojos tan únicos, que al verlos llenan de sentimientos.
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