Capítulo 4. Hogar dulce hogar

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Narra Melanie:

Era otro día, un nuevo día. Un día sin besos, ni malos momentos, ni lágrimas.
Un nuevo día para distraerme.

-Mamá, me voy a la playa, más tarde regreso-.
Le grité desde la entrada de mi casa a mis padres que estaban arriba haciendo las maletas. Sí, hoy nos volvíamos a Seattle. Hogar dulce hogar.

Se sentía raro caminar hacia la playa sola. Estaba acostumbrada a salir con Alex, pero no lo quería ni ver.

Llegué y me recosté en la arena. Solo me puse a pensar. Sola. En paz.

¿Porqué Alex me hizo esto? Es decir; ya arruinó todo cuando me besó, pero más lo hizo cuando me besó y luego besó a London. A LONDON. No podía ser otra persona a quien no odie por lo menos.

Traté de no llorar, pero fue tarde. Me sentía una estúpida. Cada lágrima que salía trataba de borrarla de mi rostro pero era inútil. Cada vez eran más y más.

Narra Alex:

-Hijo despierta-. La dulce voz de mi madre.

-Ma, ¿qué hora es?-. Pregunté medio somnoliento.

-Ya deberías de haberte levantado, son la una de la tarde hijo-.

¿Una? Mel y yo siempre salíamos juntos a la playa a esa hora.
Tenía esperanzas de ir y encontrarla a ella allí.

Rápidamente me vestí. Bajé a comer algo, y rápidamente salí de mi casa. A todo eso ya eran la una y cuarto.

Caminé, aceleré el paso, corrí. Todo para llegar a ver si Mel estaba en la playa, en el lugar en dónde pasamos la tarde siempre.

¡Mierda! Lo olvidé. Hoy Mel se vuelve a Seattle.
Quizá no esté allá.
Quizá este en su casa, preparando las maletas.
Quizá está en otro lado
¿Quién sabe?

Pero conociéndola, estaba seguro de que ella estaría allí.
Quizá en la playa.
Quizá esperando a que yo vaya.
Quizá con ganas de escuchar la verdad de lo que pasó ayer.
Quizá esté ahí.

Llegué al lugar.
La ví. Ahí estaba ella con su cabello largo inmaculado.

-¡Mel! ¡Melanie!-. Le grité mientras corría hacia ella.
Pero Mel seguía quieta. No mostró reacción alguna. Pero quizá era bueno; no salió corriendo.

-Mel quiero explicarte lo que pasó ayer-.

-No, hoy no. Hoy quiero estar en paz. Hoy quiero disfrutar mi último día sin pensar en cosas, sin pensar en ayer, sin pensar en momentos malos, solo en paz-.

-Okay, está bien ¿puedo?- Señalé el suelo pata sentarme junto a ella.
Mel asintió con la cabeza.
Y recostó su cabeza en mi hombro. Como si nada. Pero está bien. Era su último día en Miami. Y yo me volvería el día siguiente.

-Alex-.

-¿Si?-.

-¿Porqué London?¿ Porqué no otra?-.

-No lo sé Mel, dijiste que no querías hablar hoy de eso-.

-Lo sé, pero es que la odio tanto-

-Si, yo también estoy comenzando a odiarla-.

Luego de pasar un largo rato en la playa ya era hora de volver.

-Alex ¿me acompañás? Debo irme; en dos horas tengo que tomar un avión-.

-Está bien, vamos-.

Era un avance. No parecía estar tan enojada con ayer.

Así que volvimos. Ella entró a su casa y yo a la mía.

Entré, cerré la puerta lentamente, me di vuelta y me apoyé en ella pensando en si la cosas volverían a ser como antes.

Narra Melanie:

Caminamos esas dos cuadras que había de distancia a mi casa.
Creo que antes de entrar cada uno a su casa ni nos saludamos. Simplemente nos fuimos.

Entré. Cerré la puerta lentamente. Giré. Y me apoyé en la puerta. Suspiré.

-Mel cariño, ¿ya preparaste tus maletas?-. Así decidió irrumpir mi mamá el silencio.

-Si Ma, ahora las bajo-.

-Que sea rápido porque debemos abordar el avión de vuelta a casa en menos de dos horas-.

-Está bien mamá-.

Subí las escaleras y bajé mis maletas.
Por desgracia tropecé en el último escalón y mi maleta se abrió. Junté nuevamente todo y encontré una fotografía.
Una fotografía de Alex y yo.

Me quedé a contemplarla un buen rato recordado las tres semanas felices que pasé con él, salvo un día. El día del cumpleaños de Addy.

Guardé la fotografía con una pequeña sonrisa en la maleta causada por los recuerdos.

Salimos a acomodar las maletas al taxi que nos llevaría al aeropuerto; cuándo en eso salen los padres de Alex para depsedirnos.

-¿Y Alex?-. Le pregunté a su madre.

-En casa en su cuarto, dijo que no quería venir a saludar. ¿todo bien entre ustedes?-.

-Em sí, ¿le importa si pasó a su cuarto a saludar?-.

-Para nada Mel, pasá-.

Crucé la calle y la puerta estaba abierta. Subí las escaleras de la casa de Alex. Golpeé la puerta de su cuarto.

-¿Alex puedo pasar?-. Dije mientras abría lentamente la puerta. Así que fue inútil preguntar primero.

-Alex a tu mamá le preocupó que no fuiste a despedirte-.

-Lo sé, le dije que no iría-.

-Esta bien. ¿Y? ¿no vas a saludarme?-.

-No, Mel, sin despedidas. Total en un día también regreso-.

-Okay, adiós-. Dije desilusionada mientras me retiraba del cuarto-.

-Em Mel, esperá-.

Y sonreí.

-Sí. ¿Que pasa?-

-¿Podrías cerrarme la puerta cuando te vayas?-.

-Ah eso, si si-. Y se borró la sonrisa de mi rostro.

Salí de su casa bastabte bajoneada. ¿Se habrá enojado conmigo?

-Bueno Mel, ya nos vamos-. Dijo mi padre.

Y en menos de una hora ya estábamos en la entrada del aeropuerto.
Bajamos del taxi, bajamos las maletas y entramos al edificio. Pasamos por la cafetería a comer algo rápido. Y abordamos el avión.

Ya estábamos rumbo a casa, volviendo a Seattle, en dónde mi mundo de paraíso se acabaría.

Ah cierto, olvidé mencionar que mi mamá esta embarazada.
Sí. En un par de días tendré una hermanita.

Querida MelanieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora