Capítulo 9: Reconciliación

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Narra Melanie:

Terminé de despedirme de mi madre. Aún seguía llorando porque de verdad que no podía comprender por qué tenía que pasarle esto a mis padres.

Alguien tocó la puerta de la habitación en dónde estaba mi madre.

-Mel, ¿ya podemos pasar?-. Preguntó con un tono dulce y comprensivo mi tía. Noté que ella también no podía evitar llorar. Después de todo su hermana y su cuñado habían muerto.
Había sido tía por segunda vez y todo en el mismo día.

Respiré ondo antes de responder, pues había llorado lo que jamás lloré en mi vida.

-Em . . . Si si, pasen-.

-Está bien familia, desconectaremos a . . . Bien ya saben-. Dijo la doctora.

Y de repente el sonido que emitía la máquina a la cual estaba conectada mi madre hiso ese perturbante sonido en corrido. Mi mamá definitivamente estaba muerta.

Cubrieron su rostro con la sábana. Y yo mientras tanto no podía lograr dejar de llorar. Tantas lágrimas se me escapaban que era imposible contarlas.

En un rato vendrían a llevarse el cuerpo de mi mamá.
Yo quise quedarme junto a ella, mientras que mi tía, que por cierto lloraba tanto como yo, salía a despejarse un poco. La bebé estaba en observaciones para controlar que todo esté en orden.

Tomé asiento, apoyé mi codo en la mesa que había junto a ese sillón y recosté mi cabeza en mi mano; y me quedé contemolando el cuerpo, el difunto cuerpo de mi madre. Secaba mis ojos con un pañuelo y limpiaba mi húmeda nariz con el mismo.

Por ese momento dejé de pensar en Alex, ya no me importaba dónde estaba, saber eso era el menor de mis problemas. Solo quería tener un rato de paz y pensar. Tratar de reaccionar por un segundo, y tomarme mi tiempo para procesar esto; para entenderlo.

Narra Alex:

No podía creer que tendría que esperar tres horas para llegar a tomar el vuelo que me dejaría en casa. Estaba impaciente. Me caminé por todo el lugar más o menos para matar el tiempo.

Está bien, ya esas infernales tres horas habían pasado. No tenía ni la mínima noticia de Melanie. No sabía como estaba su madre. No sabía si ella estaba sola. No sabía que le había pasado a su hermana. No sabía nada de ella.
Solo quería estar con ella y abrazarla, consolarla y estar para ella porque que sé que me necesita y ahora más que nunca. Me sentía culpable por no acompañarla en un momento tan feo como este. Pero no podía hacer nada. Los vuelos estaban retrasados tres horas; y por esas tres horas me sentí una persona terrible por no estar con ella, me sentía culpable. Y más me hacía sentirme peor el saber que nuestra despedida no fue tan buena. La traté muy mal y me hacía peor. No sé porqué pero me sentía culpable de todo.

Por fin subimos al maldito avión que hizo que me carcomiera por tres largas horas llenas de culpas.

Solo, en el avión, sentado a un lado de la ventanilla, pensaba en poder llegar lo más rápido posible al Seattle. Ir al hospital que queda más cerca de la ruta porque sabía que ellos estarían allí, llegar e ir corriendo hacia Mel, verla y abrazarla fuerte. Consolarla en mis brazos para que no se sintiera sola. Que ella pudiera saber que estaré cuando más lo necesite.

Me recosté y me pegué una linda siesta. En un rato ya estaríamos en Seattle.

Mi madre me empezó a sacudir.

-Alex, rápido, ya llegamos, debemos irnos ya-. Me dijo.

Reaccioné que ya estábamos allí y me dí prisa en bajar del avión.

Junto a mi padre y a mi madre tomamos el equipaje y nos tomamos un taxi rumbo al hospital.

No debo mentir. Pero de veras que me daba un poco de inquietud e inseguridad viajar en un taxi después de lo que le pasó a Mel. Ya dos accidentes en un mismo día son suficientes. Y no queríamos otro.

Mi mamá lloraba sin dudas y sabía que mi padre también. Ellos y los padres de Mel eran muy cercanos y muy amigos. Podía comprender su dolor. Era como si yo perdiera a Melanie. Me sentiría horrible.

Tube que pasar todo un viaje ida al hospital con dos padres desanimados y llorando y un taxi que me comía vivo de la inquietud que sentía por lo que le pasó a Mel y por cómo esto le pasó en un taxi.

Llegamos por fin, no aguantaba más las ganas de ver a Mel. Estaba muy preocupado por ella. Solo necesitaba verla.

-Qué suerte que todo salió bien en el viaje en ese taxi-.

-Hijo, ni lo digas, a mi también no me gustó nada viajar allí después de lo que pasó-. Regañó mi madre.

Cada vez estaba más cerca de Mel. Por fin.

Entramos y mis papás preguntaron en recepción por la familia Robbins que obviamente fue admitida hace poco. Nos indicaron que subieramos al segundo piso.

Corrimos al elevador tan rápido como pudimos y así con toda la prisa apretamos los botones. En el viaje en el elevador solo respiraba profundo. Necesitaba saber que algo bueno había pasado. Y luego se me ocurrió pensar que para frutilla del postre debía decirle a Mel que volví con London.

Llegamos al segundo piso. Pasamos por un pasillo y observamos varios asientos fuera de las habitaciones de los pacientes. En uno de ellos ví a una chica con unas botas marrones, un jean negro, un sweater rosa, una bufanda marrón que combinaba con las botas y el cabello recogido. Solo que no podía verle el rostro.

Era Melanie sin dudas. Mentiras mis papás caminaban abrazados y lento grité -¡Melanie!- y la chica cuyo cabello llevaba recogido y de botas marrones alzó la cabeza y pude notar que al mirarme una frágil sonrisa de alegría, pero una alegría muy débil, se pintó en su húmedo rostro cubierto de lágrimas.

Corrí hasta a ella a más no poder; mientras ella se levantó de su asiento, parecía estado haberme esperado. Corrí y corrí y ni bien me acerqué la abracé fuerte. Tan fuerte como la consolación que ella se merecía.

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⏰ Última actualización: Mar 04, 2016 ⏰

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