Capítulo 4

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-Sí -asintió-. Tiene que ser... ¿Cómo se dice? La cosa de verdad. Tenemos que intentarlo sinceramente. Es la única forma de que a mí me parezca correcto, la única forma de que sea real para Inmigración. Aunque no sea real de verdad, será honesto. Sé que esto no es fácil para un hombre como tú.

No tenía ni idea de lo que estaba diciendo, pero sonaba halagador.

-¿Qué quieres decir con un hombre como yo?

-Ya sabes... -se encogió de hombros e hizo un gesto con las manos.

-Superficial... ¿me estas llamando superficial?

-Pero bueno en el corazón -se llevó las manos al pecho.

-Gracias... ¿Por qué empiezo a tener la sensación de que tú ya habías pensado en esto?

-Porque es así -volvió a encogerse de hombros-. Pienso en... todas las formas posibles. Siempre sé que, si tengo problemas, tú pensarías en casarte conmigo por los papeles. Hace dos años que trabajo para ti. Se cómo te funciona la cabeza - se señaló la cabeza con el índice-. Así que lo pienso por si ocurre. Pensé en que necesito de ti para decir si
A casarme contigo. Pienso en... ¿Cómo se dice? Mis condiciones.

-¿Te ofrezco salvarte el pellejo y tienes condiciones?

-Aja. Sí. Mientras estés casado conmigo renunciaras a las mujeres.

Renunciar a las mujeres... ¿Dos años sin sexo? Imposible.

-Vamos, soy un hombre. Un hombre con... necesidades.

-Sí .dijo tranquila-. Lo sé.

¿Entonces pensaba acostarse con él? Eso le costaba imaginárselo. Le gustaban las mujeres. Todas las mujeres. Pero jamás desde que Alejandra vivía en su casa había pasado por su cabeza la idea de acostarse con ella. Hasta ese momento. Y en ese momento que lo estaba pensando, no estaba seguro de que pensar. Le parecía... mal, en cierto modo.

Pero bueno, ella era una mujer y él un hombre. Y estarían legalmente casados. ¿Por qué no, si era la única mujer disponible?

-¿Estás diciendo que quieres que sea un matrimonio de verdad en todos los sentidos?

-No, estoy diciendo que puedes... hacerte tú satisfacción.

<<Esto no es real, no estamos teniendo esta conversación>>, pensó, pero sí lo era.

-¿Quieres decir satisfacerme a mí mismo?

-Sí, eso.

Imposible. Si ella tenía condiciones, él también.

-Mira. Odio darte la razón, pero la tienes. Entiendo tu punto de vista. Si tenemos que convencer a Inmigración de que el matrimonio es real, no se me puede ver saliendo con otras mujeres. Así que accedo a renunciar a las mujeres.

Pensó que ella se iba a echar a llorar.

-Gracias, Rafael.

-No me des las gracias aun. Porque tú tendrás que ayudarme. No voy a estar dos años sin meter a una mujer a mi cama.

La gratitud se desvaneció, y su expresión no era muy halagadora. Estaba como pálida alrededor de la boca y sus ojos parecían más angustiados de lo usual. Pero dijo en tono razonable:

-No saltare a las mantas.

-¿Quieres decir que no saltaras a dentro de mi cama?

-Sí. No podremos. Debo tener... tiempo.

-Tiempo.

-Para... conocerte mejor del modo que una mujer conoce al hombre con quien se casa. Un mes. Por favor ¿Puedes aguantar un mes?

¿Aguantar? Podría haberse echado a reír. O haberle dicho que lo olvidara, que era imposible. Claramente no quería tener nada que ver con él en la cama... y se sentía cero excitada por la idea de cambiar de opinión.

Jamás había salido con nadie, al menos que el supiera. ¿Y se habría enterado si lo hubiera hecho? Sí, podía ser inconsciente algunas veces. Se habría acostumbrado a prestarle poca atención. Le subía el sueldo todos los años y le daba una paga extra en navidad. Y cada pocos meses se proponía decirle lo que apreciaba el gran trabajo que hacía para él.

La mayor parte del tiempo se olvidada de que existía y ella parecía estar cómoda así, pero vamos, tampoco él era así de inconsciente. Vivian en la misma casa, después de todo. Se habría dado cuanta si hubiera tenido un novio.

¿Sería Virgen? No sabía si estaba preparado para relacionarse con una virgen. Había tenido una novia virgen cuando empezaba en la universidad. Una había sido más que suficiente. La primera vez que habían hecho el amor había sangrado y después llorado durante horas. Después de una experiencia tan desagradable, había abjurado de las inocentes. No quería líos.

Pero no iba a dejar a Alejandra salir por la puerta arrastrando sus viejas maletas para no volverá verla jamás. Quizás no debería preocuparse tanto tan pronto.

-¿Qué te parece si tocamos de oído?

-¿Oído? -se llevó la mano a la oreja.

-Es una frase hecha. Quiere decir que por qué mejor no ponemos ningún plazo fijo más allá de los dos años de matrimonio obligatorio. Finalmente, bueno, esto... puede que nos acostemos. Pero no antes de que te sientas preparada.

-Puede que nunca me sienta preparada.

-¿Alejandra?

-Sí, Rafael.

-Olvídate del sexo.

-Pero dices que...

-Para. Escucha. Solo tenemos... que volar mañana a Las Vegas, apretar el nudo y desde ahí ver cómo van las cosas.

-Se lo que significa eso -dijo encantada-. <<Apretar el nudo>> es casarse.

-Muy bien. Nos casaremos y renunciare a las demás mujeres. Y no te presionare en nada relacionado con el sexo. No tienes que preocuparte por eso, ¿vale? Esperaremos y veremos.

Amor InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora