Una nueva incorporación

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Capítulo tres:

Día Uno:

Hoy, mi familia ha sido bendecida con una nueva incorporación. Su nombre es Mikomi. Mi familia y yo tardamos bastante en ponerle un nombre al nuevo bebé.

Hablando de entendimiento. Kagome suelta su bolígrafo y se rasca su actualmente dolorosa cabeza. Nombrar al bebé prácticamente había desatado una guerra en el pequeño grupo. Demonios, sólo determinar el sexo fue una batalla.
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-¡Higurashi!

Kagome se levantó y caminó hasta la parte delantera de la clase. La profesora comprobó su nombre en una lista y le tendió un objeto envuelto en una manta de color violeta claro. Kagome cogió el objeto y lo miró con una sonrisa. ¡Era tan lindo! También era un poco pesado. Pesaría unas doce libras (unos 5 kg). Doce libras no parecía mucho, pero para algo tan pequeño era demasiado.

Después de todo aquel tiempo temiendo al proyecto, ahora que estaba sujetando la cosita en sus brazos, estaba empezando a mirar hacia delante. Pensaba en cómo reaccionarían sus amigos de la época feudal.

El resto de la hora de clase fue un martirio. Afortunadamente, era la última clase del día. Cuando sonó el último timbre, Kagome cogió al bebé sin sexo y se marchó del colegio. Parecía sorprendentemente real e incluso la piel tenía el tacto de la de un bebé auténtico. Visto desde lejos, parecía muy real. Miró a sus otros compañeros. La mayoría de ellos también tenían bebés en sus brazos. Algunos tenían mantas azules, otros rosas, otros amarillas y otros las tenían blancas con patitos o veleros dibujados.

La mayoría de los estudiantes llevaban a los bebés de forma parecida a como lo hacía Kagome, como si fueran infantes. Otros habían hecho carritos improvisados para ellos. También había otros que no parecían muy preocupados por sus notas y habían metido a sus bebés en la mochila.

La colegiala estaba un poco más que sorprendida de encontrar a Inuyasha esperándola en un árbol fuera del recinto con una gorra azul en la cabeza. Aunque sus garras hubiesen espantado a sus amigos, no pudo hacer otra cosa que reír.

-¡Hola Inuyasha!

-Keh.

Kagome sonrió abiertamente.

-¿Has venido para llevarnos a casa?

-Keh.

Le había intrigado el verle tratando de no parecer curioso al mirar al bulto que llevaba en brazos. Pero él no engañaba a nadie, por lo menos, no a Kagome. Finalmente, se detuvo en medio de la acera y se volvió hacia el medio demonio.

-¿Te gustaría verlo?

-Keh -bufó-. Como si me importara. -Pero le echó una ojeada al bebé de todas formas, aunque estaba reacio a tocar la manta o al bebé de plástico. Había algo de curiosidad y... ¿era aquello miedo?... por el bebé que había cautivado el corazón de Kagome.
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Inuyasha estornudó.

Odiaba todos los olores de aquel tiempo. Había tantos olores fuertes que era difícil diferenciar los importantes y el que estaba buscando ahora mismo, corría el riesgo de desaparecer. Cerró los ojos y se movió a través de los olores hasta que encontró el que estaba buscando.

Rápidamente, saltó al segundo piso y echó una ojeada al interior a través de la ventana de la clase de Kagome. Tuvo cuidado de no ser visto. La última vez que Kagome lo vio espiándola a través de la ventana lo había sentado. Era un largo camino hasta abajo y golpearse contra el cemento era más doloroso que golpearse contra el barro. No tenía ganas de probarlo otra vez.

El Bebe De Kagome Donde viven las historias. Descúbrelo ahora