Inuyasha cambia un pañal

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Capítulo seis:
Día Ocho:

A veces, uno siente que está completamente solo y que no hay ninguna forma de salir adelante, especialmente con este trabajo. Después de todo, no es que la gente ande tocando a las puertas para hacerse cargo de un bebé llorón.

Pero, a veces, la gente puede sorprenderte
Sonriendo,
Kagome dejó de prestar atención al proyecto y su mirada se dirigió hacia el hanyou. Aprovechando la rara oportunidad, le tocó suavemente las orejas.
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Apenas puede mantener los ojos abiertos. Nunca la había visto tan cansada. A lo mejor Kaede tiene algunas hierbas que puedan servirle. Inuyasha le echó un vistazo a la chica que había ido en su espalda durante las últimas horas. Se va a acabar poniendo enferma.

Shippo caminaba detrás de Inuyasha llevando a Mikomi. El hanyou se estaba empezando a preocupar también por el zorrito, ya que estaba demasiado unido a la muñeca. No era una hermanita de verdad, pero estaba actuando como si lo fuera. Daba miedo, pero Inuyasha sabía que no era demasiado bueno hablando de temas delicados. Si fuera por él, sacudiría al estúpido bebé de plástico y fin de la historia. Todo lo que hace es causar problemas. Como si necesitásemos MÁS lroblemas, pero... si es TAN importante para Kagome...

Miroku y Sango estaban "explorando" más adelante, aunque sólo querían descansar del ruidoso bebé de plástico. El viaje estaba siendo más agradable de lo habitual. Sin contar con el llanto, claro. Los dos furiosos humanos no hacían sus molestos comentarios sobre su relación con la viva miko y la ya no tan muerta miko. No escuchaban a escondidas sus conversaciones con Kagome (aunque había que admitir que no había demasiado que escuchar ya que la chica estaba o durmiendo, o tratando de calmar a Mikomi). Y tampoco trataban con todas sus fuerzas de avergonzarle delante de Kagome.

Shippo también estaba curiosamente callado. Pasaba la mayor parte del tiempo calmando a Mikomi o prestando atención al zombi en el que se había convertido su madre adoptiva. El resto del tiempo caminaba calladamente detrás de Inuyasha o se sentaba en su hombro. No se reía, no hacía trucos o trataba de enfadarle. Parecía... que se estaba conteniendo. Inuyasha se preguntó si el pequeño zorrito había comprendido finalmente lo que Kagome había tratado de explicarle.

Recordar la conversación hizo que las mejillas de Inuyasha se tiñeran de rojo. Me estaba diciendo también a dónde pertenecía, pero yo ya lo sabía. Miró otra vez hacia atrás. El primer día que habían visto a Jinenji, otro medio demonio, Inuyasha supo que le pertenecía a la pelinegra que llevaba en su espalda. Supo que su objetivo en la vida había cambiado. Dijo que quería a esta familia... que siempre volvería con nosotros. Sacudió la cabeza, no quería saber lo que realmente quería decir con aquello.

Claro que él sabía que lo amaba. Se lo había dicho de muchas formas diferentes. Una vez hasta le había dicho que lo quería como medio demonio. Además, aquella vez lo había besado. Está bien, lo hizo para devolverle su parte humana cuando se había convertido en un demonio completo, pero seguía siendo un beso. Contaba. Había más cosas. Siempre traía su comida favorita desde el futuro. Le cogía de la mano. Lo consolaba con un abrazo cuando las cosas se ponían difíciles. Arriesgaba la vida para salvar la suya. También ardía, literalmente, de celos cuando mencionaba el nombre de Kikyo. Oh sí, sabía que lo amaba.

Pero pensar en ello significaba tener que analizar sus propios sentimientos. Sabía que la amaba y que le pertenecía, pero, ¿qué pasaría si se lo dijera? Entonces sería real. Verdaderamente real. Entonces tendría que afrontarlo. Las cosas cambiarían y aquellos tres escandalosos compañeros suyos nunca los dejarían en paz. Explicárselo a Kikyo sería una tortura, aunque sospechaba que la miko no muerta ya lo sabía. También estaba la amenaza de Naraku que caía sobre ellos.

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