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Primer sentido de vida.

17 años había cumplido cuando recibí este regalo totalmente inesperado. No lo quería, y menos si era de él.

El juego se había prolongado por más años. Aunque ya no fuera una niña, volvía a insistir en que era mejor de esa forma, más inocente. Sus palabras, no las mías.

No quería decirle, tampoco sabía como. Pero estaba tan segura que me haría cometer el error más grande de todos si le contaba sobre esto.
Intentaba decidir que hacer con esta nueva información cuando entró al baño mientras me bañaba. Corrió la cortina que me cubría y miró mi cuerpo. Cerdo.

"-cariño, necesito que me animes un poco."

No era una sugerencia, y tampoco estaba pidiendo permiso. Simplemente se quitó la ropa de un tirón, tan acostumbrado a lo rápido como podía estar. No podía permitirlo, pero tampoco quería que me hiciera daño, menos en este momento.
Sin fuerzas tiré de él lo más que pude fuera de la ducha, me cubrí con una toalla y salí corriendo del baño antes de que él pudiera ponerse los pantalones.
Como no tenía puerta, porque "la privacidad en esta casa esta sobrevalorada" busqué entre los cajones de mi habitación lo más apresurado por algo de ropa. Aunque no tuve tiempo ya que me alcanzó y tiro en la cama, como una muñeca de trapo. Acostada boca abajo agarró un puñado de mi cabello y se subió arriba mío. Empezó a besarme el cuello violentamente a la misma vez que soltaba mi pelo para poder agarrar esta vez mis manos con una de las suyas, y quitar también la toalla.
Era violento. Sus dientes pellizcaba mi piel, seguro dejando marcas rojas. Su mano libre se pasaba por mi cadera, de arriba hacia abajo. El agarre de mis muñecas era más fuerte con cada mordida de su parte, haciéndome gemir y llorar de dolor.
Se separó de mi por unos segundo en los que aproveché para respirar bien y calmarme. Ese día los recuerdos quedaron suprimidos y fueron remplazados por nuevos pensamientos. Cosas en las que no quería pensar pero tampoco podía parar. Y eso me complicaba mucho las cosas, ya que estaba más atenta a lo que pasaba a mi alrededor. Esto era malo.

Él volvió sobre mi, desnudo. Podía sentirlo duro en mi cuerpo. Esta vez, después de años volví a sentir la sensación de ser violada. Antes simplemente lo dejaba pasar, ahora, más preocupada que nunca sólo podía concentrarme en esto al parecer. En que no quería que lo hiciera.
Por primera vez en años puse resistencia. Grité. Lloré. Pelee contra él para que me dejara libre, para que no lo hiciera. Nada funcionó.

"-se mala, así me gusta, ruda."

Movió mi cuerpo poniéndome de espaldas a la cama, abriendo mis piernas se situó en medio, entrando rápido y sin permiso. Grité o poniéndome, hasta que cuatro de sus dedos fueron metidos en mi boca, callándome repentinamente. Reaccione tarde cuando le mordí, esperando una cachetada, o su puño en mis ojos. Pero no llegó. Él estaba ciego por su placer. Moviendo su cuerpo de arriba a abajo, con sus ojos casi blanco.
No podía dejar de llorar. Me sentía sucia, quería salir de esta cama y vomitar por toda la casa, golpearle el pene por atreverse a robar mi inocencia. Por arruinar mi vida de todas las maneras posible.
Imaginé un lugar donde tenía amigos, donde mis padres estaban vivos, y felices por ver crecer a su hija, sana y feliz. Donde yo podía elegir quien merecía tener esta parte especial de una chica, su virginidad. Donde también estaba Liz, y aún éramos mejores amigas, compartiendo maquillaje, ropa, opiniones. Un lugar donde este tipo no existía, la maldad era sólo un rumor de la gente para asustar a los niños, sólo asustarlos, porque era un cuento de terror, nada era realidad.

Sentí su cuerpo salir de encima y caminar hacia la abertura de la puerta. Cuando estuve sola no me moví. No cerré mis ojos, no lloré, no dormí. Sólo me quedé ahí, imaginando una vida digna, tener normalidad por un minuto, pero no sabía que era se normal. Esa palabra ni siquiera existía en mi vocabulario, como tampoco la maternidad.

***

Cuando se lo conté explotó. Me golpeó tan fuerte que quedé inconsciente por unos segundos. Me insultó llamándome puta, porque pensaba que él no podía ser el padre, ya que siempre usó condón. Aunque ayer también lo hizo sin protección, no se lo dije, iba a volver a lastimarme.
Luego empezó a reírse, de mi, de él, no estaba segura. Sólo se que parecía un verdadero loco entrando en su locura de nuevo. Balbuceando incoherencias como el aborto. No quería hacerlo, pero sabía que si lo traía a nuestras vidas viviría una miseria.
Luego, en su delirio, inventó una escena de mi embarazada. Empezó a imaginar muchas cosas para luego decir: "-las embarazadas follan mejor, vas a tener ese hijo."

Así, sin más, tomó la decisión por mi.
Durante esos meses estuvo mucho mas encima mío, queriendo más, amenazando con herir a mi hijo si no cedía a lo que quería. Se lo di, le di lo que quiso.
No puedo negar que la comida estaba bien, aunque me estresaba cuando iba a la secundaria y todos me miraban como lo que era, una verdadera puta. Pero no era mi culpa, yo nunca quise que mi vida fuera así.

En la última semana del embarazo empecé a tener dolores por todo el cuerpo. No podía pararme, mi espalda me mataba y sentía que en mi vientre había algo mal. No esperé a que él monstruo apareciera y decidiera que era momento de ir por primera vez a unos controles en mi embarazo, sólo tomé un taxi pagándole con dinero que encontré en los pantalones de él, y fui directo al hospital. Cuando entré no pude más y caí de rodillas al suelo, gritando, como muchas otras veces, solo que fue diferente, este dolor era muy diferente. Era por mi niño, porque su vida iba a comenzar en cualquier momento. Y le daría la oportunidad de una vida como la que alguna vez tuve yo de niña.
Un par de meses antes había hablado con una pareja que no podía tener hijos, y decidieron que la adopción podía ser buena, darle todo el amor que tenía a es pequeño o pequeña. En sus miradas podía ver que de verdad querían formar una familia, y que de verdad podían darle amor, una techo y confianza. No lo pensé dos veces cuando acepté darles a mi bebé en adopción. Por más que mi amor fuera incluso mas grande que él que ellos tenían, debía darle una oportunidad de ser querido con una verdadera familia. Y si podía, visitarlo algún día para declararle mi amor como madre, si alguna vez escapaba de mi miseria.

El parto fue bien. Estuve sola pero era la mejor decisión tomada. Pude ver a mi bebé, un varón sano, tan parecido a mi, gracias a Dios. Su cabello era de un marrón chocolate, y podía apostar que sus ojos eran celestes. Me sonrió cuando lo sostuve por primera vez, haciéndome llorar como una niña. Sus manitas eran tan pequeñas y arrugadas, su cuerpo bien nutrido, su corazón palpitando a la par del mío, todo fue hermoso en aquel momento. Esa fue la única vez que sentí que mi vida tuvo sentido. Con su sonrisa, con su presencia.

Habia Una Vez... Mi Primera Vez... [#Wattys2016]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora