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Primera amiga.

13 años.
Tenía la oportunidad de estudiar en un colegio cerca de casa. Con la condición, obviamente, de no decir lo que pasaba en mi vida. Como si fuera digna de pegar carteles o gritar que era abusada de tantas maneras por mi hermano.

Era el primer día de clases. Estaba tan emocionada por estudiar y aprender más, ya que esta era mi oportunidad de salir y ser independiente, de dejar todo atrás y formar mi propia vida, como debería de haber sido hace mucho.
Él me dejó en la puerta del colegio, aclarando que si decía algo me iba ir muy mal. No dejé que me asustara, yo sabia que debía hacer, porque si lo hacia me iba a sacar lo único que apreciaba, y si, el estudio.

Amaba leer y estudiar. Cada vez que podía, me escapaba e iba a la biblioteca para pasar un tiempo entre las pagina de cualquier libro que llamara mi atención. Matemáticas, va, mis favoritos, junto con los de literatura. También había leído alguno de los libros de harry Potter y estaba fascinada. Quería mi carta ahora.
Aunque no era lo mejor escaparme, ya que cada vez que lo hacia corría el riesgo de que me "castigara" por eso. Y no era un castigo de comida o televisión, era mucho más. Pero era feliz si podía aprender un poco más cada día.

En la recepción del lugar me dieron un papel que tenia el código de mi casillero, junto con las clases que me tocaba ese año.
No esperé mucho para salir de ahí y recorrer el instituto. Era enorme, ya que lo compartíamos con los chicos mas grandes. Estaba dividido en dos a causa de eso. Podía escucha a algunos chicos diciendo que el colegio apestaba, y que estaban tan cansados de esto que no podían esperar para salir del lugar y tener una vida. Me enojé ¿cómo podían ser tan desconsiderados? Esto era lo mejor. Esto era lo que te formaba para el futuro. Sin esto ellos estarían viviendo bajo un puente en poco años.

Un timbre sonó por todo el lugar, aturdiendo un poco por ser tan repentino. Los alumnos empezaron a cerrar casilleros, caminar de una dirección a otra, despidiéndose de sus amigos y entrar a algunas habitaciones. Todos sabían que hacer, a donde ir, excepto yo.
Intenté buscar el aula asignada para la clase que me tocó pero no tenía idea de a donde podía estar, los carteles estaban gastados donde tenía el número.

El lugar empezaba a vaciarse de poco a poco, hasta que quedé sola. Bueno, no tan sola ya que una persona chocó conmigo al pasar corriendo por el pasillo, haciendo caer algunas hojas de su cuaderno.

"-por Dios, lo lamento tanto -se disculpó-, estoy llegando tarde a ciencias, el profesor va a matarme. -empezó a recoger las hojas apresuradamente antes de levantarse y mirarme."
"-esta bi-bien, no fue tu cul-culpa. -Quería golpearme por ser tan idiota y tartamudear."

Ella río. Sabía que no se reía de mi tartamudez. Conocía bastante bien cuando alguien reía con malicia, pero ella no, fue tan... Amigable.

"-claro que lo fue, estuve corriendo por los pasillos, soy una chica mala. Me llamo Liz, por cierto -tendió su mano hacia mí, cuando la tomé, siguió-. Y de verdad tengo que irme, tu..."
"Stephanie -me sonroje por sonar tan insegura hasta diciendo mi nombre-. Puedo a-acompañarte. Es mi clase también."
"¿En serio? -Sorprendida me miró y enganchó su brazo con el mío- Genial, ahora me diste una excusa para el profesor -dijo sonriendo-. Me agradas, Sam."

Me arrastró por el pasillo lentamente. Hablando un poco de ella cuando llegó aquí hace unos meses. Hablamos de mi, lo que me asustó cuando empezó a hacer preguntas. Al parecer entendió que no me gustaba -no debía- hablar de mi vida, por lo que se concentró más en las cosas que me gustaba hacer, música favorita, helado favorito, esas cosas. Recorrimos el colegio saltando Ciencias, teniendo, como ella dijo, la excusa de que era nueva y tenía el deber de mostrarme la institución.
Intercambiamos los horarios y sorprendentemente teníamos el mismo. El almuerzo también fue fácil. Liz no tenía amigos aquí, se había mudado hace tres meses, justo cuando las clases comenzaron, pero no se llevó bien con nadie, según ella. Para mi estaba bien, egoísta mente, prefería ser sólo nosotras. No era buena manteniendo la conversación con alguien por demasiado tiempo, o ser sociable en todo caso. Pero con ella si, ya que se encargaba de comenzar otra vez la charla antes de entrar a un silencio incómodo. Rogaba porque todos los días fuera así.

***

Pasaron cuatro meses desde mi entrada al colegio.

Ese día había llegado con un moretón en la mejilla. El monstruo se enojó conmigo el día anterior porque quería estudiar para un examen que iban a tomar para historia y no podía "jugar".
Estaba en mi habitación con libros por todo el suelo y hojas en la cama. Él entró borracho a la noche, cuando intentaba aprender la parte más importante. Empezó a tocarme cuando se sentó en la cama a mi lado. Sus manos estaban en todas partes, su estúpida lengua en mi cuello molestaba cada vez que me corría de lugar para apartarlo. Intentaba ser suave, diciéndole que quería estudiar, que era importante, y que en otro momento -nunca- "jugaría" con él. No soportó el rechazo, se paró frente mío, me golpeó, fuerte esta vez y en la cara, y me obligó de nuevo a jugar.
Este año no era el escondite, tenía otra técnica. Si peleaba y le ganaba podía hacer lo que yo quisiera sin que él me molestara. Si ganaba él, yo debía obedecer aunque no quisiera. Nada de gritar, Sami, o será más fuerte. Siempre repetía eso cuando me derrotaba. Claro, quien le ganaría a una masa corporal de 100 kilos. Una chica de 13 años no, se los aseguro.

Liz al verme ahogó un grito, exigiendo una explicación, porque estaba preocupada por mi. Me encantaba que se preocupara por mí. Le dije que alguien me había golpeado accidentalmente el centro comercial cuando intentaron abrir una puerta bloqueada, y justo pasaba cerca del lugar. No le mentí, sólo cambié un poco la situación. Por más que me gustara que alguien esté preocupado por mí no iba a permitir que se enteraba lo que pasaba en casa. Nunca nadie lo sabrá.

Su hermana era una de las chicas de último año. Era muy amigable y nos prestó su maquillaje cuando le pedimos, después de dar la historia inventada. Me enseño a colocarlo para que nadie notara que tenía un hematoma casi negro en mi rostro, y fue fácil, quedando de un color violeta pálido, sólo podías verlo si estabas cerca de mi cara. Estaba bien para mi.

En la hora del almuerzo, Liz y yo empezamos nuestra charla, sobre chicos lindos, chicas odiosas, cantantes famosos que eran hermosos. Hasta que ella soltó la bomba: "-voy a mudar me."
Tres palabras. Sólo tres palabras sirvieron para nublar mi día.
No era el fin del mundo. Eso no significaba que estaría sola por el resto de mi vida, pero sí que lo estaría en el instituto. No conocía, o más bien, no hablaba con nadie más en este lugar. Yo era conocida como la antisocial chica rara de los más pequeños.

"-voy a ir con mi familia a Francia. Mis papás están teniendo algunos problemas al parecer y tenemos que viajar allí."

Iba a ahogarme con mis propias lágrimas. Liz era la única persona que me había aceptado sin pedir nada a cambio. Ninguna historia, sólo ser yo. Y se iba a Francia. Vaya vida la mía.

"¿-cuan-cuando vuelves? -Tenia miedo a hablar de más, no confiaba en que mis ojos no soltaran las lágrimas."
"-no lo se -Al parecer no era la única, ya que podía jurar que ella también iba a llorar. Oh, esperen, si lo hizo-. No te preocupes, Sam, no me iré hasta que terminen las clases."

Nos dimos un abrazo, intentando de mi parte guardar este momento en mi caja de recuerdos. Lloramos en silencio hasta que la campana sonó. Nos levantamos lentamente y caminamos hacia la última clase del día, disfrutando de nuestro momento juntas, antes de que acabara.
Por más que tenga que irse, sabía que había tenido una mejor amiga, alguien en quien podía confiar para hacerme reír o sacarme algunas lágrimas, de felicidad, en el momento correcto. Y sólo se necesitaron cuatro meses para saberlo.

Habia Una Vez... Mi Primera Vez... [#Wattys2016]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora