"Bien, hoy es un gran día..."
Fueron las palabras que se dijo justo cuando cerró la llave del lavamanos -tenía la cara empapada y ni siquiera había levantado la vista hacia el espejo-. Salió del baño y se recostó un rato más.
Ya habían pasado dos años de la situación incómoda con aquel chico en el Parque; se le hacía ridículo que aún recordara todo a la perfección. Se quedó mirando el techo de su habitación con la mirada perdida, ya era Agosto y por fin iniciaba su primer año en el bachillerato -el recordar eso hacía que el estómago se le revolviera aún más- y no se sentía del todo lista; sabía que no tenía un gran nivel académico personal ni que era muy sociable pero eso era lo que menos le preocupaba, su nivel musical era lo que sí le hacia sentir pequeña.
-Instituto Superior de Música -susurró para sí- Aún no puedo creer que ya vaya a cursar el bachillerato...
Leila comenzó a practicar el ballet desde que tenía cinco años; todo comenzó con un cartel en el pequeño local que por lo visto a penas iba comenzando.
-Leila, no te quedes atrás; siempre debes ir delante mío -decía la mujer mientras regresaba por la pequeña que miraba el cartel con la información de inscripción.
-Que bonito sería ser bailarina -había dicho Leila cuando sujetó la mano de su mamá.
El rostro de la mujer se iluminó cuando su hija pronunció esas palabras. Pasó una semana y Leila ya había aprendido dos posiciones en ballet, nunca había sido tan feliz en su vida. De todo lo que ha dado su medre ha sido lo único que le agradecerá de por vida.
Leila cerró un poco los ojos y siguió recostada en su cama.
-¡Leila, no puedo creerlo! Se te hará tarde. Vamos -gritaba Martina al entrar a su habitación.
Leila se incorporó rápidamente para ver el reloj que descansaba en su mesa de noche. Seis con treinta minutos.
-¡No puede ser! -gritó Leila -¡Creí que era más temprano!
Se vistió lo más rápido que pudo y bajo a desayunar... o algo así.
-Leila, tranquila; no tienes por qué comer así.
-Martina, es tarde... tengo que apurarme -mordisqueo el pan con mantequilla y se empino el vaso con jugo de naranja, le escurría por las orillas de la boca.
-Te ensuciaste la blusa, vaya niña -dijo Martina mientras rodaba los ojos y recogía la mesa.
-No importa, llevaré un suéter y todo arreglado.
Tomó su cepillo de dientes y se los lavó a toda prisa. Casi se le caía la pasta del cepillo. Agarró su mochila, y se despidió a gritos de Martina -ésta le había gritado algo pero Leila no había escuchado-, salió y azotó la puerta. Volvió a abrirla para disculparse. Volvió a azotarla.
-Menudo lío. Primer día, primer reporte.
Llegó a la parada del autobús y casi le avienta el dinero al conductor.
Basta, contrólate. No es para tanto.
Claro que sí. Llegaré tarde el primer día de clases.
Bueno, está bien pero tampoco es para tanto.
Cuando bajó de la parada aún tenía cinco minutos para llegar al Instituto el cual estaba a tres cuadras de distancia.
-Tú puedes, Leila.
Y dicho esto comenzó a correr. Su pasión era el ballet pero al parecer Leila se acababa de dar cuenta que si hubiera escogido el atletismo no le hubiera ido tan mal; brincaba los baches, subía y bajaba las banquetas y corría por calles que iban de bajada. Agradecía que, como era muy temprano, casi no había gente en las calles así que eran menos las disculpas que tenía que dar si se llegaba atravesar con las personas.
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Corazón Hipócrita
De TodoPasión, sueños, deseos, amor. Son cosas distintas que te llevan al mismo camino... ¿no? « -¿En serio dejarías todo lo que has logrado por enfocarte en el amor? -No me conoces bien... y por lo visto tampoco yo me conozco. Estoy confundido. -Sabes que...