Capítulo 3

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Qué vergüenza. Está en el cubículo donde él toma sus clases de guitarra.

Tierra, trágame ahora.

No es que le importara que el perdiera clase, no es que le duela que lo vuelva a ver, sino que le duele el orgullo por gritarle en medio día y dentro de unas horas volverlo a ver cuando ella tiene puesto un ¡leotardo!

-Adelante, Damen; afina, repasa en lo que yo vuelvo. Leila...

-No se preocupe yo ya me iba -dijo Leila rascandose la nuca con su mano libre y sonriendo.

-Bien, fue un placer hablar contigo. Gracias por compartirme tus emociones.

-No hay de qué -la chica sintió un ligero rubor.

Después de que hubo dicho eso, el maestro salió dejándo a Leila y al muchcho solos en el pequeño cubículo. Hubo un silencio total.

-Emm, supongo que ya debo irme...

-¿Es cierto lo que decías? -la cortó el chico.

-¿Sobre qué? -Leila ladeó la cabeza confusa.

-Sobre la música... todo eso lo que dijiste del apoyo que les da la música ¿es verdad? -preguntó Damen mientras afinaba su guitarra.

Leila, con el ceño fruncido, no le quitaba la vista de la pared; había una pequeño cuadro do,de se apreciaba una pintura de los canales de Italia.

Devolvió la mirada hacia el chico.

-¿No me contestarás? -volvió a preguntar, ahora un poco impaciente.

-¿Qué quieres que te diga? Ya escuchaste todo. Sí, sí aprecio mucho la música más que la propia danza; pero por lo visto es algo que no se te logra quedar en la cabe...

Damen se puso de pie y acercandose a ella la empujó hacia una silla dejándola caer duramente, él se inclinó hacia ella y puso una mano en el respaldo de la silla acorralandola por completo.

El corazón de Leila estaba a punto de salirse desbocado.

No podía articular palabra alguna; de algún modo se sentía que estaba fuera de sí, nunca había tenido aun chico tan cerca.

-Entonces, dime. ¿Qué es la música par ti? -dijo él después de unos eternos minutos de silencio en el cubículo.

Leila seguía callada. Justo cuando abrió la boca para siquiera tomar aire la puerta se abrió y entró el maestro, Damen se incorporó rápidamente y le dio la espalda a Leila. La chica seguía sentada con los ojos como platos.

-Bien, Damen, espero que ya estés muy bien afinado. Oh, Leila, no sabía que seguías aquí... -dijo el joven maestro de guitarra.

-No se preocupe... yo ya me iba -comentó Leila entre risas nerviosas y mientras se dirigía a la puerta miró al muchacho de soslayo. Cuando estuvo a punto de cerrar la puerta se despidió y agradeció al maestro una vez más. Damen la miraba y ella advirtió que le decía con la mirada que le tenía una respuesta pendiente.

Cuando llegó a su casa ya le había colgado a Miriam; había estado hablando con ella por teléfono la mitad del camino para explicarle por qué no había podido asistir a la clase, estaba más que claro que Miriam ya lo sospechaba y lo entendía perfectamente, después de muchas disculpas por parte de la maestra y muchas promesas de que no volverá a pasar Leila colgó.

Al entrar vió la luz de la sala principal apagada y sólo se veía las luces del comedor encendidas.

¿Qué hora es?

Corazón HipócritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora