Erradicación. Fase 1.

61 11 0
                                    

Hace un tiempo conocí a un chico.

Quizás fue la persona más peculiar que pudo haber tenido el desafortunado desliz de encontrarse conmigo. Él era el reflejo exacto de mi personalidad antagónica. Sensato, prudente, sensible, reflexivo. Un modelo a seguir para muchos de los capullos a los que mis nervios se someten día tras día en un bucle constante y prolongado. Y al parecer nos entendíamos. Nos entendíamos muy bien. Compartíamos opiniones, secretos, consejos, incluso llegamos a imaginar un futuro juntos en un sentido meramente fraternal. Tan diferentes y tan aliados, tan inocentes en aquel pasado.

Obviamente algo debía romper aquellas tiernas expectativas...

Yo lo sabía, era tan evidente. Tú nunca fuiste consciente de lo malo que eras escondiendo tus pensamientos, nunca te diste cuenta que mientras la confusión aún trataba de manipular tus sentimientos yo ya había aprisionado y torturado aquel equivocado amor que decías profesar. No sabes cuantas veces la impotencia se ha atorado en mi garganta, cuantas veces he deseado mutilar esas esperanzas que tu iluso subconsciente, ahora convertido en una víctima más de mi provocativo lado vehemente, se había auto generado a partir de mis juguetonas interpretaciones con tal de conseguir un tercero pilar de apoyo supuestamente inquebrantable. Pero todo terminaba reducido a insinuaciones, promesas que igual el tiempo y las condiciones olvidarían, y cada vez se me dificultaba más el contener mis emociones, hasta ese día en el que te sometí a mi prueba, y fallaste con esa cándida respuesta que yo ya me esperaba.

¿Me amas?

Que ironía que yo no supe que contestar sin dañarte y que ahora sea lo que más anhelo para conseguir que extermines esa estúpida idiotez de tu cordura. No me malinterpretes, yo en realidad te quiero, mas hay cierta notable diferencia entre tu concepto de lo que es el "querer" y el mío. ¿Utilizarte, eh? Pero eso no únicamente lo escupiste ante mí. ¿Recuerdas que hay una tercera persona? Oh... que cosas digo... claro que la recuerdas. ¿Y sabes que es lo que más me duele de todo esto? Que por culpa de mi extraviada sensatez ella tenga que pagar el estresante e irritable costo que debería recaer sobre mis consecuencias. "Estabas cansado" me declaraste, ¿cansado de cómo te trataba? Querido amigo, continúa acusándome con tus acertadas suposiciones y tus castos intentos de sensibilizarme con esas paganas protestas, pues mi indiferencia es tan filosa y maquiavélica como lo fueron mis cortantes pausas durante la erradicación de los suaves y débiles hilos de tu contundencia.

Lo siento mucho.

Siento las palabras que no dije. Siento las que inyecté a la fuerza en tu mente. Siento haberme convertido en esta cosa corrompida, viciosa y repugnante, pues yo así quise que nuestra amistad se alimentara a base de mentiras, embriagándose con el desdén que mis incautos impulsos habían arropado entre sus reflejos ante las confesiones que aquel ineludible día te extirpé contra tu voluntad. Y ahora yo sonrío. Sonrío por el hecho de haber conseguido mi propósito, de haber terminado con tu juicio y haber seducido tus ilusiones insuflando un fatalismo desmembrado a tus dulces y ingenuas fantasías. Y el peso de mi silenciado remordimiento hace resbalar mis lágrimas pintando de suplicios mis pálidas mejillas, y la depravada mueca divertida que distorsiona las comisuras de mi boca las contradice en todo momento pidiendo más y más tormentos para llegar al clímax de este enfermizo y degenerado placer.

Porque tú me conocías.

Conocías la mayoría de mis facetas, mis sueños, mis aspiraciones, secretos que intencionalmente yo te otorgué, pero una vez también te confesé que estaba rota, y no me equivocaba en eso. Soy los cristalinos fragmentos de una chica que en un fantasioso y preciado pasado se encontró en tu misma situación, y mi propio orgullo trató de armarme de nuevo con esos utópicos pedazos por fundamento, manteniéndome paralizada a causa del miedo que emana del incierto núcleo donde residen desatendidas mis emociones ante la sugestiva idea de dar otro paso en falso y volver a mutilar mi cuerpo una vez más contra el frío y gélido suelo inerte de la realidad. Y basándome en el fluido sustento de esta exquisita y pretenciosa locura que corroe actualmente mis labios, he llegado al tan deseado punto culminante de mi extasiada demencia, pues yo puedo arder sintiendo una pasional e intensa atracción, puedo abrigarme con un delicioso y algodonado cariño, pero amar con el corazón... sin él para ... no es más que un caso perdido.

Monochromatic VoiceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora