Capítulo 1: Un aburrido pueblo sureño

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Negro. Negro como una noche sin estrellas ni luna. Y Pesado. Pesado como un bloque de cemento sobre su pecho. Oscar divagaba entre el reino de Morfeo y el mundo de los vivos. No se animaba a abrir los ojos, aunque los constantes espasmos de su cuerpo le forzaban a hacerlo. De a poco, en medio de las tinieblas y las sacudidas, una voz comenzó a hacerse más audible. Una voz que lo llamaba por su nombre de forma cada vez más nítida, más fuerte.

- ¡Oscar! ¡Levántate, sobrino. Es hora de ir a tu primer día de escuela!

Como si fuera un conjuro mágico, la sola mención de la palabra "Escuela" fue más que suficiente para que las pocas ganas de despertar del joven se bloquearan por completo. Cerró los ojos con mayor fuerza y se acurrucó en el cobijo de las pesadas frazadas de lana. Las sacudidas se hicieron más intensas aunque mantenían una cierta sutileza.

- ¡Está listo el desayuno! ¡Despierta o se va a enfriar!

El tono de voz de Antonio a pesar de ser firme, mantenía la condescendencia de alguien que no acostumbraba a despertar a otras personas temprano en la mañana. A esas alturas ya le era imposible seguir fingiendo. Oscar abrió pesadamente un ojo que al segundo volvió a cerrar y a abrir de forma intermitente por culpa del molesto brillo de la luz del cuarto. Lentamente comenzó a desperezarse y a retomar movilidad. Estaba durmiendo boca abajo, así que usó sus manos para apoyarse en el colchón y  despegar su torso de la cómoda cama.

- ¿Qué hora es? – Preguntó con voz rasposa, arrastrando las palabras.

- No te preocupes, son apenas las 6 y media de la mañana. Acabo de revisar mi reloj.

Oscar gruñó molesto. A pesar de que tomaba media hora llegar a la escuela desde su casa en la capital, despertar a las 6 para prepararse le parecía algo excesivo. A él le bastaban 20 minutos para darse una ducha rápida, comer a grandes mascadas y vestirse con descuido. Pero su tío torpemente había pensado que era necesario estar despierto una hora y media antes. Quizás no calculaba que desde donde vivía se podía llegar a la escuela en 15 minutos yendo a pie, y que en bus esa cantidad se reducía a apenas unos 8 minutos. Oscar empezó a estirar su cuello y a rascarse la cabeza, como siempre hacía cada vez que despertaba. Antonio satisfecho al ver que su sobrino ya estaba despertando, se apartó de la cama y se detuvo en el marco de la puerta para darle un último recado antes de irse.

- El desayuno ya está listo. Es cosa de que te duches y bajes a comer. Te dejé toallas sobre la taza del baño y unas pantuflas ahí cerca del velador. ¿Qué prefieres tomar? Té, leche, cereales...?

Oscar torció la boca luego de escuchar la última opción. No es raro que la gente tome desayuno de leche con cereales, pero para él eso era un desayuno de niños.

- Café. Cargado, con una cucharada de azúcar.

Antonio lo miró con preocupación.

- ¿Café?.. Estás seguro?... – Él nunca había estado a cargo de cuidar a un adolescente, y no sabía si acaso estaba bien que Oscar tomara algo que no sonaba muy nutritivo para un muchacho en crecimiento.

- Sí... Seguro.... – Contestó el adolescente, seguido de un bostezo. –

- Bueno... ¡Café será entonces! Te espero abajo.

Antonio recuperó su tono amable y entusiasta antes de dejarlo solo y bajó hasta el primer piso después de cerrar la puerta del cuarto de Oscar. Era evidente que estaba nervioso por no saber qué hacer. Él siempre había sido el menor en su familia, así que el hacer papel de adulto responsable le estaba costando trabajo. En el momento que accedió a hacerse cargo de Oscar, no imaginaba que tendría tantas dudas e inseguridades. Sin embargo tenía dos grandes motivos para haber aceptado su custodia. Por una parte, quería ayudar a su cuñada para que pudiera viajar. No tenía problema alguno en tener una persona más viviendo en su casa, mucho menos si se trataba de su propio sobrino. Y por otro lado, estaba su hermano mayor. A veces al mirar a Oscar, podía ver de forma sutil en él un leve parecido a Gerardo. Su risa fácil, su agilidad mental, su forma de agradar a las personas. Definitivamente era el hijo de su querido hermano mayor.

La Iglesia de los muertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora