Parte 4

113 7 2
                                    

Los entrenamientos se basaban en mejorar mis habilidades como luchadora, de vez en cuando leía la mente de Lunzu, algo en lo que había mejorado mucho, por lo que pude notar su miedo hacia mis poderes como dragón violeta. Él, pretendía ignorar mis poderes para que yo no me saliera de control y para que no dañara a nadie. No me sentía cómoda con alguien que desconfiaba de mi y me temía, por lo que decidí aprender el arte de la magia por mi cuenta. En dónde nos alojábamos, había una gran biblioteca con toda clase de libros, me pasaba horas enteras leyendo sobre dragones, humanos, magia... aunque, el tema que más me interesaba era humanos con poderes de dragón, el cual era mi caso, pero desafortunadamente no encontré nada.

Aprendí a controlar mis cambios de humor, mis transformaciones e incluso a bloquear mi poder mental, no era muy agradable oír lo que pensaban algunas personas sobre mí. A la mañana entrenaba, a la tarde estudiaba y a la noche dormía. Los entrenamientos eran muy duros, pasé dos semanas sin dejar de tener agujetas, pero éstos, dieron sus frutos, aprendí lo básico para defenderme.

Un día, propuse a Lunzu que me dejara practicar los hechizos aprendidos, pero su reacción no fue realmente positiva:

-Ni hablar

-¿Por qué? Tú practicas constantemente.

-Es diferente, yo controlo mi magia, ¡tú ni siquiera sabes canalizarla!- me reprochó mostrándome una bola de luz en sus manos.

-¡Porque no me dejas! Piensas que te mataré o que destruiré todo, ¡pero eso no lo sabemos!

-Un no es un no.

Me lancé contra él, realmente me había cabreado, me descontrolé y me transformé. Lunzu, dejó su forma humana y se transformó también. Con la transformación, amplié el poder de mi magia y me metí en su cabeza, él me agarraba y mordía, pero yo tenía ventaja, podía saber lo que iba a hacer y cuándo lo iba a hacer. De pronto, me paralicé, empecé a ver el pasado de mi amigo, vi su prisión, la muerte de sus padres, la invasión de los dragones violetas y la casi extinción de los dragones dorados. Empecé a llorar, las lágrimas caían por mis escamas, y Lunzu, dejó de atacar, realmente extrañado. Poco a poco me destransformé, sintiendo como mis huesos crujían y volvían a su posición original. Abracé el cuello Lunzu sin dejar de llorar y apenarme de su pasado, éste, siguió mi ejemplo y se convirtió en humano. Él no sabía lo que me pasaba, pero no hacía falta, sabía que lo necesitaba a mi lado. Cuando dejé de llorar, me di cuenta de que, ¡estábamos desnudos!. Inmediatamente cerré los ojos.

-¡Ponte algo!-estaba completamente avergonzada, ¿Cómo es que no me había dado cuenta? Me abracé intentando taparme.

-¿Por qué?

-¡Estás desnudo!

-¿Y qué? Cuando somos dragones también estamos desnudos.

-No es lo mismo, ¡cuando somos dragones tenemos escamas!- para él esta situación le era muy normal, no conocía las costumbres humanas.

-Y ahora tenemos piel- dijo con un tono burlón.

-Me da igual, no quiero verte desnudo, es desagradable- estaba completamente sonrojada.

-¿Soy desagradable?- se le oía con un tono apenado.

-No quiero decir que eres desagradable, es solo que estoy avergonzada- Intenté taparme un poco más con mis brazos y abrí un ojo. Pude ver al joven que tenía delante con otra perspectiva, me miró sonrojado y apartó la vista, además, pude ver su cuerpo musculado, él también había estado entrenando.

-Lo siento- Sentí cómo mi corazón se aceleraba poco a poco, ¿qué me pasaba?

-Sólo necesito que te pongas algo y que me pases algo para taparme- volví a cerrar los ojos.

Al cabo de unos minutos, volvió y me entregó una camiseta que me llegaba hasta las rodillas. Al parecer, la encontró en una hamaca que estaba al lado de la piscina del refugio, era un sitio demasiado lujoso. Mientras caminábamos hacia nuestras respectivas habitaciones, oímos la voz de un chico que le gritaba al socorrista del lugar, al parecer había perdido algo. Nos acercamos a ver qué pasaba, quien gritaba era un chico de unos veinte años, pelirrojo y demasiado musculado, tanto, que parecía un culturista. En cuanto me vio, gritó:

-Tú, ¡me has robado la camiseta!- mierda.

-Yo no te he robado nada, en cuanto me ponga otra cosa te la devuelvo, ¿vale?- él se me quedó mirando y pude oír: "preferiría que me la devolvieras ahora, así podría verte enterita". Puso una mirada muy pervertida.

-Preferiría que no pensaras esas cosas de mí estando yo presente- le dije con tono de repugnancia, ¿Cómo puede alguien tener pensamientos tan asquerosos? ¿Y sobre mí?

-¿Qué pasa preciosa? ¿no te gustan los halagos mentales?- me guiñó un ojo, al parecer todos los del refugio sabían lo de mis poderes.

-Agradecería que no le hablaras así a Cyntia, todo el mundo sabe que eres un ligón, Calum- dijo Lunzu abrazándome con un brazo. Se me aceleró un poco la respiración, enserio, ¿qué me pasaba?

-Oh, así que vosotros tenéis esa clase de relación- miró pícaramente a Lunzu- Pues que sepas que me tienes para lo que necesites y más, Princess- dijo mientras agarraba mi mano y la acercaba a sus labios. Aparté la mano antes de que pasara.

-Lo siento, pero creo que eso no será necesario.

-Que pena, pensé que podríamos pasarlo bien juntos.

-Pues yo no- contesté mientras me alejaba de él. Entonces, sentí una mano agarrándome fuertemente del brazo, era Calum.

-Suéltala- grito Lunzu. Pero éste, apretó un poco más, poniéndome el brazo rojo.

-No te irás a ninguna parte con mi camiseta, te la quitaré yo mismo si no me haces caso- dijo con tono pícaro. Me repugnaba. Lo agarré, y me centré en mi magia, cómo había leído, la trasladé a mi brazo, e hice que el estúpido de Calum saliera por los aires con un puñetazo directo en su marcada mandíbula, terminando de nuevo en la piscina.

Alas de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora