Parte 2

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Al despertar, me costó poco acostumbrar mi vista a la luz, estaba en una cueva muy oscura. Me incorporé con un dolor de cabeza indescriptible y puse mi mano en donde más dolía, en la zona de mis ojos. Los froté hasta que el dolor se extinguió. Comencé a dar pasos cortos pero seguros hacia la salida de la cueva, con precaución de no tropezar con nada. Tenía frío en los brazos, había salido con ropa de verano; una camiseta de tirantes y unos vaqueros que llegaban hasta las rodillas. Me reproché el no haberme llevado una sudadera.

Al salir me encontré en un bosque muy frondoso cuyos árboles tapaban el cielo y el sol, evitando la luminosidad del lugar. Las raíces, que por alguna razón emitían una leve luz rodeaban los troncos, formando un trenzado brillante que los seres del lugar agradecían, pues pude apreciar algún que otro nido. Las hojas caían de los árboles como sauces llorones, haciendo que el rocío de la mañana cayera al suelo, dejando motas brillantes en él. No sabía dónde estaba, traté de recordar y logré hallar entre mis recuerdos lo sucedido en el parque. Me acordé de Lunzu, ¿qué habría pasado con él? Pensé intentando encontrar alguna pista entre la información que me dio para comenzar a buscarlo. Me fijé en el bosque, buscando algún rastro de él, una huella, una rama rota... nada tan grande podía pasar por entre los árboles fácilmente. No encontré nada. Comencé a adentrarme en el bosque con intención de buscarlo, caminaba mientras dejaba números en los troncos de los árboles para señalizar mi camino con exactitud. De pronto, una idea cruzó mi mente, Lunzu comentó que su especie lograba existir gracias a la energía solar, como si de placas solares se trataran. Me agité, empecé a caminar más rápido apurando mi búsqueda, dejé de dejar marcas y busqué algún claro lo suficientemente grande para que un dragón descansara al sol.

No tardé demasiado en cansarme, traté de buscar de nuevo alguna pista mientras normalizaba mi respiración. Me fijé en un pequeño claro que estaba a pocos metros de mí, pude distinguir una forma grande. No confirmé la identidad de aquella figura, puesto que el mero hecho de pensar que había encontrado a Lunzu hizo que me emocionara y fuera corriendo hacia aquella dirección. Grité su nombre esperando algún tipo de respuesta por su parte, pero, a quien encontré no era el amigable dragón que buscaba, era un dragón completamente diferente, un dragón oscuro. Sus escamas eran negras como el carbón, sus alas parecían quemadas en los bordes, como si de papel se tratara, sus ojos carecían de sentimiento alguno y su cuerpo emanaba un polvo oscuro, como si de ceniza se tratara. Recordé lo que me había dicho Lunzu: "los dragones oscuros son dragones cuyas almas han sido robadas por otro dragón, capaz de usar magia muy poderosa, los dragones violetas".

Retrocedí unos pasos, rogando por que el dragón no me hubiera visto. Corrí unos cuantos metros tratando de hacer el menor ruido posible hasta que tropecé con una raíz que sobresalía de la tierra. Caí estrepitosamente emitiendo un grito de sorpresa. Cuando me di cuenta de mi error tapé mi boca como si de aquella manera lo solventara. Oí unos pasos acercándose, había más de uno. Me acerqué al árbol con el que me había tropezado, era más ancho que los demás, más viejo. Traté de escalarlo pero mis habilidades físicas dejaban mucho que desear. Mis ojos comenzaron a doler de nuevo, comenzaron a rodearme mientras me retorcía de dolor. El dolor se expandió por todo mi cuerpo, comencé a gritar, no podía pensar en otra cosa más que en el espantoso dolor que atravesaba mis huesos. Escuché mi cuerpo crujir sentía cómo mis articulaciones se expandían y se deformaban, seguí gritando desesperada.

De pronto, el dolor cesó. Respiré profundamente analizando la situación de manera objetiva. Levanté mi cabeza y observé a los fieros dragones oscuros que me analizaban con la mirada. Me incorporé, costosamente y noté una diferencia de altura considerable en mi vista, estaba más alta, mucho más alta. ¡Me había convertido en un dragón! Estaba flipando. Empecé a inspeccionar mi nuevo cuerpo, despreocupándome de los reptiles que no dejaban de mirarme estupefactos. Observé mis brillantes y violetas alas, mis metálicas escamas, la cola, las patas...

Tras cerciorarme de que era un dragón, me di cuenta de que todos estaban arrodillados a excepción de uno. Cabreado, el dragón se abalanzó contra mí, pero en el último segundo apareció Lunzu, cual caballero de brillante armadura se colocó delante de mí para protegerme. Empezó una pelea entre Lunzu y el dragón. Observé aterrorizada la escena, por cada ataque que se remetía un charco de sangre manchaba el suelo, resultando heridas ambas partes. Temiendo por la vida de mi amigo, lancé un grito tratando de parar la pelea, que en vez de grito, salió una llamarada violeta que lo derribó al instante. Me quedé paralizada:

-Ups...- dije inocentemente.

El oscuro dragón parecía incluso más sorprendido que yo. Lunzu intentó entablar una conversación con él, pero solo consiguió enfadarlo más. Tras el fallido intento de charla, sentí una ráfaga de electricidad en mi interior que tomó mi cuerpo y me hizo dirigirme hacia el enfadado dragón. Al ver mis intenciones, el dragón se abalanzó contra Lunzu para derribarlo, pero él, lo agarró. Mientras más me acercaba, más nervioso se ponía, tanto, que llegó a gritar suplicando ayuda. Me detuve junto a él y me transformé de nuevo en una humana. El oscuro reptil se relajó tanto que Lunzu tuvo que sostenerlo para que se mantuviera de pie. Alargué mi mano hacia sus ojos y mis dedos se deslizaron por su cabeza a modo de caricia. Él, volvió a asustarse, pero esa vez lo agarré del hocico y lo miré fijamente a los ojos, amenazante. Repetí mi acción de acariciarle la cabeza, pero aquella vez con más ternura y de entre mis dedos empezó a salir un humo violeta que rodeó al oscuro dragón tapándolo completamente y evitando cualquier visión de él. De repente el humo violeta se volvió completamente negro y el dragón que estaba en su interior gritó de dolor. Lunzu, aterrorizado, se apartó del dragón e intentó apartar el humo del dragón con sus garras y cola, pero no logró nada. De pronto, sentí como si un cuchillo me hiriera desde dentro y me desplomé en el suelo viendo cómo si todo estuviera dando vueltas. Veía todo borroso, pero pude contemplar cómo el humo se disipaba dejando solo unos restos de ceniza y un muchacho inconsciente en el centro de estas.

Alas de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora