Capítulo 3.

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Ángel

Terminé mi trabajo. Yo manejaba un colegial pero no era mío. Lo dejé en casa del dueño y me fui a la parada a coger bus.

Demoré un poco más de lo normal porque había llovido justo cuando iba en la primera ronda. Y me tocaba meter el bus en cada casa para que los chicos no se mojaran. O también esperar a que salieran sus padres con un paraguas.

Yo no tenía carro. Decidí comprar primero mi casa. O talvez seguir a pie el resto de mi vida, quién sabe.

De igual manera, vivo con mi hermano, él tiene carro. Y en cualquier momento que no pueda tomar el transporte público, lo llamaré. Así es como he estado haciendo estos últimos días que estaba comprando algunas cosas para la casa.

Llegué a la entrada de la plaza y me dirigía a la pizzería donde había quedado de encontrarme con Celia.

La entrada de la plaza era muy bonita. Yo iba concentrado en mis cosas por una vereda llena de arbustos a su alrededor.

Me asusté un poco cuando escuché un sonido. Me acerqué lentamente a un arbusto.

Lo que encontré fue un adorable gatito abandonado. Era blanco con una oreja negra.

No me lo puedo quedar porque Kevin es alérgico a los gatos- me lamenté -Bueno quizás podría sorprender a Celi con un lindo regalito.

Miré mi reloj y tenía tiempo. Era temprano. Llevé el gatito a un veterinario que había por ahí cerca.

Al final me lo revisaron y estaba bien, le compré una jaula, le coloqué un lasito y me fui a la pizzería. Siempre quise tener un gato o un perro pero mi tía no me dejó y mi hermano es alérgico a los gatos.

Primero pensé en dejar a Celia nombrarlo. Pero medio camino de llegar, decidí ponerle de nombre Balú.

Se me hacía un poco tarde, así que caminaba apresurado por el pasillo. No estaba muy lleno así que ni ne preocupé en disminuir mi velocidad hasta que doblé en una esquina y tropecé a un señor mayor.

Lo logré sostener antes de que cayera, sin embargo, la jaula de Balú cayó, se abrió y escapó.

Ayudé al señor a recoger las cosas que se le habían caído. Cuando me fijé en el gatito ya no estaba.

Caminé un poco en alguna dirección pero no lo vi. Pensé en regresar a la entrada por lis arbustos pero volví a mirar la hora y ya era tarde, me resigné y seguí mi camino.

Me sentí tan triste. Lo tuve solo unos minutos entre mis manos y ya no. Resignado recogí la jaula y la dejé en la puerta del lugar.

Al entrar noté que sólo había algunas personas. Busqué con la mirada a una chica de ojos verdes con lentes y cabello negro corto.

Al parecer me estuvo observando todo el tiempo. Con esa mirada que se volvía profunda debido a su maquillaje oscuro.

Vestía de negro, como siempre. Y muy rara vez se la veía sonriendo.

-¿Qué tenías aya afuera?- dijo con voz seria. Se veía todo porque las puertas y paredes eran de vidrio.

-Pasó que me encontre un adorable gatito y como yo no lo puedo tener, pensé en regalartelo a ti pero...- no pude seguir porque ella me interrumpió.

-Odio los gatos- ella me miraba con una cara de disgusto.

-Oh esta bien, yo... no me lo imaginaba...- ya me estaba poniendo un poco afligido.

-Odio todo- seguía mirandome así. Pero talvez esa era una de las cosas que me gustaba de ella. Sentir que cuando la hacía sonreír, talvez era el único.

Tres En UnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora