Parte IV - Psicópatas en Internet

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¿Saben una cosa? No sé si todas las chicas en este universo tienen una infinita cantidad de pretendientes, pero les aseguro que yo no soy para nada ese tipo de chicas. De verdad, a mí nadie jamás me hace piropos cuando voy en la calle, nadie me pide el teléfono, ni siquiera le dan like a mis fotos en facebook los guapos. A ver, que quizás estoy exagerando un poco. Obviamente he tenido pretendientes porque tampoco soy un ogro horrible, lo que quiero decir es que los chicos que me buscan, a mí no me gustan. Y viceversa, los que a mí me gustan, yo no les gusto. Además de lo que ya sabemos... Que sigo siendo virgen y eso parece aterrar a todos los hombres en la faz de la tierra. Sí, inútilmente virgen.

¿Cuál es mi problema? Pues... Para perder la virginidad se necesita un hombre, ¿no? ¡Y adivinen qué! No tengo hombres a mi alcance. ¿Qué se supone que voy a hacer? La única idea que se me ocurre es ir a casa de Milena y comenzar a lloriquear sobre mi virginal estado. Ella me acaricia el cabello como con pena real.

—Para todas las chicas parece absolutamente fácil. De hecho, para ti parece fácil. ¿Cómo se supone que perdiste la virginidad? —pregunté enfurruñada.

—Es la bonita historia de cómo me enamoré de mi vecino del frente y tuvimos un lindo romance durante dos meses. Ahora dejó embarazada a la novia actual, trabaja hasta la noche y ni nos dirigimos la palabra. ¿No es una historia triste?

—¿Triste? Por favor, Milena. ¡A ti te llueven los chicos! Vienen, te hacen regalos, te buscan en sus carros. ¿Qué tienes que no tenga yo? ¿Una talla más de sostén? —insistí, desesperada porque me contara sus secretos.

Mile suspiró, se echó el cabello hacia atrás y me miró de frente. Me asustó esa mirada tan seria y poco usual.

—Andrea, piensa un poco en lo que te voy a decir —levantó las manos como para calmarse—. ¿Crees que esas personas me quieren de verdad? ¡Claro que no! Sólo quieren comer y luego se van. A ver, que tampoco quiero que te traumatices, sólo es una advertencia. Además, ¿cómo piensas conocer hombres? Estás todo el día metida en casa. Yo salgo, voy a fiestas, trabajo, estoy en la universidad. Veo hombres todo el día.

—Pero si aún no me he decidido sobre qué voy a estudiar...

—Da igual. Digo que por lo menos salgas a comprar el pan o algo. Quién sabe, quizás el panadero se enamora, o el chico de la esquina. Quién sea...

Arrugué el rostro. ¿El panadero? ¿El de la esquina? ¿No podía ser alguien diferente y que no me conociera desde que estoy pequeña? Qué molestia. Tampoco quiero que mis padres se enteren porque ellos pueden ser tan celosos y molestos. Tal vez sólo tengo que aceptar que me quedaré virgen, molestamente virgen. Igualmente no quiero perder esperanzas en el amor. Yo creo firmemente que podré conocer a algún chico interesante y quién sabe lo que el destino los depare. No quiero llorar. No quiero sentirme una total fracasada porque aún nada de nada y lo poco fue honestamente muy malo. ¿Se me están mojando los ojos?

—¡Ay, no! No me digas que vas a llorar...

—Es que Mile, es horrible —me froté los ojos. No quería llegar a este punto—. Pienso en mis viejos novios y entiendo que fueran un poco lentos, yo también lo era, pero no es posible que a esta edad ya nadie quiera romance. No me quieren por ser virgen. Estoy muy, muy molesta.

—Nena... —sentí una mano en mi hombro—. ¡Espera! Te juro que se me acaba de ocurrir una idea. ¿Tienes tu teléfono?

—¿Para?

—Dámelo y deja de llorar, anda...

Saco mi teléfono de mi pantalón y se lo entrego. Tengo mucha curiosidad. ¿Qué? ¿Me va a presentar a alguno de sus amigos por facebook? No, veo que se está metiendo en la bolsa esa donde se descargan aplicaciones. Tiene una sonrisa maliciosa. De repente tapa la pantalla con la mano y no me deja ver. ¡Ya me saldrá con alguna tontería! Pasan larguísimos minutos de intriga.

Amarga VirginidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora