Parte V - ¿¡Sex Shop!?

499 14 2
                                    

—¿Hola? —contesté el teléfono con el corazón a punto de explotar.

—¿Andrea?

Aún no me creo esto de que le di mi teléfono a un extraño de una página para tener citas. Me siento traviesa o algo por el estilo. Respiro hondo, planto los pies en tierra y hablo.

—Sí, soy yo.

—Hola —que voz tan gruesa y sexy tiene—. Es realmente curioso ver a gente como tú en esa aplicación. La mayoría son lesbianas o señoras ya viejas. Eres como una nueva emoción en la aplicación —se ríe—. Seguramente todos te están escribiendo como locos, pero oye, escúchame. Llevo mucho tiempo allí y créeme, hay demasiados pervertidos peligrosos. Muchas fotos de penes, proposiciones indecentes, gente loca.

Era como si estuviera leyendo mi mente a la perfección. No quería interrumpirlo. Aún estaba asombrada por mi propio atrevimiento. Sonreí.

—Yo no es que sea mejor persona, pero bueno, sólo quería advertirte de la gente extraña que hay por allí. Mi nombre es Fernando y como podrás notar me gusta mucho hablar, así enamoro a las chicas. Sólo no te enamores de mí.

¡Qué engreído! ¿Cómo me voy a enamorar de un total desconocido? Estoy sin aliento. No tengo ni idea qué responderle. Esto definitivamente es divertido. ¡Puedo ser cualquier persona! Puedo inventar cosas y él no tiene que saber la verdad. ¿Se me está yendo la cabeza, quizás?

—¿Sigues ahí?

—Sí, sí, sólo que hablas mucho y estaba procesando todo lo que decías. Bueno, hola, no sé qué más decir —me reí.

—Que tontita —se ríe también—. Hola niña. Tienes una voz, no sé, un poco pícara y seductora. Combina con tu foto. Bueno, ahora dime qué haces en una aplicación llena de pervertidos como yo.

—Sinceramente no sé. Ya casi voy a cumplir un año de soltería y mi amiga Mi... —casi digo su nombre, mejor no decir nombres— Me metió en esto y he ido explorando que hay por allí. Por el momento nada realmente interesante, pero eso puede cambiar.

—Yo creo que tu amiga no te aprecia mucho por echarte esta maldición encima —nos reímos los dos. ¿Por qué tiene que ser tan gracioso?—. Por cierto, dime una cosa, ¿tienes 18 en verdad?

—17 —corregí como sintiéndome culpable de haberle mentido—. Lo que pasa es que creo que los hombres le tienen un poco de miedo a las menores de edad.

—¡Claro! A ver, imagina por un momento que tú y yo tenemos una hermosa relación, viajamos a la playa, todo bien. Y tus padres se entera, ¿no me demandarían?

—Depende. ¿Qué edad tienes?

—21.

—Sí, creo que te demandarían aún si tuvieras mi edad —me reí aún más.

Ya me duele la oreja de tanto hablar por horas y horas. La pantalla indica que van ya tres horas seguidas. ¿Cómo tiene tanto saldo? Nos contamos cosas sobre nuestra vida. Él estudia arte y es de la ciudad del este, a unos treinta minutos en tren. Tiene un carro, trabaja y vive solo. Yo apenas le cuento cosas porque tampoco es que tenga mucho para decir. Vivo con mis padres, tengo un gato, tengo una mejor amiga y no estudio. No para de hacerme halagos por mi voz supuestamente "picante". Cuando me estoy riendo por el ridículo halago entra mi madre. Me asusté.

—Andrea, ¿qué tanto cuchicheas en ese teléfono? Llevo rato oyendo murmullos —¿habrá oído la conversación?—. Mira la hora, por favor.

—Sí, sí —muevo la mano para que se vaya. ¡Qué pena!

Amarga VirginidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora