Marina miró ambos lados antes de cruzar la deshabitada calle que la llevaría al prostíbulo. Un simple cartel de neón rosado que decía "Leonely Hearts Club" iluminaba la entrada, contrastando con el exterior del edifico que en su momento habrá sido beige, pero la humedad hizo lo suyo llenándola de moho y convirtiéndola en gris oscuro verdoso. Eligió este lugar porque mantenía su identidad oculta, que era justo lo que necesitaba para poder tener una aventura fuera de lo común. Las drogas, el alcohol y las noches con hombres ya no despertaban su interés como antes y lo que necesitaba era algo diferente, algo que la haga sentir viva.
Se colocó la capucha, observó otra vez ambos lados, verificando que nadie la haya seguido y le dirigió al guardia de la entrada una mirada profunda con una sonrisa sensual que derritiría a cualquiera. El hombre rodó los ojos, pero Marina pudo notar que tuvo efecto en él al ver que sus mejillas se enrojecían.
—Señorita —Asintió con la cabeza en gesto de saludo y abrió la gran puerta de madera, dejándola pasar.
Las luces de colores que provenían del pequeño escenario ubicado al final del lugar hizo que marina entrecierre los ojos, y a los pocos segundos se acostumbró a la oscuridad del lugar. Gracias a las pequeñas arañas de luces colgadas a los costados, donde se ubicaban mesas llenas de hombres bebiendo, pudo notar que las paredes estaban tapizadas de rojo y que todo lo demás era de madera oscura, pensó.
Sacó la hoja del mail que había impreso con anterioridad, enviada por el dueño del lugar. Hizo un esfuerzo por leerla, rápidamente la volvió a guardar en su bolsillo y se acercó al bar.
—Um, disculpa, ¿el señor O'Neill? —El bartender la miró por un segundo, deteniéndose en sus pechos más de lo que debía, y luego soltó una risotada que sobresaltó a Marina.
—Lucas, es como la quinta que llega esta noche —gritó por lo alto al empleado de al lado, que estaba sirviendo una bebida y sonrió mientras movía la cabeza de lado a lado, como si no lo pudiera creer. El bartender fijó su mirada en Marina de nuevo, con ojos divertidos—. Siento decirte, nena, que si estás aquí por trabajo no hay más lugar. Aunque yo podría mantenerte ocupada esta noche, si así lo deseas —Lamió sus labios y volvió a observarla de arriba a abajo, ésta vez con lascivia evidente en sus oscuros ojos. Marina decidió ignorarlo y simplemente le entregó el email de su jefe. El muchacho abrió los ojos como una tarta y se quedó blanco por un momento. Algo en el pecho de Marina saltó con regocijo cuando supo que había dado en el blanco.
—¿El señor O'Neill? —Repuso nuevamente, esta vez con voz muy dulce y una sonrisa de lado.
—Por aquí —murmuró y con la cabeza agachada la guió escaleras arriba, ubicadas detrás del escenario donde varias strippers estaban dando su show.
Pasaron por el primer piso pero en lugar de detenerse, la siguió guiando hasta unas segundas escaleras. En el segundo piso, seis puertas se ubicaban a cada lado del pasillo, más otra puerta principal al final, enfrente de ellos. Marina pudo observar que la parte de arriba era mucho más lujosa, y sobre todo menos vulgar, que la de abajo. El pasillo, lo bastante ancho como para ser un lobby, estaba tapizado de un color amarillo pastel y pequeñas lamparitas de cristal estaban ubicadas en la pared, más 3 arañas grandes colgando en el techo.
El chico tocó la puerta del final dos veces antes de entrar, sin esperar una respuesta del otro lado. Cuando Marina colocó un pie dentro del lugar, él desapareció detrás suyo y ella giró, sólo para ver que él cerraba la puerta detrás de sí. Volteó y pudo ver que se encontraba en una especie de despacho, sólo que de un lado había una especie de vidriera. Le pareció raro, pero además de eso, la habitación era normal. Bastante vacía, de hecho. Aparte de dicho mostrador, sólo tenía un escritorio y dos sillas de cuero. Un hombre estaba sentado en una de ellas, mirándola como si hubiera ganado un gran premio. Supuso que era Barrie. Sonrió, se acercó a él, y sin esperar invitación, se sentó en la silla de enfrente.
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La decisión correcta.
FanfictionMarina sólo buscaba cometer una travesura que la sacara de la rutina y el aburrimiento que sentía a diario. No sabía que en el momento en el que ella decidió estar con otra mujer, su vida cambiaría para siempre. Lana vivía sumida en su propio mundo...