—Bueno, ¿no es esto genial? —Marina lanzó una sonrisa furtiva a Zac, a pesar de estar molesta. —¡Las mejores vacaciones de mi vida! —Atacó con sarcasmo, aunque en realidad sí estaba disfrutando de la situación. Meneó la cabeza y dejó escapar una carcajada.
—Voy a tener que echarte de mi auto. —Su novio sonrió triunfante. Y Marina le devolvió el gesto. No podía estar más agradecida de tenerlo a su lado. Y aún no podía creer lo hermoso que era y lo mucho que la encendía.
—No hará falta. No funciona de todas formas, así que yo me largo. —Se desabrochó el cinturón de seguridad y se acercó a Zac para dejarle un beso juguetón en la frente y luego abrió la puerta del copiloto y descendió. Él hizo lo mismo, y rodeó el auto para abrazarla mientras se reía. Marina apoyó la frente en su pecho, que temblaba mientras él intentaba aguantarse la risa.
—¿Ah, sí? ¿A dónde irás? Creo que estamos en el peor vecindario de América. Te dije que no era buena idea volver. Siento como si alguien fuera a aparecer en cualquier momento a apuñalarnos.
—En ese caso, me defenderías, ¿no? —Lo decía burlonamente, a pesar de estar un poco alarmada. Realmente estaban en un barrio bajo, con un gran auto inservible y mucho dinero y pertenencias encima.
—Sabes que no.
—Hey. —Marina se separó levemente y le propinó un pequeño golpe en el brazo, él arqueó una ceja y le sonrió como si fuera una niña. —Recuérdame otra vez por qué estamos acá... —Examinó el lugar a la espera de una respuesta que no parecía llegar.
—Creo que ésto es tú culpa, si mal no recuerdo.
—Ya.
—Fuiste tú la que quiso traer a este bebé. —Apuntó con la cabeza al Chevrolet Bel Air que yacía en el asfalto inútilmente. Marina actuó ofendida.
—¡Fuiste tú! No te imaginas cuánto odio esa chatarra. Además, tú eras el que quería visitar a tu amigo, cuyo nombre no recuerdo. Al menos dime que tienes algo para mantenerme entretenida.
—Tranquila, cariño. Tengo uno armado en el auto, el resto tendrá que esperar. Y no es mi amigo, sólo un vendedor.
—Algo es algo.
Marina sabía que su adicción iba en crecimiento, pero no podía detenerse ahora mismo. Compartía el mismo vicio con Zac, y eso jugaba un gran rol en su relación. Muchas veces se detenía a pensar que si no fuese por el hecho de las drogas, ellos no se habrían conocido, y por eso es que tenía tanto miedo de rehabilitarse. No podía soportar la idea de perder a su novio si eso implicaba dejar de involucrarse con narcóticos. La única vez que le habló sobre abandonar esos hábitos, él se puso como loco y fue la primera vez que la golpeó. No podía arriesgarse a que aquella situación pase a mayores instancias, por lo que ese día decidió abandonar el tema por completo. Desde entonces, todo lo que tiene es a él. Sus antiguos amigos la desatendieron cuando comprendieron que ella no tenía ojos más que para Zac. Y su familia nunca estuvo presente, y es por ello que Marina agradecía tanto su presencia.
El hecho de que haya encontrado a alguien capaz de llenar el vacío que sentía desde aquella noche en el prostíbulo, un recuerdo muy lejano ahora, la hacía sentir muy afortunada. Zac podría ser de todo, pero sabía que iba a estar allí cuando lo necesitara. Asimismo, ella tampoco era una santa. Tenía sus subidas y bajadas de ánimos y sabía que eso molestaba a cualquiera que estuviera cerca suyo. Sus problemas de ansiedad y depresión nunca amainaron, pero con él en su vida al fin podía mantener a raya los conflictos internos.
Finalmente, encontró el porro en un pequeño maletín dentro de la guantera, con un encendedor y varias cajetillas de cigarrillo.
—Victoria. —Susurró, su humor cambiando drásticamente. Encendió el cigarro y se acercó a su novio nuevamente, que estaba volteado. —¿Y bien? Dios, qué bien se siente. —Aspiró el rollo en una gran bocanada que llenó sus pulmones y lo dejó reposar allí unos segundos, antes de liberar el humo excediente.
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La decisión correcta.
FanfictionMarina sólo buscaba cometer una travesura que la sacara de la rutina y el aburrimiento que sentía a diario. No sabía que en el momento en el que ella decidió estar con otra mujer, su vida cambiaría para siempre. Lana vivía sumida en su propio mundo...