Unas grandes y ásperas manos recorrieron su cuerpo con brusquedad e impaciencia, tocando partes intocables de él. Fue inmovilizado sobre su estómago, con la cara pegada en la almohada absorbiendo sus gritos.
Dolió, dolió como si estuvieran arrancando la piel a sangre fría. Dolió tanto que deseo morir.
No importó cuanto rogara, no se detuvo. No importó cuanto gritara, no lo escuchó. No importó cuanto luchara y no importó cuanto llorara, él continuó haciéndole daño y usándolo a su antojo.
Impotencia, miedo, traición, ira, Jinki experimentó toda esas emociones en esa noche, que mezcladas causaban tal dolor que le daban ganas de arrancarse el corazón con las manos y lanzarlo lejos.
Las lágrimas, el alcohol y los fluidos corporales creaban una asquerosa mezcla que le causaba náuseas. Con sus manos podía controlar su reflejo nauseabundo pero las lágrimas no dejaban de caer por sus mejillas.
No satisfecho sólo con arrancar su inocencia, entre sábanas sucias lo amenazó. "Si dices una sola palabra de esto te cortaré la lengua". Dichas aquello su padre dejó la habitación dando tumbos, llevándose su inocencia, su habla y sus ganas de vivir.
Su padre volvió a intentarlo la noche siguiente, pero Jinki ya había aprendido la lección. Le puso seguro a su puerta y colocó su escritorio en frente de ella para evitar que fuera abierta. Cuando escuchó violentos golpes en la puerta, se escondió en el ropero deseando desaparecer. A duras penas pudo quedarse dormido, en una posición incómoda pero sintiéndose un poco más seguro.
Se despertó por el ruido de las sirenas.
El cuerpo de su padre yacía sin vida en el jardín. Se calló partiéndose el cráneo mientras escalaba intentando llegar a su ventana, estaba ebrio. Jinki se sintió aliviado, si hubiera alcanzado su ventana no habría podido detenerlo.
No salió de su habitación. Cuando los policías registraron la casa lo encontraron aún escondido en el armario. Le hicieron un montón de preguntas, que Jinki no respondió. Cada vez que intentaba decir algo, las palabras de su padre rondaban su mente y aun si no estaba vivo lograron mantenerlo callado.
Nunca dijo uno sola palabra de lo que ocurrió. Al ser su padre su único familiar directo, su custodia fue cedida a un par de tíos lejanos que se dedicaban a viajar por el mundo. No eran cariñosos, ni amables, de hecho ni siquiera les agradaba la idea de convertirse en los tutores de un chico 'mudo' como lo habían declarado en el hospital después de la muerte de su padre. No le dio importancia, sentía que ya nada podría herirlo más. Sus tíos no dejaron de viajar por el mundo, pero tampoco lo llevaron con ellos. Simplemente compraron un departamento para él y lo dejaron viviendo por su cuenta en el otro lado de la ciudad. Todos los meses le daban una mesada y se ponían en contacto con él mediante cartas, pero jamás se preocuparon de su bienestar emocional. Y Jinki tuvo que reparar su alma rota por sí mismo.
No fue sólo la amenaza de su padre, sino también el hecho de que las palabras fueron totalmente inútiles para él en aquel horrible momento. Dijo una y mil cosas para detener a aquel monstruo y nada dio resultado, así que decidió dejar de usarlas.
Así fue cómo comenzó su mutismo selectivo. Fue sencillo guardar silencio porque durante un mes completo no salió de su departamento y no tuvo contacto con las personas. Estaba intentando curar su alma destrozada, cerrar ese enorme hueco talado en su pecho, pero no lo consiguió y cuando volvió a salir se dio cuenta de que tenía más problemas que antes. Además de su problema de habla, un miedo irrefrenable al contacto físico formaba parte de su diario vivir. Pero no intentó solucionarlos, así era como Jinki inconscientemente intentaba mantener el último trozo de su alma a salvo.