~Capítulo 3~

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Sin haberse dado cuenta, con el pasar de los minutos poco a poco se fue relajando en la camilla hasta el grado de quedar dormido, su cansancio se reflejó en la parsimonia con la cual su pecho subía y bajaba en una regulada respiración que bien cualquiera que lo viera bostezaría tan sólo de escucharlo dormitar. El estruendoso sonido de uno de los cajones de los muebles cercanos lo hizo pararse de un brinco asustado, descartando toda relajación que anteriormente pudo haber sentido recostado en ese lugar. Con velocidad talló sus ojos los cuales se hallaban de un rojo muy intenso parecido al de su respingada nariz, además de poseer un par de lagrimitas.

— ¿Hay alguien? —Preguntó esperando una respuesta que no llegó, guió su cansada vista hasta el reloj de muñeca color negro que adornaba su mano izquierda verificando en sí que faltaban cinco minutos para las tres de la tarde, hora importante ya que era su horario de entrada en el trabajo. Al ver dicho dato, se levantó hecho un desastre tomando la mochila que había dejado a los pies de la camilla y saliendo a paso veloz de la enfermería. Bajó por las escaleras percatándose de que la institución ya se encontraba vacía, a decir verdad era algo normal, su horario de salida esa casi siempre a las dos, a veces a las tres dependiendo de si se encontraba inscrito en algún club extracurricular. Lo que no era normal y a su vez fue alarmante era que mientras corría por las calles de Gravity Falls no hubiese ni un alma, no había gente caminando, ni comprando, tampoco había autos, motocicletas ni bicicletas, mucho menos autobuses.

A tan sólo dos cuadras de llegar a su trabajo, frunció las cejas, mirando a todos lados para cruzar la calle, amago que estaba de más debido a lo desértico del lugar.

Le restó importancia, había más prioridades como para fijarse en eso.

En cuanto llegó, se adentró haciendo sonar la típica y anticuada campana, se llevó la mochila al pecho abriéndola y de ella sacando el mandil que cargaba para el trabajo y posteriormente volvió a alzar la mirada encontrándose con una situación nueva; Su jefe, el hombre viejo de carácter amargo junto a el muchacho que hace poco se había encontrado recién en la enfermería con su ojo aún vendado.

—Dipper, justo a tiempo —Saludó el mayor de los tres brindándole una grata sonrisa. Pines por su parte le saludó y luego miró al otro, éste le observaba fijo, de aquellas miradas intimidantes que llegaban a incomodar y hacer agachar la cabeza. Sonrió de medio lado a modo de saludo, achicando sus ojos y sorbiendo poco después su nariz. —Quería presentarte al nuevo trabajador, Bill.

—Hola Bill —Ahora con ese nuevo dato, se atrevió a saludar como corresponde acercándose y extendiendo su mano.

—Mucho gusto mph... —El rubio tomó la mano de Mason y jaló un poco de ella haciendo del apretón algo soberbia su presencia, acercándose a mirar la leyenda del mandil del castaño y añadiendo; —"Pino".

La voz le resultaba grotescamente familiar, pero a pesar de compartir esa igualdad con sus vagos recuerdos lo que más le causaba conflicto no era la voz, sino aquel chico.

—Pines —Corrigió aguantando las ganas de virar los ojos y en cambio dibujando otra sonrisa con más pinta de mueca.

—Te diré Pino —Colocando su mano en forma de pistola y haciendo el ademán de disparar directo al pecho del castaño, Bill pasó su lengua por el interior de su mejilla, juguetón.

Ésta vez no pudo aguantarlo más y giró los ojos bufando acompañado de eso y dejando caer sus hombros agregando un "me voy" para dirigirse al interior del negocio en dirección a las estanterías, después de todo tenía que continuar con su trabajo. Carraspeó su garganta y checó un par de papeles sobre la barra, había nombres escritos además de marcas de relojes populares por eso del siglo XlX, de igual forma los reacomodó y colocó los lapiceros en sus respectivos lugares, tomó otras cajas y las amontonó en el estante recordando que sus relojes habían quedado hasta arriba del mismo. Frunció las cejas, buscando por debajo el banco que solía utilizar para montarse y de esa manera alcanzar todo sin un resultado óptimo.

—Bien —Dijo parándose sobre las puntas de sus pies, estirando los brazos para así poder tomar con las manos la caja. —Ya casi... —Susurró para sí mismo dándose apoyo, odiaba ser tan bajo y guardar las cosas tan arriba.

Una presencia tras de sí lo hizo acorralarle sobre la estantería y ese cuerpo sabiendo de primeras o más bien temiendo por quién fuera porque por supuesto, desde hace rato sabía que pasarían roces así en el trabajo. Apretó los ojos sintiendo como el hombre tras de él alcanzaba la caja y volvía a enderezarse tomándola como señal suficiente para darse la vuelta y encararlo.

— ¿Es tuyo? —Preguntó el rubio con la caja en manos aun frente al menor quien asintió sin darle tantas vueltas al asunto. —Agárrala entonces —Agregó con un tono de voz algo ronco que hizo al más bajo torcer los labios ¿A qué quería jugar? Ya estaban grandes como para estarse con rodeos. Con las cejas fruncidas aun, Dipper tomó la caja casi en un arrebato y se dirigió a la zona del taller donde estaba su mesa de trabajo, fulminándole con la mirada.

— ¡Pines! —El grito de su jefe lo hizo temblar dejando con velocidad la caja sobre la mesa y corriendo en dirección hasta donde estaba el hombre quien le entregó un atomizador y un trapo con velocidad. —Limpia los vidrios por fuera —Demandó ya más bajo volviendo a girarse para tomar más cajas de las que había en el suelo.

—Está bien —Asintió el más joven, suspirando para poco después salir del local comenzando a rociar un poco del líquido y tallando de manera circular, pasando por las inscripciones en letras color doradas que retrataban el nombre del lugar.

— ¡Mira! Bill está trabajando aquí —Señaló una de las chicas que pasaba caminando por la acera confirmando así la sospecha anterior de Dipper, no tenía nada de qué preocuparse por el repentino vacío de la ciudad, de nuevo ya había gente recorriendo las calles y para su mala suerte un dúo de irritantes fans de Bill. —Deberíamos entrar —Sugirió la morena de las dos.

—Por supuesto que no —Contestó la otra mirándole con desagrado. —Está clarísimo que te va a rechazar si llega a verte acosándole aquí.

—Pero es guapo —Demandó la otra, como si fuera justificación suficiente para entrar y ver al chico.

— ¿Y qué? Los guapos siempre son inalcanzables, como él... Sólo nos queda admirarle de lejos si deseamos conservar dignidad.

Las voces poco a poco se fueron haciendo lejanas hasta que las jóvenes cruzaron a la otra acera, ¿Guapo? ¿Inalcanzable? ¿Dignidad? Vamos ¿Qué tenía de guapo e inalcanzable ese "tuerto"? para Dipper se veía como un simple donjuán cualquiera que podía hacer y deshacer a quienes se le entrometieran sentimentalmente y oh, vaya que detestaba eso en una persona. Comenzó a tallar con desesperación el cristal, maldiciendo y pensando una sola cosa "Tranquilo, no lo conoces, no lo juzgues sin conocerlo".

El ahora golpe sordo que se escuchó en el callejón de al lado del local, justo donde se hallaban los contenedores de basura que dividían ese negocio de otro, lo hizo dar un brinco y girar a ver alzando una de sus cejas.

— ¿Hay alguien? —Volvió a preguntar por segunda vez en el día, caminando un poco tan sólo para asomar la cabeza en el oscuro callejón sin salida donde los contenedores estaban atascados de bolsas negras y un olor nauseabundo emanaba de ellas, tal era la peste, que en vez de investigar simplemente vio y se regresó a la tienda. —Qué raro —Murmuró cerrando la puerta.

Tal vez algo o "alguien" seguía a Mason.

The Killer °Billdip°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora