El joven se adentró a su salón, siendo franco no tenía ni las más mínimas ganas de sostener siquiera el bolígrafo, por lo menos agradecía que su asiento quedara cerca de la ventana siendo un segundo piso, disfrutando así de la vista y el aire fresco removerle las impurezas del alma, ver los pájaros volar, las copas de los árboles y pinos removerse y escuchar al profesor de educación física torturando en la planta baja a los demás alumnos.
La clase se centró en química, cuyas fórmulas en el pizarrón ya sabía realizar, comprender y explicar incluso con manos y ojos atados, no obstante sin importar lo habilidoso que podía resultar en la materia de vez en cuando giraba a ver a quien daba la cátedra escuchando atento todo lo que pudiese explicar, la maestra de carácter hoscoso no era muy de su agrado, por lo que debía mostrarse atento y no con la vista y pensamientos en las nubes.
En el lapso de la clase se podría decir que se mantuvo ausente, como si la presencia de ese muchacho le hubiese puesto una marca en el pensamiento, una que lo hacía pensar un poco en lo que había visto, lo difícil que era asimilar que el tiempo se hubiese detenido como en las películas, en los libros, en todo aquello fantasioso que lo hacía preguntarse más y más ¿Quién era él?, la voz de su maestra era lejana, como si de a poco el volumen de su voz comenzara a bajarse al igual que los ruidos chillones del plumón sobre el pizarrón, y el volumen fue disminuyendo poco a poco hasta que se silenció por completo, Dipper frunció las cejas y se enderezó en su asiento mirando a todos lados, sus compañeros, el salón en cuestión, la profesora, la ventana, las cortinas, hasta que un ruido inundó sus orejas entrando por una y saliendo por otra, un pitido sordo similar al que se da cuando la presión sanguínea baja. Hiperventilándose, pestañeó muchas veces recibiendo por errónea petición una imagen de la cual hubiese preferido evitar; Los cuerpos de los estudiantes y docente comenzaron a deshacerse como cera en una vela, pintando todo de un carmín intenso y vivaz.
El "tic tac" de un reloj común como los de bolsillo que día con día se dedicaba a reparar comenzó a hacerle eco en los oídos y causarle un mareo tremendo.
Sin titubear, Mason llevó ambas manos hacia sus orejas cubriéndolas y cerrando los ojos, creyendo que era una malísima broma que poco a poco lo llevó a entrar en desesperación a tal grado de gritar a todo pulmón, conteniendo las lágrimas de pánico que sus ojos deseaban desbordar.
— ¡Señor Pines! —El alivio que recorrió sus venas al oír esa voz que le bajó la adrenalina, la desesperación y le reguló la respiración, era fácil de explicar.
Aquel grito lo sacó de su trance, de ese infernal universo que lo hizo sentir al borde de la locura, siendo el típico grito que pegaba su maestra cada que no prestaba atención a las clases. Quitó sus manos de sus orejas, temblorosas, y abrió los ojos mirando a la docente y de paso escuchando risas, burlas y cuchicheos de los compañeros cercanos a su butaca.
Sus mejillas se coloraron ante la vergüenza pero aun así, con la respiración acelerada y la temperatura arriba de la promedio, miró a su maestra, tragó grueso y sonrió de forma falsa;
— ¿Puedo ir a enfermería? —Cuestionó llevándose una mano al pecho y levantándose aún sin recibir una respuesta positiva.
—Si así dejas de interrumpir mi clase, ¡Adelante! —Su mano hizo un ademán, casi corriéndole del aula y apuntando hacia la puerta, haciendo ver que esa sugerencia era más un favor para ella que para él.
Dipper hizo una suave reverencia y comenzó a tomar sus cosas, guardándolas con velocidad dentro de su mochila que seguidamente se llevó a la espalda. A paso veloz, caminó entre las hileras de butacas, chocando con una y haciendo sonar el crujir del piso con la pata del mueble además de aumentar las risas de sus compañeros ante ese incidente. Detestaba ser observado y más a señal de burla.
Salió del salón cerrando la puerta tras de sí asomando su cabeza de izquierda a derecha para verificar que los pasillos seguían vacíos, alzó una de sus cejas y pasó su lengua por el interior de su mejilla ¿Acaso las clases eran tan interesantes ya? Era común ver dos o tres grupos de estudiantes saltándose sus clases y huyendo del encargado a vigilar el instituto, un perteneciente al cuerpo docente.
Comenzó a caminar a las otras escaleras en dirección a la enfermería del tercer piso, estaba más vacío que el del primer piso porque vamos ¿A qué idiota se le ocurrió poner una enfermería hasta tercer piso? Aquellos cuya pierna se fracturaron en las escaleras, jugando futbol o por una mala broma no quería saber cómo la padecían si debían subir hasta la otra enfermería.
Llegó y sin tocar la puerta se adentró, recibiendo el aire fresco de las ventanas abiertas sobre su rostro, brindándole alivio y tranquilidad. Se giró en dirección a las camillas, eran dos, divididas por una fina cortina color blanco por la cual podía ver la sombra de dos personas escuchando poco después lo que hablaban.
—Tendrás que estar tres días en reposo, si no quieres morir desangrado claro. —La voz de la mujer sonaba a reprimenda, acompañada de quejidos del al parecer muchacho que se hallaba sentado sin poder lograr verlo debido a la cortina.
Se adentró un poco más para poder estar más cerca de la camilla y así ver quién era el herido.
Unos rubios cabellos que se meneaban con cuidado siendo los del lado derecho un color carmín, Pines tuvo que achicar los ojos para ver con más atención hasta captar que había una pequeña charola de metal llena de algodones remojando en sangre haciéndolo reparar una mueca de terror volviendo su vista a la enfermera quien ahora enrollaba una venda en la cabeza del rubio pasando con cuidado por su ojo derecho de donde brotaba la sangre a chorros ya cubiertos por una gasa.
Su preocupación detonó una pregunta en su cabeza "¿Cómo diablos podía una persona seguir vivo sin un ojo y como si nada?"
La mirada del muchacho sobre él, lo hizo mirarle de igual forma y forzar una sonrisa que decía "Vaya... Qué problema tienes."
—Pines... —Llamó la enfermera la cual ya se hallaba a un lado de Dipper, poniendo su mano sobre el hombro del castaño y apretando con cuidado en señal de apoyo. Últimamente sentía que o el tiempo se detenía o se aceleraba perdiéndose varios momentos o fracciones de su día con día por distraerse tan sólo un par de segundos y saliendo tan rápido una voz o sonido lo sacaba de su trance.
—Oh... Hola, venía porque me duele mucho la cabeza, recostarme y una pastilla me vendrán de maravilla —Relató de manera breve.
—Como si fuera tan fácil saltarse las clases —Agregó la mujer divertida, cruzándose de brazos. Dipper agachó la mirada escuchando una ligera risa venir del muchacho de enfrente haciéndolo sonrojar, siempre había risas entorno a él. Le avergonzaban.
—Pero ésta vez hablo muy en serio. —Volviendo a mirar a la enfermera, arqueo las cejas preocupado, viendo como el cuerpo médico llevaba el dorso de su mano a su frente tocando con cuidado y repitiendo la acción sobre sus mejillas.
—Mph... Tienes un poco de fiebre, está bien te creo, puedes quedarte —Demandó llevándose las manos a la cintura y mirándole con atención. Dipper por su parte soltó un suspiro de alivio y fue hasta la camilla vacía, al menos la fiebre le había salvado por los pelos y había logrado convencer con velocidad a la enfermera.
Volvió a ver al rubio quien, expectante, le regresaba la mirada de igual forma; Sus facciones masculinas y bien marcadas, su nariz respingada y refinada iba muy de acuerdo con ese único ojo izquierda bastante misterioso, de cejas pobladas y del mismo color que su cabello además de una tez morena claro que le agregaba sensualidad a su porte, de no ser por esa venda y las prendas llenas de sangre sin duda pensaría que era un muchacho increíblemente atractivo.
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The Killer °Billdip°
FanfictionTal vez un misterio. Tal vez un enfermo. Era lo que pensaba aquel joven, aunque su contrario era más que esas palabras.