Capítulo III: "Culpa"

107 7 0
                                    

Mi vista dolió al instante con sólo abrir un poco los ojos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mi vista dolió al instante con sólo abrir un poco los ojos. El color blanco de los alrededores era tan intenso, que lograba cegar a cualquiera que se osara a contemplarlo. Por ello, tuve que parpadear variadas veces, a pesar del gran dolor de cabeza que sentía.

Paramédicos yacían a mi alrededor y, por lo que pude apreciar, me transportaban con prisa en una camilla de hospitales.

—¿Q-qué pasó?... —logro pronunciar.

Ninguna respuesta, estaban apresurados.

Ingresamos en una sala y velozmente me colocan una nueva máscara de oxígeno, por lo que pude divisar.

—Por lo menos ella está bien, esperemos que él sobreviva... —le alcanzo a escuchar a una enfermera antes que mis ojos cerraran involuntariamente.

Abro los ojos de forma lenta y tranquila, tal vez para recordar el lugar en el que estoy ahora, acostada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Abro los ojos de forma lenta y tranquila, tal vez para recordar el lugar en el que estoy ahora, acostada. Miro a mi alrededor y me percato de que estoy en una habitación de... espera, ¿una clínica?

En segundos arriban en mi cabeza los últimos recuerdos: los gritos, el asfalto, el coche rechinando, los paramédicos.

No me digas que...

Oh no.

Recorro la mirada nerviosa por todo mi cuerpo, por si existe algún indicio de que haya ocurrido lo que sospecho. Me destapo las sábanas con cuidado y observo mis piernas. Sólo rasguños, las muevo lentamente y nada, están sanas.

Ahora evalúo mis brazos, pero gracias a Dios, sólo uno de ellos está inyectado por un suero y nada más.

Nada más.

Respiro aliviada, no siento dolor en mi torso ni en los costados, sólo un pequeño malestar en la cabeza.

—Clarette, despertaste. —Salto por el susto, no me había percatado de la presencia de mi tía—. Creía que nunca lo harías.

La observo detenidamente, tiene los ojos hinchados al extremo e incluso enrojecidos y su voz está más grave y ronca de lo normal. Estuvo llorando, no hay duda de eso.

ProdigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora