Capítulo IV: "No estoy enferma"

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—Señorita Clarette, ¿se encuentra ahí? 

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Señorita Clarette, ¿se encuentra ahí? 

Ignoro las palabras de ese hombre, sólo quiero asimilar rápidamente la información que estoy recibiendo de forma tan radical. Sin embargo, me es difícil.

¿Señorita? Necesito que asegure lo que me contó esa señora, ¿todo eso es cierto? 

Suspiro con pesadez.

—Mire señor —le contesto irritada—, este no es el día indicado. No estoy en condiciones para asegurarle nada, así que por favor, no llame de nuevo.

Pero, señorita Clarette, espere...    

Corto la llamada, interrumpiendo las insistencias de ese doctor. Guardo el móvil y doy una mirada hacia la nada, como si me hubiera desconectado del mundo. Ni siquiera le tomaba atención a los pinchazos que causaban las hojas del suelo en mis rodillas rasguñadas.

Creo que estuve de ese modo por varios minutos, o tal vez segundos... No puedo asegurarlo.

—Clarette, ¿qué haces aquí? Ya es hora de irnos —reconozco la voz de mi tía a mis espaldas. No reacciono y no sé por cuánto tiempo estuve en ese estado—. Sobrina...

—¡Ya voy! —le vocifero con furia, aunque siento que fui más sutil de lo que pretendía.

Me pongo de pie con velocidad y camino sin mirarla. No obstante, sé qué expresión tuvo que haber formado ante ante mi reacción.

Sin embargo, no me importa en lo absoluto.

Llego al coche y subo en los asientos traseros. Molly hace lo mismo, pero en el asiento del piloto. Me observa por el retrovisor con seriedad para luego encender el motor.

Existió un silencio sepulcral durante todo el trayecto.

Chloe, que yacía sentada en el puesto del copiloto, no dejaba de observar el exterior a través de la ventanilla. No estoy segura de qué estará pensando, posiblemente de su padre, pero sólo sé que nuestra relación de primas ya no será la misma por mucho tiempo, y mejor no pensar que tal vez sera para siempre.

Mi tía... bueno esa señora no deja de observarme por el retrovisor, ni que fuera la primera vez que le haya contestado de esa manera.

—Mejor mire hacia adelante, no queremos que ocurra otra tragedia —le suelto sin pensar.

Ella obedece, pero con notable fastidio; y mi prima me da una mirada fulminante para luego voltearse, conteniendo las palabras que iba a decirme.

Ahora me arrepiento de haberlo dicho, dicen que soy demasiado inteligente, pero yo sé que eso no es así, soy impulsiva en ciertos momentos, por no decir siempre.

Pasaron minutos y llegamos a la casa. No pude evitar recordar cuando llegué por primera vez aquí, y sobretodo, en el coche de mi padres.

Sacudo la cabeza para quitar esos pensamientos, ya he sufrido suficiente.

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