Capítulo 2. Daniel

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A missy-2412  <3 que me ha apoyado tanto. Te quiero feto :3
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Levanto la vista del libro. El dolor me ciega y soy incapaz de seguir leyendo. Dejo el libro a un costado mío y camino de un lado a otro, en espera a que el dolor cese.

Nada. Estoy preocupado.

No puedo pedir ayuda, porque me descubrirían. Ya son poco más de cinco años fingiendo frente a todo Dinamo, definitivamente no puedo echarlo a perder pidiendo ayuda. Miro a través de la ventana y me entra un impulso enfermizo de cerrar las cortinas. Siento que todos están mirándome, que todos descubren lo que tanto intento ocultar y el pánico se apodera de mi.

El dolor aumenta de intensidad y con muchos esfuerzos, me contengo de gritar. Miro como si se me fuera la vida en ello, la marca borrosa del nombre de mi predeterminada. No es muy legible, pero puedo alcanzar a leer las letras vagamente. Pronuncio el nombre en voz alta. Zoe.

Que el nombre me hiera al producir la vibración, no puede ser normal. De ninguna manera. Hay algo detrás de esto, que debe estar produciéndole dolor también a ella. Tal vez cuando la encuentre, el dolor se apague. Tal vez, pero sólo tal vez, esto no sea más que un accidente.

Comienzo a buscar razones por las que alguien en el Centro de Control pudiera causarnos esto, pero hasta yo mismo río de mi ingenuidad. ¿Por qué provocarían un 'defecto' en dos adolescentes cualquiera? Jean no se va por las ramas y no ataca sin razón. Muevo mi cabeza de un lado a otro, despejando mis pensamientos. No puedo permitirme pensar como un fugitivo. No como mi padre pensaba. O piensa, ya que no tengo idea de qué demonios le habrá sucedido. Tal vez es mejor no saber.

¿Será que ya me descubrieron? ¿Saben que vivo solo y que no estoy viviendo con mi padre, porque huyó con cobardía? Sería lo peor que podría pasarme. Está prohibido que un menor de edad viva solo. Aunque eso no es lo peor, el gobierno creería que estoy en contacto con mi padre, cuando no tengo ni idea de su paradero. Odiaría que en ese aspecto también arruinara mi vida.

Me dirijo a la cocina, tratando con todas mis fuerzas de ignorar el intenso dolor que me provoca el nombre en la muñeca. Concentro toda mi atención en servir el vaso de agua, sin derramar ni una sola gota. El dolor incrementa y sin notarlo, tomo el vaso tan fuerte que lo destrozo. El agua y la sangre se deslizan por mi mano con rapidez, mientras yo trato de reprimir ruidos que alerten a alguien en la calle.

Rendido, me acerco al teléfono con lentitud y tecleo el número de Alex. Rezo para mis adentros que no me conteste su madre, si no él y sólo él. Pasan los segundos y no hay respuesta. Comienzo a desesperar, cuelgo y marco una y otra vez. Como un mecanismo destinado a seguir.

—¿Diga? —me responde, tal y como temía, la madre de Alex.

Cuelgo sin pensarlo. Su madre no debe saber nada de lo que me está pasando. Eso le prometí a Alex y eso voy a cumplir.

Maldigo en voz alta. Tal vez no haya futuro para mi, y ni siquiera habré muerto intentando nada. Ni siquiera habré podido tratar de encontrarla.

Zoe. Su nombre retumba en mi cabeza intermitente. ¿Será que si la encuentro todo estará mejor? ¿O sólo empeoraría?

Cuando menos lo espero, un pitido emana de mi puerta. Obligo a mis piernas moverse. Izquierda, derecha. Como antes, programado a seguir. Tecleo mi clave en la puerta para abrir y veo a un muy asustado Alex, abrir de más los ojos por su visión de mi mano ensangrentada. Entra fugaz; detrás de él está su padre, cerciorándose de que la puerta se cierre sola. Alex me toma del brazo y lo pasa por encima de sus hombros. Estoy más débil de lo que creía. Poco a poco, me ayuda a llegar hasta el sofá.

—Dios santo, Daniel. Esto está saliéndose de control.

Le dedico una débil sonrisa sin poder responderle nada.

Por otro lado, el padre de Alex comienza a preparar lo necesario para poder inyectarme algo. Tal vez sea algún antídoto. Siento dolor incluso al imaginar la sensación de la aguja contra la piel. Es de las peores cosas que se pueden experimentar, sin embargo, no es peor que lo que está sucediéndome. No hay otra opción.

Veo al padre de Alex concentrarse cada vez más en la aguja, cuando voltea a mirarme.

—Esto te calmara un poco. Solo te voy a anestesiar.

—¿No puedes darle algún antídoto? —dice extrañado Alex—. Eso sólo lo va a aliviar por algunas horas, y no sirve de nada. Lo van a descubrir.

—Le daría el antídoto si lo tuviera —responde su padre sin inmutarse ni un poco.

Alex lo mira dudoso. ¿Por qué un médico no tendría un antídoto para esto? ¿Y si es una emergencia?

Como si pudiera leernos el pensamiento, nos responde.

—Lo hacen precisamente por esto. Si queremos ayudar a alguien a recuperarse del 'defecto' no podemos, a menos que lo reportemos al Centro de Control. No podemos ayudar a nadie sin que el Centro Máximo se entere.

El silencio se apodera de la sala y concentrado, acerca la jeringa cada vez más a mi. Me indica que muestre mi antebrazo y obedezco. El pinchazo duele menos de lo que imaginaba. Tal vez estaba sugestionado por inyecciones anteriores o el dolor de la muñeca me distrae por completo; pero si es que duele, apenas y lo puedo notar.

Por primera vez desde que llegaron soy capaz de pronunciar algo coherente.

—¿Cómo supieron que debían venir?

—Salimos corriendo en cuanto el teléfono sonó. Si llamaste a la casa debía ser algo muy urgente. Nunca sueles hacerlo —me responde Alex.

—Sabes que no quiero que tu madre se entere de esto. Te prometí que ella no sabría nada —respondo aún con dificultad.

—Exageras un poco Daniel. Marisse no es tan tonta y puede imaginarse perfectamente toda tu historia, sin necesidad de que le contemos algo —responde molesto como si realmente le hubiera llamado tonta a su esposa—. No tienes idea de cuantas veces me ha preguntado por tus padres, e insistido en que deberíamos conocerlos. Parece mentira, pero también para ella te has convertido en un hijo más.

Articulo una sonrisa sincera. En realidad me gustaría hablar así, con esa delicadeza y pasión, de alguien en el futuro.

A diferencia de mi padre, yo si creo en todo eso de las almas gemelas, destinadas a estar juntas toda la vida. Mi padre opinaba que la invención de Hafracoj del reloj y la búsqueda del amor de tu vida, era mentira. Tal vez porque él nunca lo encontró, mi madre era poca cosa para él. Por esa razón, la asesinó y luego trató de darnos el mismo destino a mi hermano y a mi, por desgracia lo logró con John. Y Hafracoj, el país perfecto, no hizo nada en absoluto por nosotros. La familia de un prófugo, no merece que le hagan justicia.

Lo gracioso, es que pensaron que mi padre también me mató a mi. Puede ser, que él haya pensado igual. Y por eso nunca regresó para terminar lo que había dejado pendiente. Nunca le importé.

—Daniel —escucho una voz lejana, como en un sueño.

Miro a Alex furioso, al parecer gritando algo que no puedo escuchar. Veo en su rostro preocupación y a su padre calmarlo al mismo tiempo, cuando siento que mi vista se nubla. Siento que caigo desde muy alto, cerrando los ojos sin saber cuando voy a despertar.

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Y eso es todo fetitos <3 no olviden votar por la historia si les gustó y comentar que les ha parecido *O* si tienen alguna crítica constructiva o algún consejo, no duden en comentármelo :3 no muerdo jejeje.
Sin mas que decir... Hasta la próxima semana *O*

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