Ella era el Sol de la ciudad, una sonrisa le bastaba para iluminar su entorno, era un torbellino de sentimientos, tenía una locura que la hacía perfecta, no tenía miedo a nada, temeraria como nadie . Él por el contrario, como la luna, frío, meticuloso, y calculador, obsesivo, y más aun cuando la conoció. No podía evitar apagarla, no podía aguantar que el brillo de ella apagara el suyo e hizo todo lo posible para acabar con el suyo. De esa forma la oscura luna terminó por opacar al gran Sol, a pesar de brillar este más que la recelosa luna. Así, durante mucho tiempo, el Sol permaneció a la sombra de la luna, escondido bajo su autoritarismo y su imperante permanencia. De tal manera que el Sol no volvió a mostrar su luz y poco a poco fue apagándose debido a la frialdad de la luna, mientras esta aumentaba su poder a medida que el dulce Sol iba muriendo.
Por favor no cedas, no dejes que tú, la estrella más brillante, seas apagada por un simple satélite, huye, aléjate de aquello que apague tu luz y recuerda, hay millones de estrellas más dispuestas a disfrutar de tu luz, brilla y hazlo sin temor y para siempre.
NB.