Capítulo 2 - ¿Una nueva casa?

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Y en la puerta de esa casa tan mona estaba Toriel, apoyada en la puerta como si fuese una chavala y hablando por teléfono. Parecía feliz, entre risotadas y sonrisitas.

-¡Oh dios mio! Esto es mejor que cuando estábamos haciendo el tonto en la puerta.-Ella le miró asombrada.-¡Frisk! Ay dios, voy a colgar.

Efectivamente, colgó y fue corriendo hacia él. 

-¡Lo siento pequeñín! He tardado más de lo que yo creía,  lo siento mucho... ¿Cómo has llegado aquí?

-¡Sólo ande y tuve que hablar con unos cuantos monstruos! ¡Estoy bien!

Frisk titubeaba. Le habían pegado mucho, estaba bastante herido, pero seguía sonriendo. La inocencia a veces vence al dolor.

-¡Dios santo Frisk! ¡¿Qué te han hecho!?-La madre le acarició la cabeza, con algunos pelos pegados de sudor y sangre.-No te preocupes, ha sido mi culpa, entra en casa y te curaré.

Toriel le cogió de la mano. Tenía una quemadura redonda de ácido, esos Froggit pueden ser más agresivos de lo que parecen. 

-No te debería haber dejado solo tanto tiempo. Tu cara parece un mapa con tantos cortes. Ha sido muy irresponsable por mi parte, pequeño.

-¡No te preocupes! ¡Solo he estado jugando! Había un fantasma y una rana muy chula y una flor que hablaba.-El niño bostezó. Pese a toda la energía, se le veía con sueño. La mujer no pudo evitar reírse y acariciarle un poco mas.

-Ya no te puedo esconder esto más. Ven conmigo hijito, te enseñaré tu sorpresa.

Se lo llevó de la mano hasta el interior de la vivienda. Era tan mono como la fachada, con madera muy pálida y brillante, paredes color vainilla  y unas escaleras en el centro esa habitación que hacía el papel de entrada. A los lados de los bordillos que rodeaban el agujero de la bajada, había una maceta con una planta de hojas largas y finas, sobre una especie de mesita pequeña. Había un papel sobresaliendo de un cajón. Al otro lado se podía ver una cajonera llena de libros muy distintos. Habían dos pasillos, uno hacia la izquierda y otro hacia la derecha. 

-¡Sorpresa! ¡Es una tarta de canela y caramelo con mantequilla! Es para celebrar tu bienvenida, pequeñín.

El chaval sonrió ampliamente y luego bostezó de nuevo. Tenía  una cara de sueño que se la pisaba.

-Oh, pero por supuesto, podemos celebrarlo mañana. Tienes pinta de que un buen descanso no te vendría nada nada mal. No te preocupes, yo me comeré una bizcocho de caracoles.

A Frisk ni le importó el poco sentido que tenía un bizcocho de caracoles. Ya estaba hasta cabeceando. Viéndole así, Toriel le cogió en brazos y le llevó hasta la primera puerta del pasillo derecho. Ahí le tumbó en una cama. Por la oscuridad que había, no pudo ver nada. Simplemente notó como era arropado suavemente.

-Que sueñes con las cabritas, pequeñín. 

Inmediatamente después de escuchar eso, el niño cayó en los brazos de Morfeo.

Después de un largo y reparador sueño, el pequeño se despertó. Ahora podía ver el cuarto perfectamente, habían encendido una luz. Estaba metido en una cama, tapado por unas cuantas mantas bastante espesas. A su lado izquierdo había una lámpara alta apagada y un par de peluches de niño cabra blanco y otro marrón. Justo en frente de estos dos podía ver una caja. Se levantó y se estiró. Casi se asustó al darse cuenta de que todas sus heridas estaban curadas. Se sentía como nuevo, ni siquiera tenía ese dolor sordo en todo el cuerpo que le provocó la caída. Magia de mamá, supuso.

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