Capítulo 3 - Dolor de corazón

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Frisk cogió el libro y lo examinó. Era grueso, de tapas rojas, y tenía un grabado metálico en la portada de la misma forma que el dibujo del vestido de Toriel. Curioso, lo abrió por la primera página. Podía leer perfectamente las letras, aunque no sabía ni como, ya que no aprendió a leer en realidad. ''Crónica de la historia de los monstruos. Por WDG'' Cogió una hoja aleatoria y la leyó: 

''Derrotada la Alianza, quedamos atrapados tras la barrera. Temerosos de más ataques por parte de los humanos, nos replegamos lo más adentro que fuese posible. Llegamos al final de la enorme caverna y el rey Dreemurr proclamó un nuevo reino, el nuevo hogar para nosotros. El evento fue muy pomposo, con asistencia casi total de los refugiados, los únicos monstruos que quedaban vivos. El Reino de Hogar fue creado. Por más grande que sea nuestro rey, es bastante malo en esto de poner nombres. ''

El niño no entendió demasiado. Solo se dio cuenta de que tenía que parar de leer. Algo le decía que no debía obedecer a su madre y quedarse ahí. Simplemente, lo sentía. Se dirigió hacia las escaleras y las bajó cuidadosamente, ya que los escalones eran tamaño madre cabra, muy altos para él. Al bajarlas, se encontró de frente con ella.

-¿Quieres saber como salir de aquí, verdad? Pues justo aquí... Está el final de las ruinas. Una salida al resto de este Reino, el Subsuelo.

Su voz sonaba melancólica.

-Mamá, yo solo quiero-

Le cortó en medio de la palabra.

-Voy a destruirla. Nadie volverá a irse. Ahora se un buen chico.-Añadió una mirada severa.-Y vuelve a tu habitación.

-¿¡Qué!? ¡No!

El chico no sabía muy bien que hacer. Vio como Toriel seguía andando por el pasillo, a paso ligero, y se decidió. Iba a pararla. No podía quedarse aquí para siempre, algo le llamaba ahí fuera, por más que le provocase roturas de corazón a nadie. La siguió.

Podía notar en el extenso pasillo aún mas subterráneo un ambiente lúgubre, reforzado por la tonalidad morada imperante en las paredes, el techo y el suelo. La luz era escasa. Empezaba a notar un poco de frío. Todo contrastaba con el ambiente hogareño y amistoso de la casa.  Ella se volvió a detener. Su voz ahora era completamente carente de tono, apática.

-Todos los humanos que caéis aquí sufrís el mismo destino. Lo he visto miles de veces, pequeño. Vienen, se van y mueren. 

-Pero yo.-Frisk se dio cuenta de que esto era un monólogo y prefirió dejar que continuase.

-Mi criaturita inocente... Si te vas, Asgore te va a matar, créeme. Sólo te estoy intentando proteger, ¿Es que no me entiendes? Vuelve a tu cuarto ahora mismo.

Pero no le hizo caso y continuó siguiéndola. El pasillo se doblaba de golpe. Pudo ver en el momento en el que Toriel estuvo de lado a él que estaba sollozando.

-No trates de detenerme. Este es el último aviso que te doy. 

Y entonces se encontró en un espacio más abierto, en una especie de habitación amplia y vacía, con una enorme puerta morada grabada con el símbolo angelical. Solo estaban iluminados por la pobre luz emitida de unas cuantas antorchas. La mujer se volteó y le miró con una expresión entre enfado y tristeza, con lágrimas cayéndoles por las mejillas. Ya sonaba enfadada, casi impotente.

-¿¡Tantas ganas tienes de irte!? ¡Eres igual que los demás!

Esas palabras se le clavaron a Frisk en el corazón. La estaba hiriendo, y él no quería eso, pero tenía que seguir. Después de un silencio, la madre se puso seria de nuevo.

-Solo sé una solución para esto. Demuéstrame que eres lo suficientemente fuerte para sobrevivir.

Su colgante empezó a brillar. Vio que Toriel ahora sostenía dos esferas llameantes de fuego azulado y verde. Tenía los ojos cerrados. Se notaba que ella no quería hacer esto, ni el pequeño tampoco. Pero iba a resistir. El objetivo era salir de ahí.

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