Capitulo 6

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Hoy

Lidiar con tus vecinos algunas veces puede ser facil y otras, dificil. Hay una gran variedad de ellos. Estan las grandes familias que hacen parrilladas todos los domingos, los matrimonios mayores que te pelliscan las mejillas (aunque ya tengas como treinata años), y despues estan los simios egoistamente ruidosos, ejemplo: Hunter Conley.

Desde ya casi una semana mi vecino había estado teniendo sexo desenfrenado. Cada noche con una distinta. Y el ruido era insoportable. Ya se que estan pensando:

Por que no vas a su puerta y le dices que cierren el pico?

Bueno eso ya lo hice y nadie respondió. Ni si quiera tiene telefono, cosa que se gracias a Sergio, el conserje. El pobre señor mayor se había convertido en mi mejor amigo, bueno, mi unico amigo. Ultimamente almorzabamos juntos, se había vuelto nuestra rutina. Yo buscaba algo de comer y lo compartiamos. No hablaba español perfectamente pero sabia bastante, por lo que nos lograbamos entender. Si tuviera un abuelo definitivamente desearia que fuera como el.

Todavía no entendía como el estupido de Hunter había coqueteado conmigo lo mas bien el otro día en la cafetería, y ahora se encontraba tirandose a cualquiera en frente de mis narices. Y no señoritas el no tiene novia, es soltero, información que le saqué aquel día, junto con que tenía veintidos años, era de Nueva York y su perro se llamaba Stanley.

Llegué a mi edifició con las bolsas de las compras en mano. Venía del super que quedaba a media manzana de mi apartamento. El día estaba horrible. Las nubes grises casi negras indicaban que llovería pronto. Sergio al verme me abrió la puerta y me dejó pasar.

-Señorita- dijo hablando con su acento mexicano.

-Gracias Sergio- no se como habría hecho para abrir la puerta sin su ayuda.

-No es nada, ya me iba. Que tenga buenas noches- dijo mientras se iba y hacía un gesto de saludo con la cabeza.

Subí las escaleras como pude. Las luces titilaban y apenas podia ver. Cuando llegué a mi puerta apoyé algunas de las bolsas en el piso y entré. Deje las cosas en la encimera y salí afuera por las otras dos que quedaban.

Tomé las bolsas y ahí fue cuando escuché el ruido. Plaff. La puerta se había cerrado detras de mi gracias a una corriente de aire, y la perilla se había caído.

-Genial- dije sarcasticamente para mi misma. Parecía que todo el edificio se estaba viniendo abajo.

Traté de poner la perilla en su lugar pero nada funcionó. Y ahora que iba a hacer? Sergio se había ido y no volvería hasta mañana.

Podía pedirle ayuda al simio lindo... Digo feo. Pero no, a ese imbecil no podía pedirle ayuda. Era demasiado orgullosa para eso.

Bajé las escaleras y decidí que iba a pedir ayuda en alguno de los otros dos departamentos del edificio. Solo habían cuatro en total, dos en cada piso.

Toqué en la primer puerta y nadie respondió. Llamé a la segunda puerta y antes de ver a la diminuta señora sentí el fuerte olor a excremento de gato.

-Puedo ayudarte linda?- dijo la señora que era de unos setenta años.

-Yo... Puediera usar su telefono?- pregunte en español lo mejor que pude.

-Que si tengo remedios? Oh no linda, aquí a la vuelta hay una farmacia- dijo y comenzó a cerrar la puerta. Puse mi pie en esta para que no se cerrara.

-No, no, no. Que si me prestaría su telefono- dije diciendo fuerte y claro las palabras. Vieja sorda.

-Oh, si claro. Pasa, linda-dijo invitandome a pasar.

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⏰ Última actualización: Feb 23, 2016 ⏰

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