—Como yo lo veo, existen dos posibilidades —decía Kingsley mientras caminaban bajo la luz del amanecer, distanciándose del pueblo donde habían dormido durante la noche—: los pobladores intentan mantener a los forasteros lejos de la cueva con sus cuentos absurdos porque existe algo valiosísimo para ellos dentro de ella, o realmente alguien ha estado matando a las personas que se acercan.
Sus acompañantes asintieron en señal de concordancia.
—De cualquier modo existe algún objeto preciado en esa cueva —afirmó Jules, uno de sus lacayos, disimulando las dificultades que padecía para movilizarse por el terreno.
—Y nosotros estamos preparados para afrontar cualquier inconveniente —dijo Fabricio, el otro sujeto, palpando el rifle que escondía bajo sus ropajes.
Alejandro avanzaba a paso lento tras ellos, cargando el equipo. Era un muchacho aguerrido que había vivido gran parte de sus años en un pueblo aledaño, ganándose la vida en las plantaciones de su familia. Las largas jornadas de trabajo habían fortalecido su cuerpo y mente.
Muchas veces durante su niñez se había aproximado a la cueva de las leyendas. Conocía bien sus alrededores. Había aprovechado su dominio del terreno circundante para aceptar la oferta de trabajo que el trío de extranjeros había ofrecido y recaudar así el dinero que requería. Un ligero temor había nacido en su corazón en el momento en que averiguó cuál era el verdadero destino de los hombres que, podridos en ambición, se revolcaban en la fantasía de hallar una mina abandonada en las profundidades de la cueva que los elevara a la riqueza desmedida; mas el verdadero miedo surgió del joven cuando escuchó las palabras del viejo Omar, que parecía resoluto en sus convicciones.
Él, que había vivido en la ciudad y leído bastantes libros, desconfiaba de los antiguos mitos de esas tierras. Pero la fe dista mucho de la razón, y el alma se estremece no ante lo verdadero y esclarecido sino ante lo inverosímil e insólito. Aunque se negaba a admitirlo, su curiosidad —aquella que había fomentado sus estudios en años pasados— lo impulsaba a persistir en la búsqueda de la verdad tras el mito: luchaba por alejar de su mente las perseverantes preguntas. «¿Por qué la gente desaparece?»
Mientras se internaban en el bosquecillo que precedía a la cueva, Alejandro se abrazó al recuerdo de la ocasión en que derrotó a un puñado de maleantes, y se repitió que cualquier peligro que lo esperase en la cueva no resultaría imposible de sobrellevar. Tras abrirse paso a través de las rocas y arbustos que adornaban las faldas de la montaña, el grupo se estableció en una reducida plataforma sólida desde la cual se podía observar la cueva en la lejanía. Presentaba un aspecto sombrío y descorazonador. Su boca, negra como la noche más oscura, invitaba a ser devorado por las tinieblas. El sudor resbalaba por el rostro congestionado de Kingsley, que sonrió complacido.
—No era mentira que podías traernos, muchacho —soltó con el poco aliento que le restaba.
—Mi padre me enseñó a jamás engañar a hombres con rifles.
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Descenso a lo profundo [Completa]
Misterio / SuspensoUn hombre codicioso se encamina hacia una cueva de la que se dice nadie ha regresado con vida, pues cree que estas historias protegen una mina que lo hará rico; pero no sospecha que el misterio oculto en esas tierras guarda una realidad mucho más si...