Capítulo 5: Memorias de Albert

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El júbilo se respira en el aire. Todo el mundo grita de felicidad y felicita a los demás por la gran actuación de hoy. Estamos volviendo de una misión absolutamente exitosa desde un supermercado del centro, y traemos comida para seis meses en la camioneta gigante de Barry. La furgoneta de su hermano nos sigue por detrás, y por el movimiento que veo desde la ventana trasera, ellos también lo están celebrando.

Por algún motivo, yo no estoy tan contento, aunque no lo entiendo. Podremos quedarnos en el sótano-supergigante-búnker de la familia de Larry, que construyeron previniendo una apocalipsis nuclear, pero me da a mí que algo se avecina. No sé si solo es un presentimiento, pero es muy intenso.

-Eh, Al, ¿a qué viene esa cara tan larga? –me pregunta Marcos, el hijo de Larry y mi compañero de universidad

-No es nada –digo

No quiero preocupar a nadie, así que no diré nada. Además es una simple corazonada, que prácticamente siempre se equivocan.

-Claro, y no existen los zombis –me mira alzando una ceja

-Sólo me preocupa una tontería –le digo para que me deje en paz

De verdad que quiero estar contento, y lo intento, pero no puedo, y no sé por qué.

Una vez llegamos a la calle donde está la entrada al sótano, comenzamos a descargar toda la comida. En el sótano vivimos sobre doce personas, la mayoría de mi familia y de la de Marc están entre ellos. Mis padres siguen vivos, por suerte. También están algunos vecinos que vieron que estarían seguros aquí. Asimismo, debemos mantener a raya a los zombis que vienen por los alrededores, por lo que tenemos que descargar rápido.

Una vez dentro, seguros, preparamos un montón de la comida que hemos conseguido. Nos podemos permitir una fiesta, pues hoy es una ocasión muy especial. Todo el mundo bebe refrescos y come todo tipo de comida, y yo intento añadirme a ellos. De repente Emma, mi hermana, se acerca a mí.

-¿Qué ocurre? –pregunta preocupada

-¿Cómo sabes que ocurre algo? –le pregunto yo

-Oh, vamos, eres mi hermano mayor, no puedes mentir para mí –me mira regodeándose

-Es solo una corazonada de que pasará algo malo...

Ella se pone seria de golpe.

-Al, tendrías que haberlo dicho antes, puede ser algo importante –dice alarmada

-No te preocupes, no es nada.

-¿Seguro?

-Seguro.

Ella acepta a regañadientes, y se va junto a Marcos. Están saliendo desde hace semanas. Tengo que apartar la vista cuando empiezan a hacer arrumacos; todavía no me he acostumbrado.

La fiesta acaba al cabo de media hora, aproximadamente, y entonces todos nos vamos a dormir. Bueno, con todos, me refiero a todos los demás, porque yo no puedo pegar ojo. Al menos las primeras dos horas, en las que estoy intentando por todos los medios descansar en vano. Luego, aproximadamente a la una de la mañana, empiezo a escuchar unos golpes regulares. Son como un "bum, bum" perpetuo. Es un ritmo constante e incansable, y empieza a volverme loco. Me pregunto por un momento si estoy soñando, pero puedo leer lo que pone en el gran letrero que indica la salida, así que creo que no.

Los golpes empiezan a hacerse cada vez más fuertes, y me doy cuenta de que no es normal. Estoy a punto de gritar a todo el mundo para que despierte cuando se escucha un gran impacto, mucho más potente que los demás. Segundos después el techo encima de Marcos se derrumba por completo, dejando caer tras él una colosal bestia. Solo me da tiempo de mirar un segundo a Marcos antes de que el monstruo de más de tres metros caiga sobre su cabeza, haciéndole explotar por completo el cráneo y con él, los sesos. Debo aguantar las ganas de vomitar que me produce ver la escena, pero comprendo la importancia de la situación y reacciono justo a tiempo para evitar que un zombi ráfaga me muerda la cara. Cojo mi bisable y empiezo a seccionar cuerpos. El resto de la gente tarda bastante en reaccionar, pero lo hacen lo más rápido que pueden. Mientras intento controlar a un grupo de nocturnos que se acercan peligrosamente, veo de reojo a mi hermana, quien está tumbada en el suelo por tener a un cuchillas encima. Termino de segar las cabezas de los nocturnos, y me dirijo con el sprint más rápido de mi vida a salvar a mi hermana. Pero ya es tarde, el zombi cuchillas levanta sus garras mortales y le asesta un golpe certero a mi hermana en el torso. Grito un potente y sonoro "Noooo" y me da igual atraer a zombis cercanos. Clavo la cuchilla de mi bisable en la nuca del cuchillas, matándolo para siempre, y voy a socorrer a mi hermana. Se encuentra en muy mal estado y me duele mirarla, pero tengo que llevarla a un lugar seguro.

Con mi hermana en brazos, corro por la enorme habitación infestada de monstruos, además del gigante. El tiempo parece pasar mucho más lento, y me da tiempo a mirar a cada una de las personas luchando por su vida repentinamente. Dos personas a las que reconozco como mis padres, intentan destruir al monstruo a balazos, sin resultado. Parece que las balas rebotan en su piel. De repente, el gigante levanta su podrida cabeza y se come de un mordisco la cabeza de mi padre. Después hace lo mismo con mi madre, sin darle oportunidad de defenderse. Resisto el impulso de ir a salvarlos, ya no puedo hacer nada por ellos. Aun así siento que algo en mí ha muerto; he perdido a mis dos padres.

Consigo salir por los pelos, con mi bisable en la mano, pero ahora no sé a dónde voy a ir, no tengo otro sitio donde estar, y, probablemente, moriremos.

Pero no me voy a rendir así de fácil, al menos debo intentarlo, se lo debo a mis padres, por lo que emprendo el viaje hacia ninguna parte con mi hermana en brazos para, simplemente, prolongar esta tortura llamada vida.

ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora