Capítulo uno: El olvido.

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Desde el intento de escapada de Sanguinem, Mikaela odiaba tanto a Ferid como a Krul, a ambos por igual, a Ferid por haber matado a casi toda su familia, y a Krul por no haberle dejado morir y haberle robado todo rastro de humanidad que tenía, aunque no del todo, ya que se negaba a beber sangre humana. Solía estar encerrado en su nueva habitación, ya que ahora no iba a ser tratado como ganado, Krul le ofreció tener una habitación al lado de la suya, y, ya que no quería volver a la casa en la que vivía con su familia, aceptó. Se pasaba día y noche llorando, algunas veces tenía pesadillas sobre la muerte de su familia, otras veces ni siquiera podía dormir en toda la noche, maldiciendo una y otra vez al asesino y a él mismo por llevarles hasta ahí. Al menos tenía un pequeño rayo de esperanza al pensar que Yuichiro aún estuviese vivo, y que... algún día... viniese a rescatarle.

Había decidido no salir nunca de la habitación, no quería ver a nadie y tampoco quería que nadie le viese, prefería consumirse, dejar que la locura le invadiese al no beber sangre, ni humana, ni la de Krul. Solía rechazar toda la sangre que le ofrecía, aunque a veces la sed era tal que no podía evitar lanzársele encima y morderle hasta quedar saciado, luego, por supuesto, se arrepentía de ello y prometía una vez más no volver a beber. Lo que más odiaba era cuando Ferid le obligaba a salir de la habitación para enseñarle a luchar, aunque Mika se negaba a aprender y nunca prestaba atención a las "clases", por supuesto, no pretendía pelear en el bando de los vampiros. A decir verdad, algunas veces hasta atacaba a Ferid para tratar de desahogarse, haciéndole todo el daño que podía, echándose a llorar luego al ver que no conseguía absolutamente nada.

Aquello le resultaba demasiado doloroso, pensar que si no hubiese sido por su estupidez, toda su familia seguiría viva en ese momento, aunque siguiesen en Sanguinem, al menos... estarían juntos, apoyándose los unos a los otros, riendo de vez en cuando, jugando a veces, y durmiendo todos juntos en una misma habitación... Mas no podía hacer nada, no podía volver hacia atrás y cambiarlo, pero tampoco podía olvidarlo por mucho que quisiese, debía vivir con aquellos recuerdos de por vida. Krul le trataba realmente bien, eso no podía negarlo, parecía como si fuese un hijo para ella, no dejaba que otros vampiros le pusiesen un solo dedo encima, le traía algunos regalos, de vez en cuando jugaba con él y lo llevaba a la cama cuando se quedaba dormido en el gran salón. Incluso Ferid empezaba a ser amable con él, aunque Mika le guardaba mucho rencor por lo que había hecho.

Pasó mucho tiempo hasta que, totalmente resignado, aceptó el aprender a usar la espada que Krul le había regalado al cumplir los trece años, ahora se lo tomaba bastante en serio, su única motivación era aprender lo suficiente como para poder matar a todos los vampiros y salir en busca de su querido amigo, aun teniendo la esperanza de que este siguiese con vida en algún lugar. Hacía todo lo posible por aprender rápido, atacaba una y otra vez a Ferid y a su vez se defendía para no ser atacado, la verdad era que se manejaba bastante bien a pesar de no haber usado una espada antes ni haber prestado atención a las clases. Al acabar uno de los entrenamientos, Ferid se acercó a él y le ofreció un pequeño botecito con la sangre de Krul, Mika lo cogió y se lo tomó sin pensarlo, ya que tenía bastante hambre, no había bebido desde hacía varios días. Pronto empezó a sentirse bastante mareado y no podía mantenerse en pie, por lo que acabó cayéndose al suelo, perdiendo la conciencia en el momento. Lo que realmente le había hecho beber no era sangre, sino un líquido que le hacía perder la memoria. Ferid le tomó en brazos y se lo llevó a la habitación, esperando a que despertase y poder comprobar si el líquido había funcionado.

Pasaron varias horas antes de que se despertase, un tanto mareado aún. Entreabrió los ojos y lo primero que encontró fue al peli plateado, aunque no conseguía reconocerle. Todo lo que había ocurrido en Sanguinem cuando era pequeño, el asesinato de su familia, el causante del mismo, que su querido amigo Yuichiro había escapado y él se quedó ahí... todo aquello lo había olvidado, ni siquiera recordaba que el mundo tal y como lo conocía se había acabado y que los vampiros lo habían llevado a la fuerza a su ciudad para usarlo como ganado. Ferid solo le contó que se había dado un fuerte golpe en la cabeza y que quizás haya perdido parte de la memoria, pero aquello que había perdido no era importante. Mika esta vez se sentía agradecido con él, puesto que fue él quien le "ayudó" y le llevó hasta la habitación. A partir de aquello, la relación con el peli plateado cambió, pues ahora se llevaba bien con él, obviamente porque ya no sabía que él mató a su familia. De igual modo, su relación con Krul también empezaba a ser mejor, incluso ya pensaba que era vampiro y no humano. Sin embargo, un día se acercó a Ferid, bastante extrañado y se le quedó mirando a los ojos.

-¿Por qué mis ojos no son rojos?- Preguntó muy curioso, ya que todos los vampiros que había visto tenían los ojos rojos, sin embargo, cuando se miraba en el espejo, veía que sus ojos eran azules. Ferid sonrió de lado y le cogió en brazos, acomodándole entre estos, tomándose unos segundos antes de responder. –Es porque aún no has bebido sangre humana, pero no te preocupes, cuando llegue el momento, beberás de esta y tus ojos serán como los nuestros. Ya te avisaré cuando sea el momento, pequeño.- Respondió Ferid con bastante tranquilidad, dándole un pequeño beso en la mejilla y dejándole en el suelo nuevamente, revolviéndole el cabello luego.

Cuando llegase el momento, Mikaela perdería finalmente la poca humanidad que le quedaba, y sin siquiera saberlo, sin que nadie se lo impida o sin que nadie le diga la verdad...

Forget everything you were. {MikaFerid} (Suspendido)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora