Capítulo 8

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Capítulo 8.

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Narrador.

Ya todos se habían levantado. Stan, con la ayuda de Mabel, había preparado el desayuno. Dipper buscaba, junto a Pacífica, una forma de despertar a Ford, por ahora no tenían suerte. 

—Vengan a desayunar —llamó Mabel, con una sonrisa, asomada en el marco de la puerta. 

—Ya vamos—respondieron Dipper y Pacífica al unísono. Después de esto bajaron y se sentaron en la mesa junto a Stan, que ya los esperaba. 

—¿Qué les pasa? están todo el día amargados —dijo Mabel haciendo una mueca, que más bien parecía un puchero—. ¿No van a decir nada?

—Lo sentimos —dijo Stan suspirando— ¿Que les parece si vamos al pueblo?—preguntó con un intento de sonrisa. 

—Sería una buena idea, me despejaría un poco —afirmó Dipper.

—Yo no puedo ir, me pueden ver y no quiero volver a esa mansión —dijo apenada—. Vayan ustedes, encontraré algo para entretenerme —sonrió.

—¿Segura? —preguntó Stan y ella asintió— Bueno, volveremos tarde.

—Los espero.

Dipper. 

Nos despedimos de Pacífica y subimos al auto rumbo al pueblo. Al llegar vimos mucha gente agrupada y un feliz Soos se acercó a nuestra ventanilla. 

—¡Chicos! ¿vienen a la feria? —preguntó con entusiasmo.

—¿Qué feria?

—¿No sabían?  ¡Vengan, es muy divertida! 

—¿Podemos tío Stan? —pidió Mabel formando un puchero con sus labios.

—Les doy permiso —dijo, y en menos de un segundo Mabel ya estaba afuera charlando con Soos—. Oye, niño.

—¿Sí, señor? 

—La cuidas, y ojo con lo que hacen.

—Claro, señor.

—Y ya no me digas señor —rió—, dime Stan. —Después de este incomodo momento, salí del auto y me dirigí junto a los chicos. La feria se veía interesante, había de tiendas de comida hasta venta de autos, era una completa locura. 

Sin siquiera darme cuenta, observé a Mabel, se veía muy linda. Estaba mirando a un peluche dentro de la maquina, creo que le había llamado la atención. Apuntó su vista hacia mi y no pude evitar mirar a un lado con las mejillas ruborizadas.

—Eres un travieso —acusó apoyando su dedo indice en la punta de mi nariz— ¿Qué mirabas, eh?

—Y-yo na... —no pude continuar porque Soos me interrumpió.

—Chicos, me debo ir, mi abuelita acaba de llamar para avisarme que es la hora del té, ¡adiós! —explicó rápidamente caminando a la salida.

—¡Adiós, Soos! —nos despedimos ambos a coro.

—¿Ahora que hacemos? —preguntó Mabel con una sonrisa tímida.

—Noté que un peluche te llamaba la atención, ¿qué tal si lo intentamos sacar? —sugerí. Tan solo la presencia de ella me ponía nervioso, pero no por incomodidad, sino por una cosa que no sé explicar.

—¡Me parece una buena idea! —exclamó abrazándome de improvisto.

—¡Yo primero! —dije contagiado por su emoción. 

Narrador. 

—Otra... ¡hic!... botella —pidió Stan a Linda Súsan.

—Ya no más —dijo ésta con tono de reproche—, no sé porqué estás así pero no es justificativo.

—Él está así por mi culpa...—hizo una pausa— Todo es mi culpa...

—No sé de que hablas, pero no creo que sea tu culpa —lo calmo apoyando su mano sobre la espalda de Stan.

En la feria Dipper y Mabel ya iban por el décimo intento, cada uno sin resultado alguno. 

—En esta lo sacaré —dijo Dipper convencido, por lo que Mabel rió.

—Llevas diciendo eso desde que empezamos, Torpe —dijo dándole un suave golpe en el hombro. 

—Esta vez es verdad —aseguró y puso una moneda en la maquina...

Pacífica se encontraba sentada al frente de la cabaña, llevaba dos horas caminando de aquí para allá y ya estaba sumergida en un gran aburrimiento.

—¿Aburrida? —preguntó una voz a su espalda.

—¿Qué quieres, Bill? —Fulminó con la mirada al triangulo.

—Lo mismo que tú, ven a ver esto—dijo con una sonrisa burlona. Éste con un movimiento de mano mostró la escena donde Dipper le regalaba un Gran oso de color marrón a Mabel, con un corazón rojo en el centro.

—¿Qué con esto? Se ven felices —dijo simulando indiferencia.

—Ow, la chica enamorada quiere ver feliz a su amado —hizo un pausa— ¡Vamos!, sé que los celos te queman por dentro —habló con obiedad—. ¡Pero tengo una solución para eso!

—¿Hacer un trato? cuando quieras—rió sarcástica— No soy estúpida, Bill. Así que mejor ya vete.

—No aceptas hacer un trato pero a su vez no soportas la desesperación de ver a Dipper con otra —se burló con una sonrisa de lado—. Caerás en la tentación y me buscarás, todos lo hacen. —Dicho esto se esfumó en el aire.

—¡Mira, Dip!—exclamó captando la atención del mencionado.

—¿Qué sucede? 

—Mira ese cerdito, ¿no es adorable? —dijo inflando sus cachetes.

—Hum, juraría que la cerdita que tengo en frente lo es más —dijo con una sonrisa juguetona.

—¡Oye!—Hizo un puchero—. Parece ser un concurso, ¿qué tal si lo intentamos?

—Bueno, ¿pero sabes que tu tío te matará, no? —dijo con tono de burla.

—¡El que logre adivinar el peso de 7 kilitos se lo podrá llevar consigo!—anunció el presentador y enseguida se escuchó el grito de Mabel.

—¡Yo! 

—Dígame señorita, ¿cuál es el peso de este animal?

—¿Siete kilos? —preguntó con emoción.

—¡Correcto! el cerdo es suyo —dijo con simpleza y se lo entregó en sus brazos.

—¡Sí! ¡lo conseguí! —sonrió abrazando a Dipper.

—Ahora vamos a buscar a Stan que ya se hace tarde—dijo y Mabel asintió alegre.

—¡No manejarás!—gritó Linda Susan quitando las llaves a Stan— Yo manejaré por ti.

—No te olvides de los niños...—dijo cayendo dormido en la parte trasera del vehículo.

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¡Terminó! Espero les haya gustado

Un beso y un abrazo.

¡Bye bye! 





Separados por un demonio. «Pinecest»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora