Capítulo I - El Inicio

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Otra noche más. Los recuerdos jamás me dejan tranquilo. Cada noche recuerdo aquella, definitiva, noche en la que escape de casa...

Era tarde, vaya si lo era, mamá estaba tranquilamente dormida en su cama, mi hermanita en su corral y mi hermano junto a mí. Odiaba compartir cuarto con Jack pero mi casa no era muy grande, no sabíamos que íbamos a hacer cuando Aidé creciera pues ella dormía en el cuarto de mis papás. Los relámpagos rugían ferozmente y la lluvia parecía querer tirar el techo. El reloj de pared, que había estado en mi familia durante años apenas y se oía, su tic-tac siempre me tranquilizaba y me permitía dormir. Un sonido me saco de mi ensoñación. Mi padre entraba por la puerta, ebrio como cada noche. Pero esta vez es diferente, se produjo un tenso silencio, hasta la tormenta pareció silenciarse por un momento. El aire se volvía más denso, casi imposible de respirar. El olor a tabaco de mala calidad y alcohol lleno pronto la pequeña casa. Los gritos de mi madre y los alaridos de Aidé rompieron el silencio en el que nos encontrábamos y superaron el ruido por la tormenta. Mi hermano se pasó a mi cama de un salto. Solo esperábamos el momento en que se cansara de golpear a mamá y viniera por nosotros. ¿Qué nos haría esta vez? Quizá nos haría ir a comprar más alcohol o traer a sus mujeres extrañas que él solía llamar nenas, que nos tocaban de formas extrañas a mi hermano y a mí o tal vez, solo tal vez; si el día había pintado mal; nos azotaría. Mi hermano y yo nos abrazamos esperando nuestro turno, aterrados. Siempre había querido defender a mamá. Pero... ¿Qué podía hacer un niño de 6 años ante tal situación? Jack tenía 10 ¿Habría podido hacer más él? ¿Las cosas habrían cambiado? No, claro que no. Nosotros éramos niños y el un cargador que nos triplicaba en edad, peso, fuerza y maña. Mamá dejo de gritar, de nuevo había quedado inconsciente. ¿Por qué no escucho a la señora que nos ofrecía escondernos? ¿Por qué no simplemente huíamos? ¿Por qué soportábamos esto cada noche? ¿Cuánto tiempo más íbamos a soportar golpizas y humillaciones tales? ¿Por qué nadie nos rescataba? ¿Acaso Dios nos odia? Yo rezo todos los días, le pido a Dios que mi mama despierte al amanecer, le ruego porque papa no tenga un mal día y le suplico que ya no haya más golpes. ¿Qué es lo que quiere Dios? ¿Qué debo hacer para que esto termine?

La puerta de nuestra habitación se abrió de golpe, Jack y yo nos cubríamos mutuamente en el rincón más alejado que podíamos. Papá tomo a Jack. Comenzó a golpearlo, como cada noche, y a decir palabras que repetía diario. Pronto mi papa durmió a Jack, era mi turno, apreté cada musculo en mi cuerpo, puse las manos en mi cabeza como mamá nos enseñó, y suplique porque me durmiera rápido. No quería sentir más dolor. Pero... Por más que me pegaba, no dormía. ¿Acaso me había hecho más resistente? O ¿Solo era una satisfacción personal de Dios por verme sufrir más tiempo? No lo supe hasta que papá se cansó. Me arrojo junto a mama. Pero... Algo estaba mal, el piso estaba mojado. Mire mis manos y un líquido las había llenado por completo. Fue entonces cuando vi a mamá. Ella se había golpeado con la base de la cama, la fina esquina que siempre cubría con la colcha y un cojín especial que ella misma había hecho, no estaban, mire horrorizado la escena. Comencé a sacudir a mamá, como cada mañana que papá se iba, pero... Esta vez no había respuesta, mamá no reaccionaba. Comencé a llorar en silencio, rogando porque papa no escuchara mis sollozos y regresara a sacar lo que le había faltado. Aidé me miraba desde su corralito, su nariz sangraba, al parecer esta noche también a ella la había golpeado. Un nuevo sentimiento me embargo, era algo que me quemaba por dentro, hacía que mi cabeza y mi estómago ardieran, por alguna razón mi cuerpo estaba tenso y no paraba de llorar, eran lagrimas calientes, quemaban mi cara.

Papá estaba dormido en el sillón, como cada noche, sus ronquidos llenaban toda la casa y el sonido de la tormenta había regresado, el tic-tac sonaba bajo, pero marcando su leve y calmante melodía. Me levante, despacio y en silencio, tome el cuchillo que mamá guardaba detrás del buró y me acerque a papá. Tenía la boca abierta y saliva corriendo por el sillón, Aidé me seguía con la mirada, siendo mi cómplice silenciosa. Me acerque y clave el cuchillo, papá despertó y yo clave el cuchillo en sus ojos y luego en su pecho tantas veces como pude. Lo hacía con fuerza y rapidez. Ese ardor dentro de mí salía con cada golpe. Papá y mamá no daban señales de vida. Deje el cuchillo en el piso. ¿Lo había hecho? ¿Yo había matado a papá? Pero... No era mi culpa, él nos provocó, el mato a mamá primero. No es mi culpa, es de Dios por abandonarme, es de las personas que no me ayudaron. Me levante, el sol salía y la tormenta había cesado, el sonido de aves cantando lleno el ambiente, el tic-tac aun sonaba, más fuerte y claro. Sacudí a Jack con todas mis fuerzas, le gritaba, le suplicaba que despertara. Así lo hizo. Abrió los ojos y me miro.

— ¿Que ha pasado? — Pregunto sobándose la cabeza.

— Mamá murió y papá también. — Dije en un tono alterado, veloz, atropellado. Él solo me miro y asintió levemente, en el fondo sabía que él entendía lo que había pasado. Se levantó y tomó la maleta que mamá había preparado para nosotros, vacío la maleta de ella y coloco toda la comida del refrigerador. Saco el dinero que mamá había estado ahorrando, escondido en un ladrillo flojo de la pared de nuestro cuarto. Lo repartió y escondió entre nuestras ropas, como nos enseñó. Cargo a Aidé y salimos de aquella casa.

No sé qué pasara con nosotros cuando amanezca, no tenemos a donde ir. Somos niños y estamos asustados. Según Jack llevamos dos años vagando, nos hemos encontrado con personas buenas y otras no tanto. Pero esas... Son historias que no contare esta noche.

Nick StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora