Segunda Parte

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14 de junio del 2009

Keaton se arrojó sobre el cobertor de su cama, dejando escapar un suspiro cansador. Hoy tendría que estar con la mayor energía posible, dado que sería su primera presentación en vivo. O algo parecido.

Habia acordado con el dueño de uno de los bares más famosos de la ciudad para que cantase hoy una de sus canciones en él, luego de días de suplicas y llamadas incesantes. Estaba contento, dentro de todo. Iba a hacer algo que realmente le gustaba... y Zoe iba a estar allí. Con su novio.

Matt.

¿Quién podría haber pensado que, de todos los chicos en el mundo, su mejor amiga terminaría con una de aquellas personas que habían hecho de su infancia una perfecta mierda?

Nadie… ni siquiera él.

Pues, claro, al principio él pensó que el solo estaba con ella para seguir molestándolo… para usarla y llegar a Keaton, hasta su punto débil. Después de todo, el sabia los sentimientos de Keaton hacia su mejor amiga. Habia leído sus letras, se las había robado cuando tenían doce, y ahora ya no podía hacer nada sin que Matt apareciese y lo amenazara con contar la verdad.

Y él no se arriesgaría a perderla, por lo que prefería mantenerse al margen.

Recordaba aquel día en el que la conoció. Ella era tan bonita, y se había ofrecido a ayudarlo incluso cuando sus llamados “amigos” había huido. Él le había confiado todo. Le había explicado el porque de las burlas. Sin embargo, ella no lo hizo. No se burló de él como cualquier otro hubiese hecho.

Keaton escribía ya desde pequeño. Plasmaba emociones en sus letras, soñando alguna vez mostrárselas a una multitud desde un gran escenario y enamorar a todo un público con el sentimiento que mostrase allí. 

Llevaba sus escritos en un pequeño cuaderno que solo el leía, ni siquiera su familia podía verlo. Pero, claro, tuvo que llegar Matt y su séquito de copias a él, y robarlo de su casillero. Como se suponía, lo leyeron, y a partir de ese momento los golpes llegaron.

¿Qué acaso no podía expresarse libremente sin temor a ser herido? 

Bufó. Aún no creía que existiera la posibilidad de que su vida fuera más miserable de lo que era… pero si era posible. Lo supo en el momento en que Zoe le confesó su noviazgo, pensando que él se lo tomaría a la ligera y no recordaría todo lo ocurrido hacía tan solo años. Había estado furioso con ella en ese momento, realmente furioso. Pero no lo había dicho. Como siempre, tragó sus palabras y fue feliz por ella.

Pero, sin embargo, lo que más le había dolido fue lo que dijo hace unos meses, uno de los jueves de películas que ellos compartían.

“Yo… creo que lo quiero, Keat. En serio lo quiero.”

Eso lo había destrozado. Saber que ella estaba fuera de su alcance ya por el simple hecho de ser su mejor amiga era una cosa. Pero esto era diferente. Ella en realidad estaba saliendo con el chico que le había roto el labio más de una vez. Quien lo había utilizado como balón, y le había escupido encima todos sus defectos.

Le resultaba increíblemente inverosímil aquel hecho. Pero su mente lo engañaba.

La mayoría de las veces que ellos lo habían invitado a salir, bueno, en realidad Zoe lo había invitado, él se había resistido. No quería más dolor emocional del que ya tenía dentro, no podía revirir todo eso. No lo soportaría de nuevo.

El pitido molesto de su celular lo sacó de sus revueltos pensamientos, trayéndolo de nuevo a la realidad. Se irguió en el colchón, buscando el pequeño aparato. Cuando lo encontró, lo tomó e sus manos y leyó el nombre de quien lo buscaba.

Una foto de su mejor amiga ocupaba la pantalla, y debajo de esta, su nombre.

Sonrió inconscientemente, olvidando por un momento los pensamientos dolorosos que había tenido unos momentos atrás. Estúpido.

–Hola, Zoe. ¿Cómo estás?

never is too late {keaton stromberg} short historyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora